Perspectiva: Los Nuevos Festejos de XV Años y Graduaciones

By on julio 30, 2015

foto1

Los Nuevos Festejos de XV Años y Graduaciones

“Algo está mal en este hogar hoy,

Algo está pasando y tal vez haya que pagar un precio…”

May Be A Price To Pay, The Alan Parsons Project

Mis hijos son, en muchas ocasiones, quienes me mantienen actualizado sobre lo que sucede en nuestro medio ambiente social y, en particular, sobre lo que ellos viven. Así fue que me enteré de cómo se festejan estos eventos actualmente en nuestra sociedad meridana, que contrastan fuertemente con lo que a mí me tocó vivir: las fiestas de XV años y las fiestas de graduación.

Algunos de ustedes habrán visto hace unos meses el video de un grupo de jovenzuelos que, bajo la influencia del alcohol – si ya llegaron alcoholizados o si llegaron a ese estado de embriaguez durante su permanencia en el lugar en el que se festejaron los XV años en los que se dan los eventos, no se sabe –, se lían a golpes, mientras alguien filma desde su celular el evento. Después de observar el video que mis hijos me compartieron, me informaron varias cosas interesantes: que casi siempre es el mismo bravucón el que inicia todas las peleas – está bien identificado y además el sujeto presume de sus “hazañas” –, que el evento sucedió después de las 2 a.m. – que es cuando se abren las puertas de la fiesta a aquellos que no recibieron intransmisible o brazalete que les permitiera el acceso, siempre y cuando aparezcan en una lista que la quinceañera ha suministrado a los que cuidan el acceso al local – y, finalmente, que el que salió con la peor parte en esa ocasión fue un joven al que le rompieron una botella de licor en la cabeza y que, al día siguiente, publicó a sus amistades en redes sociales “que lo de la noche anterior había sido el primer paso hacia su reconversión a una vida más sana, para que no se repitiera el episodio”.

Muchas cosas me llamaron la atención acerca del asunto, sobre todo al compararlos contra lo que me tocó vivir. Lo del alcohol no es nuevo: en mis días, con dinero que se hacía llegar al mesero que atendía podía conseguirse, pero ciertamente no se bebía en las cantidades en las que lo hacen los jóvenes de ahora. Luego, si alguien decidía enfrentarse a golpes con alguien, no lo hacía dentro del local sino afuera, siendo únicamente dos los protagonistas, y no una batalla campal como la que presencié en el video. Pero fue el hecho de que a las 2 a.m. se dejara la “entrada libre” lo que más me llamó la atención: ¿cómo es posible que los padres de ahora permitan el acceso a una fiesta de gala – así entiendo yo una celebración por los XV años de una señorita – a gente que, por principio de cuentas, ni siquiera va vestida para la ocasión? ¿Cómo es posible que, además, se les permita ingresar alcoholizados? ¿Cómo es posible que la quinceañera invite a gente que a todas luces es mayor que ella por varios años, qué desea demostrar?

La respuesta que recibí de mis hijos cuando les hice estas preguntas fue: “así son todas las fiestas de XV años ahora, papá.” A mi juicio, la responsabilidad por lo sucedido en esa ocasión recae al 100% en los padres de esa quinceañera, que fueron quienes permitieron – “porque así son las fiestas de XV años ahora” – que ingresaran los que lo hicieron, y que alteraran el ambiente como lo hicieron también.

¿Qué tipo de permisividad están aplicando los “modernos” padres?, ¿qué educación se está dando a los hijos cuando estos deciden por los adultos?, ¿qué hijos estamos dejando a la sociedad cuando permitimos estas “nuevas” costumbres?

Pero este no fue el único episodio de “modernidad” que me han relatado y de este me enteré apenas la semana pasada.

Los nuevos festejos por graduaciones de licenciatura – aunque las de preparatoria y secundaria ya se están “alineando” a este modelo – abarcan una “pre” (fiesta), la fiesta, y un “after”. La “pre” generalmente consiste en una taquiza acompañada por cerveza y, por supuesto, las bebidas espirituosas que lleven los graduados a la taquiza. La fiesta es la formalidad con los trajes, los vestidos de noche, los recuerdos, la proyección de video, las botanas y el plato servido de cena, y las tortas de cochinita alrededor de las 4 a.m. Luego de la fiesta viene el “after” que consiste en proporcionar a los graduados un espacio (generalmente en otro local) en el cual puedan seguir consumiendo bebidas y “relajarse” hasta alrededor de las 9 de la mañana.

Pues bien, resulta que es un valor entendido que, después de servir la cena, los amigos de los graduados que no recibieron invitación al festejo puedan apersonarse a la fiesta y al “after” pagando a los vigilantes que custodian el acceso la módica cantidad de $200 (por persona, claro está, y la tarifa es “fija”). Bajo este escenario se presentan dos situaciones: la primera, la menos viable, es considerar que este es un negociazo para los cuidadores y que lo que logren reunir (mil pesos por cada cinco visitantes) se dividen entre ellos (que generalmente son dos o tres); la segunda, la más probable, es que todo lo que se recaba va a dar a las alforjas de la empresa que proporcionó todo lo relativo a la fiesta para, además de cobrar por el platillo y los servicios de cada asistente – que no son nada baratos – ganarse un dinerillo extra. Lo que los graduados ignoran es que sus padres estamos acostumbrados a que nos cobren una sola vez por todos los servicios y que el proveedor de ellos no cobre – ni permita el acceso – a personas adicionales a las que hemos pagado, que esperamos que no se cobre un peso más a nadie por asistir a esa fiesta, porque de antemano ya lo hemos pagado.

Nuevamente, al cuestionar a mis hijos sobre esta práctica, la respuesta fue: “así son todas las graduaciones ahora, papá.”

En estos dos ejemplos, y en las respuestas que recibí, es evidente que los tiempos cambian y que, infortunadamente, no necesariamente para bien.

¿Cuál es el remedio? Enterarnos bien de lo que sucede en estas fiestas, en las vidas de nuestros hijos, cuestionar a los proveedores de servicios sobre sus prácticas. ¿Se imaginan si existieran otros hábitos en estos festejos, costumbres de las que no estuviéramos enterados y que fueran contra lo que pensamos es lo mejor para nuestros hijos?

Desde esta perspectiva, lo que a los ojos de nuestros hijos está resultando “normal” es muy posible que no lo sea, y por esa poderosa razón – ellos – es nuestra obligación informarnos de lo que acontece en sus vidas, conocer a sus amistades, dejarlos vivir, sí, pero siempre orientándolos…hasta nuestro último suspiro.

De no hacerlo, el precio a pagar pudiera ser muy alto.

Gerardo Saviola

gerardo.saviola@gmail.com

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.