La Aventura Musical de Coki Navarro – XXI

By on septiembre 3, 2020

XXI

Continuación…

Se acerca a mi casa William Paredes. Un joven como yo, pero que toca la guitarra y canta con voz agradable y bien timbrada. Vamos a ensayar. Seguimos ensayando todos los días y junto con “Polo” formamos un nuevo trío. Ya estamos conversando y haciendo planes para irnos a Veracruz. Inquietud es sinónimo de juventud, y juventud de lucha.

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Mi “pelea” comenzaba nuevamente; aún con las huellas que dejan para siempre unas noches del brazo con la muerte, y otras más con la muerte rondando mi lecho. Pero, ay mamá Inés, qué bien te ves. A cantar, aunque sin voz, pues la mía era apenas un murmullo, ya que todo mi cuerpo rendía el cincuenta por ciento de lo normal, y en mi voz se notaba claramente el resultado de mi debilidad.

Siguen pasando los días y un domingo nos ponemos a conversar lo bonito que sería ir a México a intentar nuevamente triunfar. Retornan los sueños y las fantasías. Vuelven los delirios artísticos a volar en mi mente y comienza mi corazón a latir con más fuerza que antes. Qué caray, tenemos que irnos a México. A México… A México… Un buen día me encuentro preparando mi ropa y un traje (el único que me quedaba entero) que al probármelo me perdí en él. Hombreras anchísimas, cuello descolorido igual que los puños, hubo que soltarle a los bajos, pues había crecido durante mis fiebres agónicas, la cintura se le metió, pues no había manera de ponerme la correa sin que se hicieran unos pliegues alrededor. Qué tragedia de alta costura. Pero me ajusté el traje y vámonos cuates, que ya Coki Navarro vuelve a ser “campeón”. Nos embarcamos en algo que parecía un velero pero sin velas. Ahí van tres corazones temerarios, mas no valientes, pues la valentía todavía no podemos aquilatarla en nosotros. Lo mismo nos daba estar en alta mar, que en la noche más negra entre perros más rabiosos que un gitano en la guerra, llevando nuestras serenatas. Ahí se van otra vez “Los Jilgueros”.

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Cuatro días de lento viaje. Algunas horas de ensayar y muchas veces de comer cuanto nos daban. Noches de luna en el Golfo de México y por fin Veracruz con su Balajú y su Son Huasteco y su Cascabel y sus caderas con nerviosidad cimbrante. Divisamos el faro con sus destellos luminosos de salvación marinera. Aquí estoy de nuevo, mi Veracruz hermoso.

Llegamos al muelle y todos los amigos veracruzanos están esperándonos. A Polo, para saludarlo, a William Paredes para conocerlo, y a mí, para ver si era cierto que aún vivía, pues era increíble que un cadáver volviera a la vida.

Abrazos con calor de amistad y hermandad. Fiesta desde esa noche. Alegría de jarochos heroicos y danzón de morenas de fuego y ternura, con sonrisas que derraman ardor y encienden hogueras en el alma. Gente que transmite vibraciones de carne jarocha y cadencia con ritmo de música porteña. Gente… gente que palpita con los luceros de Agustín Lara, y taconea con el arpa de Huesca y sus jaraneros, y ama y canta y huele a brisa del mar. Familias de hombres de brazos fuertes y manos encallecidas, pero de corazón suave como la seda que cubre las caderas donde brinca la carne temblorosa de sus airosas mujeres, que bailan con paso bonito y zapato blanco al son de la música veracruzana.

Cantamos y tocamos todos juntos. Termina la reunión y a descansar. Me recibe la señora en el lugar donde meses antes habían sacado mi moribundo cuerpo. Llora con llanto de mujer que tiene hijos que también andan lejos aventurando y ella piensa que a lo mejor alguno de ellos podría estar en ese momento, como yo lo estuve en el pasado tétrico, pero superado.

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Con la experiencia que ya teníamos, los amigos del ambiente artístico y una mejor preparación, no fue muy difícil caminar entre la radio y, por qué no, a los Portales a ver qué turista o amigo nuestro quiere alegrar un poco su vida o ponerse melancólico escuchando una canción. A pasar el sombrero entre los parroquianos.

Compramos algo de ropa, juntamos unos pesos y la emprendemos al D.F., a  luchar en este monstruo de concreto con vida nocturna y agitada que contagia y cautiva.

Yo me dirijo a ver a mis antiguos amigos artistas. Me presentan con un empresario y comenzamos a pasar algunos programas en la XEW de México. Nos cambiamos de nombre y para bautizar al trío le llamaremos ahora “Los Marinos” en honor, decimos, de nuestros pescadores progreseños y los veracruzanos, así como por los marineros que tantos favores nos dispensaron y siguen haciéndolo cuando hemos acudido a ellos para que nos lleven de Progreso a Veracruz y de Veracruz a Progreso. En honor a todos los valientes hombres de mar.

Nuestro tema era: Y NOSOTROS LOS POBRES MARINOS… HEMOS HECHO UN BARQUITO DE VELA… PA’… VIVIR EN EL FONDO DEL MAR, PUES YA NO SE PUEDE VIVIR EN LA TIERRA.

Nos pasábamos casi todo el día ensayando en algún estudio desocupado de la radiodifusora XEW que se escucha en toda la América Latina.

Su director en esa época era un señor de apellido Guzmán. Nos lo presentó un paisano y nos ayudó esta buena persona con un programita en que, por indicaciones de Pablo Beltrán Ruiz, nos colocó para suplir a quienes, por causas justificadas o no, faltaran a sus programas. Así, de suplentes unas veces, y otras en lo que pudiéramos conseguir, la fuimos pasando sin pena, pero con Gloria, una de las meseras del café de la W que era “muy gentil” y muy ardiente. En verdad, no pudimos elevarnos más de un centímetro del suelo y todo quedó en buenas intenciones. Nuestro compañero “Polo” encontró enseguida un empleo, y William y yo pues nos despedimos deseándonos la mejor de las suertes. William, buen trovero, se colocó de inmediato en un conjunto, ¿y yo? Pues a peregrinar.

Coki Navarro

Continuará la próxima semana…

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