Lic. José María Pino Suárez, Liberal Revolucionario (1869-1913) – XI

By on abril 2, 2020

XI

VICEPRESIDENTE DE LA REPÚBLICA. MINISTRO DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA Y BELLAS ARTES.

Continuación…

La vida política de Pino Suárez fue coherente, no existió la discrepancia entre lo que decía y lo que hacía, entre la palabra y la obra. Por varios motivos, tenía plena confianza en su tarea, aunque tenía conciencia de ocupar un segundo lugar en la administración; cumplía sus deberes con sentido de responsabilidad porque como liberal idealista pensaba en la existencia de la justicia social.

Era indudable que Pino Suárez colaboraba en la realización de un programa de gobierno que se manifestaba en algunos hechos característicos: se había establecido un sistema de libertades que hizo posible las manifestaciones y protestas que en otro tiempo hubiesen sido reprimidas. En este clima social, el movimiento obrero se desarrolla y adquiere impulso. Durante los quince meses de gobierno Maderista se inició el estudio del problema agrario; fue proyectada una caja de préstamos para los campesinos y el establecimiento de un sistema de riego. El gobierno decretó que en los estados de Chiapas, Tabasco, Veracruz, San Luis Potosí y Baja California sean fraccionadas 32,000 hectáreas y entregadas a los campesinos.

El 24 de febrero de 1912, el gobierno Maderista ordenó el deslinde de diez millones de hectáreas, cosa que afectó a los grandes terratenientes; se fijó la limitación de la propiedad rural: en doscientas hectáreas las tierras de cultivo, y en cinco mil hectáreas las destinadas a la ganadería. Esta medida espantó a los terratenientes.

La minería y la explotación del petróleo también se desarrollan durante el régimen Maderista; se inició el auge de las empresas El Águila y la Huasteca con la explotación de los mantos petroleros del Potrero del Llano y Cerro Azul.

Pero no obstante sus iniciativas y actividades, hacia 1912 – 1913 el prestigio presidencial y vicepresidencial estaba muy minado.

“Muchos eran los perturbadores de la paz.” (38)

Los desestabilizadores supieron manejar la campaña con habilidad, culpando directamente a Madero y Pino Suárez de todos los errores reales e imaginables, utilizando los peores epítetos e insultos. Manuel Bonilla, hijo, resumió el ataque en esta forma: “Al presidente Madero lo acusaron aquellos periódicos, y muchos tribunos también, de ser corto de estatura, de no tener el gesto adusto y duro al mirar, de ser joven, de querer a su esposa y respetarla, de amar y respetar a sus padres. de no ser general, de decir discursos, de comer sujetándose a la dieta vegetariana por estar enfermo del estómago, de tener hermanos, de ser optimista, de no tener miedo, de haber saludado a Emiliano Zapata dándole un abrazo y haberle dicho tratando de atraerlo al sendero de la paz que lo creía un “hombre integérrimo”, de no ser asesino, de estudiar el espiritismo, de ser masón, de ser nepotista (sin fijarse en que su nepotismo lo ejerció para exponer a sus familiares a los riesgos de la guerra), de haber subido en aeroplano, de bailar y, naturalmente, de haber impuesto a Pino Suárez. Al Vicepresidente se le hacían los siguientes cargos: hacer versos, ser alto y delgado, tener una nariz prominente, no ser ambicioso y, por lo mismo, no tratar de meterle zancadilla al Presidente; haber sido impuesto por Madero, ser vehemente en el hablar naturalísimo en un costeño.” (39)

Antes de la Decena Trágica, las rebeliones contra el Maderismo se habían suscitado, pero ninguna puso en peligro la existencia del régimen.

En este orden puede mencionarse:

La rebelión de Emiliano Zapata en 1911, que proclamó el Plan de Ayala en demanda de la restitución de tierras, y también por negarse a entregar las armas al ejército federal, una actitud correcta de Zapata ante el avance de la contrarrevolución que ya se entreveía.

Ese mismo año se sublevó el general Bernardo Reyes, una acción fallida a la que siguieron otros levantamientos: el del Lic. Emilio Vázquez Gómez en 1912 a comienzos del año, y los de Pascual Orozco –marzo de 1912– y del general Félix Díaz en octubre de ese mismo año.

