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Representantes Populares

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Perspectiva

Tal vez porque saben perfectamente a través de su trayectoria que prometer no es comprometerse, los políticos no se arredran cuando ofrecen el cielo, la luna y las estrellas a aquellos que han de elegirlos para un puesto de representación popular, todo con tal de obtener su voto.

Al ocupar el puesto que deseaban, entonces su agenda personal toma precedencia, olvidando sus compromisos y promesas de campaña. Penosamente, el mayor y más reciente ejemplo de lo anterior es el ahora presidente de nuestro país, cuyas promesas resultaron lo mismo que su sexenio: tan solo palabras.

Los representantes camerales electos, Diputados y Senadores, muchas veces no tienen la preparación suficiente ni siquiera para entender la naturaleza del puesto: se “deben” a su partido, o a su padrino político, o a su “líder”, pero nunca al grupo de ciudadanos que los eligió.

El fenómeno se presenta tanto a nivel federal como local, siendo siempre los más afectados los electores, cuyas necesidades pasan a segundo término, mientras sus rapaces representantes encuentran maneras de obtener prebendas y cochupos, tan solo orientando su voto hacia la oferta que les genere mayores ganancias.

Así, hemos visto innumerables casos de políticos que acumulan riquezas inexplicables que les permiten vivir desahogadamente, presentando un insaciable apetito por seguir metidos en el ambiente sexenio tras sexenio. Se les reconoce fácilmente: son aquellos cuyos nombres aparecen en cada período electoral, los más ambiciosos representando diferentes colores; siempre buscando el coloquial hueso.

Políticos verdaderamente preocupados por componer o revertir la problemática que viven sus representados son garbanzos de libra, rarísimos. En más de cuatro décadas, los que hemos conocido con esa probidad se pueden contar con los dedos de una mano.

Representantes populares con paupérrima preparación abundan: tricolores, guindas, blanquiazules, verdes, rojos, amarillos, todos son desgraciados ejemplos de que la ignorancia puede volverse un modo de vida y de que el poder corrompe a aquellos cuyos valores y principios son débiles.

Un nuevo período electoral se asoma en el horizonte; los voraces políticos de carrera que conocemos desde hace muchos años nuevamente aparecerán en innumerables fotos, pancartas, propaganda, pretendiendo convencernos de que son, una vez más, la solución a la agobiante situación social y económica que vivimos los mexicanos.

Es evidente que, si queremos resultados diferentes, si en realidad deseamos que nuestro país salga del fango en el que hornadas de políticos nos ha hundido, debemos hacer las cosas de una manera diferente.

Se trata, por una vez, de elegir con consciencia; elegir a quien posea la mejor preparación, a quien ofrezca soluciones factibles.

Desde esta perspectiva, necesitamos propuestas que generen empleos y reactiven la economía; otras que nos devuelvan la seguridad que nos han arrebatado los maleantes; otras que devuelvan y mejoren los servicios de salud a la población, sin que necesariamente sean mejores que en Dinamarca sino que cubran a la mayoría; otras que restauren beneficios que fueron arrebatados bajo velos de corrupción que nunca fueron comprobados: guarderías, refugios para mujeres, distribución de medicinas; unas más que restañen la confianza de los inversionistas en México.

Basta de elegir a políticos mesiánicos o con trayectorias que demuestren que están comprometidos con sus torcidas ideologías, sus planes y sus finanzas.

Es tiempo de reconstruir nuestro país con políticos que nos permitan imaginarnos un promisorio futuro, con propuestas que construyan, que nos unan.

Observemos y elijamos bien.

Sergio Alvarado Díaz

sergio.alvarado.diaz@hotmail.com

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