Eco de Espejos – XVIII

By on agosto 5, 2021

XVIII

Evocación de los días que nació el poema

 

De otro diluvio venían dos palomas

en el vuelo de los versos de Ungaretti.

Otras voces brillaban.

 

Un río de cristales leales nacía de mis ojos.

Recuerdo la entraña dulce de los frutos agrestes

y mis pies caminando en la floresta de palabras.

La vida era una fiesta en los jardines

y colmena de pueblos el poema.

 

El mundo estaba en los hombros del amor.

El motivo de la luz era imponer

la esencia de sus nombres a las cosas.

En hombros del amor llegaba el mundo.

 

Entonces el camino se convirtió en palabras.

El lenguaje se adhería a mi piel

como tatuaje de máscaras radiantes.

 

Supe leer la sombra de los días:

los himnos de la noche

las horas del asombro

el fulgor de los sueños.

 

Cantos, plegarias daban los buenos días.

Cantaron las barcas sus canciones:

¡Agua, no huyas de la sed, detente!

 

No huyas, agua, de la sed, contente,

oh clara linfa, en la memoria ávida.

Derrámate, universo, en el humano vaso

de figuras. Agítalas y fluye.

 

Los licores purísimos del aire

en mi ser se infiltraban.

Aire apolíneo, armonioso,

aire amoroso del idioma:

inflamaste formas y presencias

desde el caos auroral

del pensamiento a solas.

 

Pero llegaron tiempos

de ceniza y olvido:

las fatigas del alma

la injuria de los dueños

del instante.

 

El tiempo nos alcanza

cabalgando

el corcel de la muerte.

 

Poeta, hoy sabes finalmente:

los ojos y las manos del poema

han labrado tu rostro.

Las alas de la muerte y de la vida

mueven tu corazón: hoguera

donde nacen y arden tus palabras.

 

El mundo está sitiado

por la legión de las sombras.

 

El poema

persiste en el aire

con los brazos

y los ojos abiertos.

 

Toluca, mayo de 2010.

Raúl Cáceres Carenzo

Continuará la próxima semana…

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