El 9 de febrero de 1913, en la capital de la República, se sublevó una fracción del ejército, plan fraguado por los generales Manuel Mondragón, Gregorio Ruíz y Fidencio Hernández. El desarrollo del movimiento pretoriano demostró que los grupos enemigos del Maderismo habían logrado unificarse. “El embajador Wilson intervino de manera decisiva en estos acontecimientos, en parte secretamente y en parte abiertamente; su actividad secreta consistió en establecer contacto con Félix Díaz como con Huerta, y en hacer todo lo posible por concertar un acuerdo entre los dos para el derrocamiento de Madero.” (40)

El día 8 de febrero concluyó lo que en la Historia de México se conoce como “La Decena Trágica”, que también recibe el nombre de “la guerra falsa”, por el hecho de que general Victoriano Huerta –nombrado por Madero comandante de las tropas del gobierno– simuló combatir contra la insurrección, cuando en realidad traicionaba a Madero, convirtiéndose en el cabecilla del cuartelazo.

Ese mismo día, por la tarde, por órdenes de Huerta, el general Aureliano Blanquet hizo prisioneros a Madero y Pino Suárez, encerrándolos en una sala en la parte baja del Palacio Nacional.

Los cuatro días que los prisioneros permanecieron encerrados en una habitación de Palacio Nacional fueron de sufrimiento indescriptible para los dos grandes demócratas que estaban en camino de ser asesinados. Los dos representantes de la nación en sus últimos momentos se comportaron con serenidad y dignidad. Las amenazas y las presiones de todo orden los obligó a firmar la renuncia a sus altos cargos, lo que significó su propia sentencia de muerte.

Madero –según el embajador de Cuba, don Manuel Márquez Sterling (41)– pretendió salvar a Pino Suárez; éste supo desde el primer instante que no escaparía con vida de aquel trance. También la esposa de Pino Suárez, doña María Cámara Vales, intercedió ante Wilson para salvarlo; la respuesta evasiva representó una negación.

La actitud de los embajadores de Cuba y del Japón, preocupados por salvar la vida de Madero y Pino Suárez, quienes ofrecieron a Huerta conducirlos personalmente al puerto de Veracruz y embarcarlos hacia el extranjero, fue igualmente frustrada.

Huerta tenía proyectado el crimen, la reacción porfirista lo indujo desde antes a cometerlo. ¿No fue acaso Alberto García Granados quien repetía la voz del Antiguo Régimen al proclamar que “la bala que matara a Madero salvaría a México”?

Pino Suárez, hombre de gran estatura moral, visionario de su propia vida, y ante la muerte prevista en su poesía, no se arredra, serenamente se resigna. Se considera un hombre honesto, libre de cualquier culpa “porque no entendió la política como intriga, lucro, mentira o crimen”.

La carta que escribió a don Serapio Rendón, según el doctor Azuela (42), puede llamarse el testamento de Pino Suárez; recomienda al amigo el cuidado de su familia, la esposa y los hijos desamparados. Sabe que su labor en bien de la transformación de su Patria no ha sido en vano, por eso aseguró a Rendón que, muertos él y el apóstol Madero, serían más grandes que vivos. Y todo se cumplió cabalmente.

“Al paso de la noche del 22 de febrero, Madero y Pino Suárez fueron sacados en dos coches; en uno Madero, acompañado por el Mayor Francisco Cárdenas, y en el otro Pino Suárez, bajo la custodia de un tal Rafael Pimienta. Tomaron la calle de Lecumberri y, al llegar a un costado del penal, ordenaron a los presos que bajaran y al descender los asesinaron; vino luego un ligero tiroteo de la escolta que los acompañaba, para hacer creer lo que los periódicos propalaron al día siguiente: que un grupo de paisanos había asaltado los coches, con el propósito de liberar a los presos, y que en la refriega éstos habían sucumbido: burda patraña, completamente increíble. Así murieron los dos grandes demócratas.” (43)

Notas:

(38) Quiriarte, Martín. Visión panorámica de la historia de México. Pág. 272. Librería Porrúa, México, 1976.

(39) Bonilla, Manuel. El Régimen Maderista. Pág. 4. Méx. 1922.

(40) Katz, Friedrich. La guerra secreta en México. Pág. 122. Ediciones Era. México, 1983.

(41) Márquez Sterling, Mauel. Los últimos días del Presidente Madero – Colección: El hombre en la Historia. S.E.P. México, 1965.

(42) Azuela, Salvador. En Testimonios Históricos sobre Madero y Pino Suárez. S.E.P. 1963.

(43) Romero Flores, Jesús. La Revolución como nosotros la vimos. Pág. 83. Instituto Nacional de estudios Históricos de la Revolución Mexicana. México, 1963.

Fidelio Quintal Martín

Continuará la próxima semana…

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