Postulado de Carlos Martín Briceño en su libro de relatos
Por Aída López
“La verdadera felicidad cuesta poco;
si es cara, no es de buena clase”.
Francois-René de Chateubriand
“Después de un gusto, un susto”, “El que quiera azul celeste, que le cueste” o, lo que es lo mismo, “Toda felicidad nos cuesta muertos” (2020), el título del último libro de tales noir del escritor peninsular Carlos Martín Briceño, bajo el sello de Lectorum, en la colección Marea Alta. Cinco relatos fincados en adagios que nos llevan al fondo del infierno y apenas nos dejan salir a la superficie a tomar pequeñas bocanadas de aire para continuar con el gozo de la pluma de un cuentista consolidado en el oficio. En la contracubierta, el escritor Mauricio Carrera nos adelanta lo que nos espera al comparar el estilo del autor “como el tajo de un cuchillo bien afilado: seco, contundente, preciso” como la macheta del asesino del Cibercafé, protagonista del cuarto relato.
Para el vizconde de Chateubriand, precursor del romanticismo francés, si la felicidad es cara no es de buena clase. Bajo esta premisa podríamos cuestionar la calidad de la felicidad de los sujetos de Martin Briceño debido a que, si consideramos que lo más preciado que tenemos es la vida, pagar con ella momentos memorables es carísimo. Siendo realista el estilo de Carlos, alejado del idealismo del escritor francés, el título cobra significado cuando entramos en contacto con las noticias y no podemos refutar lo que parece una verdad inexorable: al asesinato –casi siempre– preceden momentos felices, de ahí que no se prevén los riesgos.
Martín Briceño nos muestra y demuestra desde la literatura, en poco más de una centena de páginas, que la muerte nos puede sorprender en cualquier lugar y puede perpetrarla cualquiera, incluso seres que nunca concibieron esa posibilidad, pero que en un momento se obnubilaron y los invadió “El efecto Lucifer”, como plantea en su libro Philip Zimbardo, o Marcelino Cerejido en “Hacia una teoría general sobre los hijos de puta”.
Los lugares donde la felicidad cobra con la muerte –conceptos que resultan contradictorios– están a la vista de todos, en su mayoría sitios públicos. Los motivos son tan variados como inquietantes, así como las respuestas ante situaciones extremas que se prolongan en el tiempo, dependen de factores intrapersonales. La ira, el despecho, el coraje, la malquerencia son los detonantes de las acciones de individuos que, impulsados por emociones negativas, buscan la catarsis, dejando sin vida a los que consideran causantes de sus desgracias. Martín Briceño ha referido que él escribe de la realidad – si se puede de experiencias propias a la manera de Chéjov–, de lo acontecido en su medio. Retoma y ficcionaliza eventos encontrados en los titulares de los periódicos locales, mismos que sacuden a la sociedad en donde parece que no pasa nada, ya que los asesinatos no son masivos como en otras latitudes, sino uno a la vez, haciendo más intenso el impacto.
Las historias están dispuestas en equilibrio AbAbA, donde A son los cuentos largos y b los cortos, lo que seguramente no es casual, ya que cada relato lleva a un distinto círculo del infierno dantesco y se necesita tiempo para reponerse y continuar descendiendo. El libro inicia con “Montezuma´s revenge”, ganador en 2012 del Premio Internacional de Cuentos Max Aub, convocado en Segorbe, España. Carlos refiere que la historia derivó de una experiencia personal y en sus líneas descargó lo que en la realidad no pudo hacer. El arte como catarsis. La venganza de Moctezuma, si bien muchos la conocen como los problemas estomacales que aquejan a los extranjeros que visitan el Estado por la condimentación de la comida yucateca, en el cuento adquiere otra dimensión cuando el gringo le grita al protagonista mexicano: “Go fuck yourself, brownie!” La muerte del racista/clasista como venganza por la vejación, es el mismo móvil del trágico final de la película ganadora del Óscar “Parásitos” (2019), del director coreano Bong Joon-ho, lo que evidencia que las emociones son universales y los motivos también lo pueden ser.
El segundo cuento en primera persona, “Hombres de bien”, un hecho de la vida real ocurrido en una escuela pública de Mérida, muestra que no se necesita un asesino y un arma para matar. El ausente sexto sentido de la madre fallecida arroja al protagonista a circunstancias de abuso que arrastra en la adultez, cuando en lontananza mira los hechos frente a su hijo púber.
“Los mártires del Freewey”, el tercer cuento y más largo del libro –hecho real– nos adentra en el mundo homosexual del Centro Histórico de Mérida, así como la impunidad y el desprecio de las autoridades ministeriales hacia nuevas generaciones de expertos, quienes se alejan del empirismo para cursar estudios formales y dignificar el oficio de investigador. El fenotipo del protagonista facilita lo que él cree que lo consolidará para que tomen en serio su trabajo. Un thriller psicológico en tres apartados, lleno de pistas y simbolismos, lugares reconocibles, pero también impunidad que involucra a la élite católica en los plagios, no de manera directa, aunque sí colateral, demostrando una vez más que no se necesita un arma para asesinar y nunca se sabe lo que desencadenará el abuso infantil.
El cuento más corto de los cinco, aunque de gran intensidad, “Cibercafé”, historia real de venganza como Montezuma´s revenge, relata cómo débiles motivos pueden emerger el lado más oscuro del ser humano, sus deseos reprimidos, aun cuando nunca se haya tenido la pulsión. Por otra parte, se cumple la hipótesis: quien mata animales es capaz de matar personas. Intercalando párrafos de los periódicos con la noticia de la tragedia, Martín Briceño nos sumerge en un laberinto de hedores en el que la salida no existe, y lo mejor es acabar con el objeto del deseo antes que este acabe con nosotros.
“El caso Montelongo” es el último cuento negro, el único protagonizado por una mujer cuyo destino oscila entre la muerte y la petite mort, y donde se hace patente la banalidad del mal. En cuatro apartados nos conduce a las dificultades y peligros a los que se enfrenta un periodista de nota roja cuando realiza investigaciones, y mucho más cuando se trata de una fémina. Coincidencias, sitios y situaciones inesperadas nos van sorprendiendo y, como el primer cuento, el final es dulce-amargo, como si el autor dejara a sus lectores con la esperanza de que todo lo malo tiene una parte positiva, que estamos frente a una ruleta en la que puede ser que la bala no nos alcance y entonces nos regocijemos en la muerte del otro.
Imposible leer a Carlos Martín Briceño y continuar con la belle indifférence. Leer fácil es producto de la escritura difícil, y el autor lo logra a través de su prosa ágil, conformada de ideas y frases perfectamente articuladas que pueden comprender tanto lectores principiantes como expertos, capaces de desentrañar los intríngulis de la estructura narrativa y con esto alcanzar el deleite estético de la buena lectura.