La gloria de la raza – XXII

By on diciembre 25, 2020

XXII

Mendicidad

Un problema que los habitantes de Mérida comenzaron a enfrentar en 1906, de acuerdo con la información difundida por algunos periódicos locales, fue la mendicidad. Los practicantes de ella eran exclusivamente chinos ancianos, ciegos y tullidos, que se instalaban diariamente ante las puertas de la catedral, en la entrada del mercado y en la llamada “Calle del Comercio”. El asunto mereció un editorial que se expresaba en tono de inusitada alarma.

Al baño siguiente se había extendido a otras calles, entre ellas las que, con su nomenclatura y cruzamientos actuales, correspondían a la 60 con 63 y 65, y esta misma entre la 58 y la 60. El redactor de esas notas comentó que los menesterosos imponían a aquellos rumbos un aspecto de miseria que no le parecía representativo de la ciudad en su conjunto.

Este fenómeno social, designado “el peligro amarillo”, fue descrito con crudeza y repugnancia en la prensa de la época. Ella hizo recaer la responsabilidad de su proliferación en los ciudadanos irreflexivos que, a su juicio, ejercían una piedad mal entendida que auguraba nuevas oleadas de inmigrantes paupérrimos en solicitud de la caridad del prójimo.

A los mendigos se les atribuyó también ser explotados por sus parientes y por grupos organizados que hallaron en esa actividad un recurso para medrar a expensas de ellos y de los espíritus altruistas. Todo parecía indicar que no se trataba de un acontecimiento fortuito, sino de la traslación a tierras yucatecas de un sistema aplicado eficazmente en China desde tiempos remotos. El de menesterosos era uno de tantos “gremios comerciales” que disponían de una estructura jerárquica y ramificaciones en cada una de las provincias de ese país asiático.

Es probable que aquellos indigentes hubiesen formado parte de las primeras generaciones de expatriados que, al ver disminuida su capacidad productiva y ante la imposibilidad de competir con jornaleros más jóvenes, optaron por ocuparse de ese modo. Su condición social y económica desventajosa les impedía abrigar la mínima esperanza de regresar a la tierra de sus antepasados.

El remedio que los editorialistas vislumbraron para combatir dichas prácticas consistió en conminar a la ciudadanía a que abandonara su costumbre de socorrer a los chinos empobrecidos, pues de lo contrario contribuirían únicamente a agravar sus penurias. Sugirieron, en cambio, que la gente diese su apoyo decidido a las instituciones de beneficencia que, al ampliar sus recursos, podrían atender a una mayor cantidad de necesitados. Con el crecimiento de la ciudad, los chinos perderían la primacía que ostentaron en esa actividad penosa y lacerante.

 

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“El peligro amarillo”, El Peninsular, Mérida, año III, núm. 838, 15 de noviembre de 1906, p. 1.

“La plaga de la mendicidad”, Diario Yucateco, Mérida, año I, núm. 8, 2 de marzo de 1907, p. 1.

“Consecuencias de la inmigración china”, Diario Yucateco, Mérida, año I, núm. 68, 22 de mayo de 1907, p. 1.

“Un trust de mendigos en China”, Diario Yucateco, Mérida, año I, núm. 176, 26 de septiembre de 1907, p. 5.

José Juan Cervera

Continuará la próxima semana…

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