Teatro Yucateco
XLIX
Leopoldo Peniche Vallado
Cecilio El Magno
PRIMERA PARTE
EPISODIO CUARTO
Personajes: ATANASIO FLORES CECILIO
RAFAELA FELIPE
El 29 de julio de 1847. Interior de la casa de CECILIO CHI en Tepich. Es de noche. En escena, ATANASIO FLORES Y RAFAELA.
ATANASIO: Estamos jugando un juego muy peligroso, Rafaela; por desgracia no puedo evitarlo. Sabes que te quiero.
RAFAELA: Maldigo la hora en que me uní a Cecilio. Tal vez un día lo amé, ahora es el miedo lo que me retiene a su lado. Tu presencia me tranquiliza y si no fuera por los momentos que pasamos juntos… no sé qué sería de mí. Pero si le temes tú, déjame sola; ya sabré arreglármelas.
ATANASIO: No es eso, mujer, no puedo prescindir de ti, bien lo sabes. Pero no dejo de reconocer que nos estamos exponiendo. Conoces bien a tu hombre; un día puede amanecer con la vena atravesada y nos acaba a los dos.
RAFAELA: Por mí, ¡qué más da! Estoy resuelta a todo, antes que a continuar con él. Pero lo pienso por ti, Atanasio; no tienes ni su fuerza física ni su valentía.
ATANASIO: ¡En que triste concepto me tienes! No tendré su fortaleza, lo reconozco, pero no soy un cobarde, y en cualquier circunstancia difícil sabré portarme como un hombre Eso no lo dudes.
RAFAELA: Te lo agradezco, pero porque te quiero me dolería ponerte en un trance difícil Te prometo que de hoy en adelante sabré disimular ante él, y lo haré tan bien, que por mí jamás podrá imaginarse lo que hay entre tú y yo.
ATANASIO: Yo ya he empezado a disimular a maravilla. Cuando hablo con él de tu persona, me ensaño y te pongo por los suelos porque sé que así le gusta, y para que pierda toda sospecha. Y eso no es todo: he discurrido una argucia muy efectiva. Con frecuencia le pido permiso para faltar al trabajo alegando que debo cumplir oficios piadosos como ir a misas, rosarios, etc. Lo que hace nacer en él la idea de que mi religiosidad no me permite tiempo para dedicar a amoríos. Ya me ha preguntado una vez: ¿de dónde esa inclinación apostólica, Atanasio? Yo le digo que es mi vocación servir a Dios, y él piensa que muy pronto voy a tomar los hábitos… Ja, ja, ja, ja….
RAFAELA: Ríe, ríe, que buena falta nos hace estar contentos. Y pasando a otra cosa ¿qué noticias del regreso de Cecilio?
ATANASIO: Sabes que nunca da noticias de lo que hace. Pero tengo la seguridad que de un momento a otro lo tenemos aquí de nuevo. Ha de saber lo del asalto al pueblo y debe de estar preocupado por regresar a preparar su venganza.
FELIPE: (Golpeando con desesperación) Maestro Flores… Doña Rafaela… RAFAELA: Alguna noticia gorda. Voy a abrir. (Abre.)
FELIPE: El jefe ha regresado y se dirige aquí…
ATANASIO: Pero ¿es él? ¿estás seguro?
FELIPE: Sí, profesor, lo vi. Viene a caballo por un camino de su casa, pero con todas las precauciones para no ser reconocido. Por eso he podido adelantarme; no tardará.
RAFAELA: Está bien, Felipe; puedes irte. (Vase FELIPE.) No cerremos la puerta, Atanasio; que entre libremente para que nada sospeche.
Pausa
CECILIO: (Entrando con precauciones.) ¿Ninguna novedad?
ATANASIO: Las que ya debes saber jefe; qué bueno que viniste. La situación es muy difícil.
CECILIO: Cuéntame. Porque yo he sabido muy poco desde antenoche que salí del pueblo. He caminado leguas y leguas, pero estoy contento del resultado. En todas partes hay entusiasmo; mis subordinados, sin faltar uno, están en sus puestos y sólo esperan la orden de ataque. Tal vez tengamos que adelantar la fecha para evitar que la agitación cunda y se filtren las noticias hasta el gobierno. Es demasiado esperar hasta el 15 de agosto. Pero cuenta ¿qué es lo que ha ocurrido en Tepich desde que me fui?
ATANASIO: Al amanecer de ayer irrumpió Trujeque con sus tropas y se dedicó a catear todas nuestras casas para tratar de dar contigo. No lo consiguió, pero la soldadesca ultrajó a las familias indígenas, saqueó las viviendas y se llevó gran cantidad de muebles y ropas. El oficial Isaac Reyes violó a una niña de diez años a quien sorprendió sola en la calle…
CECILIO: ¡Degenerado ruin!…
ATANASIO: Después de varias horas de violencias, y desesperado por no encontrarte, Trujeque se retiró al frente de sus tropas llevando a varios prisioneros y dejó armas distribuidas entre los blancos con instrucciones de utilizarlas para su defensa en caso de que tú provoques algún conflicto.
CECILIO: Precaución inútil. La suerte está echada y nada me hará volverme atrás. Ojo por ojo, diente por diente.
RAFAELA: ¿Qué maquinas?
CECILIO: A su hora lo sabrás, lo sabrán todos. (Golpes a la puerta.)
ATANASIO: No abras, puede ser peligroso.
CECILIO: En este momento no hay nada peligroso para mí, querido secretario. Cecilio Chi se prepara a pasar a la historia. (Abre y entra FELIPE) A ver, ¿qué noticias me traes?
FELIPE: Malas señor. En Ekpedz acaban de ser fusilados por el coronel Trujeque veintidós indios acusados como conspiradores contra la raza blanca; entre ellos los aprehendidos aquí mismo.
CECILIO: ¿Qué has dicho? ¿Veintidós indios?
FELIPE: Eso se dice, señor.
CECILIO: Justo lc entre ellos… ¡Criminales! Y ¿qué sabes de lo que preparan los blancos del pueblo?
FELIPE: Han destacado en el cuartel a un hombre que allí pasa la noche en espera de acontecimientos para dar aviso.
CECILIO: Pues habrá acontecimientos. ¿Sangre quieren? Tendrán sangre. Y no se diga que fuimos nosotros los primeros en derramarla en esta guerra que va a comenzar apenas. Ve inmediatamente al cabo del pueblo donde aguardan mis órdenes doscientos hombres y diles que sonando las dos de la madrugada iré a ponerme al frente de ellos para dirigir el asalto a las casas de los blancos en Tepich. Debemos estar listos… Ah, y al pasar por el cuartel, ultima al vigilante con tu machete.
FELIPE: Se hará, señor. (Vase.)
CECILIO: Esta madrugada del 30 de julio de 1847, se abrirán para mí las páginas de la historia, y para mi pueblo, las puertas de la libertad…
Oscuro
Fernando Muñoz Castillo
Continuará la próxima semana…