Sueño Púrpura

By on marzo 19, 2021

Aída López Sosa

Tuve un día agitado, estaba agotada. Tomé un vaso de leche caliente, abracé mi almohada favorita y me quedé dormida.

De repente, el ruido de mi celular me despertó y entre sueños escuché ssshhhhhh … shhhh… iiiiiiiiiiiiii, un sonido metálico que no alcanzaba a comprender.

Dije “Bueno… bueno…”, pero solo se escuchaban resonancias con interferencia. Pensé que era una broma de Mika, ya que aparecía en la pantalla su nombre. “Seguramente tiene insomnio y cree que yo tampoco estoy dormida; como siempre, con sus bromitas,” pensé. No le di importancia y me dispuse a seguir durmiendo.

Pocos minutos después se iluminó toda la habitación.

Apareció en la pantalla una imagen de color púrpura brillante: cabeza ovoide, ojo cuadrado al centro, sin nariz, envuelta en una aureola resplandeciente. De una protuberancia que asemejaba una boca, salían esos ruidos enloquecedores.

Comencé a preocuparme, no parecía una broma de Mika, pero tampoco encontraba explicación lógica. Hice todo para borrar la imagen, pero fue imposible, el aparto quedó congelado, ni siquiera podía apagarlo.

“¿Quién eres?, ¿dónde estás?, ¿estás con Mika?” Traté de explicarle para que activara la ubicación, pero fue inútil. En definitiva, no hablábamos el mismo idioma. “Eso” no me entendía, ni yo entendía a “eso”.

El sueño me vencía. No me quedó otra opción que guardar el celular en el cajón y cubrirlo con ropa para que ni la luz ni los ruidos siguieran interrumpiendo mi encuentro con Morfeo. Al día siguiente vería a mi amiga en la escuela y me sacaría de dudas.

A las seis de la madrugada, cuando me levanté, lo primero que hice fue a ir al cajón. Mi celular estaba apagado y sin ninguna señal extraña. Hasta llegué a pensar que había sido una pesadilla, quizá la leche estaba caducada o algo…

En cuanto llegué al colegio busqué a Mika, quería saber si estaba enterada de lo ocurrido, ya que la llamada era de su número.

Me contó que el día anterior había ido al campo con su equipo para tomar fotos de plantas para la clase de biología y se le había perdido el celular. Le expliqué lo ocurrido y la imposibilidad de tener la ubicación, ya que esa cosa nunca me entendió.

Acordamos que saliendo de clase iríamos al lugar donde lo extravió, yo marcaría para ver si timbraba y lo encontrábamos. No se lo contaríamos a nadie, sería nuestro secreto.

A las dos de la tarde tomamos el autobús y nos fuimos al campo. Nos invadía la curiosidad, pero también el temor.

El tránsito retardó nuestra llegada. El calor sofocante casi nos hizo desistir, pero pudo más el enigma que los treinta grados y la aglomeración del vehículo.

¡Al fin llegamos!

Durante más de dos horas buscamos sin éxito. Marcamos desde mi celular y la llamada no enlazó nunca. Si no fuera porque Mika lo extravió, hubiera pensado que fue un mal sueño.

El calor, el hambre y la sed nos vencieron…

Nos habíamos adentrado en el páramo varios kilómetros, al menos eso nos pareció. Temimos perdernos; por fortuna no sucedió así. Caminamos de regreso por donde entramos, en busca de la carretera.

Las ramas de los árboles se nos enredaban en el pelo. Cualquier pájaro hubiera hecho un nido en esa revoltura que traíamos en la cabeza.

Nos sentíamos observadas, perseguidas; eso nos hacía mirar atrás constantemente… para percatarnos de unas huellas púrpuras que venían detrás de nosotras.

Al nunca ver a nadie, se nos ocurrió mirar las suelas de nuestros zapatos.

Estaban cubiertas de un polvo púrpura.

¡Eran nuestras huellas!

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.