El Alma Misteriosa del Mayab – XXII

By on mayo 12, 2022

Leyendas del Mayab

XXII

ESTA ES LA LEYENDA DEL CH’OOM

Feo y repugnante es el ch’oom. Así se llama en idioma de estas gentes mayas el zopilote o aura tiñosa.

Feo es el ch’oom y repugnante. Sus plumas negras son rígidas y duras y sin brillo alguno, y su cabeza es monda y con arrugas en la piel pelada. Saltando sobre la tierra sus movimientos son torpes y ridículos.

Pero vuela muy alto, tan alto que a veces va más allá de las nubes hasta empequeñecerse tanto que parece que se esfuma. A veces también se le ve quieto en el aire, sin mover las alas, como si estuviera suspendido de hilos invisibles o se dejase mecer sin esfuerzo alguno por el viento. Volando en las alturas sí adquiere movimientos de rítmica elegancia. Traza parábolas, vuela a veces como si volara de lado, y una de sus alas parece entonces como una cuchilla que tajara el viento.

Busca en los muladares su alimento. Cuando desde arriba descubre lo que ha de saciar su apetito, ronda primero el lugar en vueltas que va estrechando, hasta caer sobre lo que ha de saciarlo, que ha de ser cosa infecta.

Feo es el ch’oom, pero la leyenda asegura, por boca de indios, que allá en los tiempos de esplendor de la raza maya no era así, sino antes al contrario fue un ave bella y selecta. No era negro su plumaje sino de varios matices y en la cabeza lucía un haz de rizadas plumas; pero aquel pájaro era muy glotón, y lo sigue siendo y fue víctima de su gula castigado por los dioses.

Aquella tarde el indio que de vuelta de sus labores campesinas platicaba conmigo a la puerta de su choza, viéndome bajo un árbol de ramas peladas, me dijo:

-Ese árbol está así porque allí duerme el ch’oom. Aléjate de ese lugar, pues hay varios posados en él y alguno puede ensuciarte la cabeza y quedarás enfermo y calvo, pues su excremento da lo que se llama tiña.

Seguí el consejo que nada es mejor que atender los consejos de los indios en estas cosas que conocen a maravilla, y de aquí vino el narrarme la leyenda.

-Un día, me dijo, había una gran fiesta en el reino de Uxmal dedicada al dios bueno que da la vida y su aliento, y que maneja los vientos saludables. Con tal motivo el rey mandó a preparar una gran comida en la terraza de su palacio. Había invitado para ella a otros príncipes, y sacerdotes y guerreros de los reinos cercanos, y era mucha la magnificencia con que se anunciaba la fiesta.

Muchos pavos del monte, muchos venados, muchas aves de las más ricas carnes habían sido preparadas para el festín suculento, y grandes ollas del báalche’ más embriagador.

Llegada la hora la servidumbre real comenzó a preparar el servicio sobre matizadas esteras de palmas tendidas en la terraza, bajo un gran toldo ornamentado de plumas suntuosas.

Pero un ch’oom que en esos momentos se cernía en las alturas atisbaba con ojos codiciosos los magníficos preparativos. Se le abrió inmediatamente el apetito, y pensó primero en aprovecharse él solo de tantos riquísimos manjares, pero reflexionó que no podría con tan abundantes platos y dio el soplo a algunos de sus congéneres invitándolos a secundarlo en sus planes. Se dice que desde eso el ch’oom vuela solo rara vez, prefiriendo hacerlo en compañía de otros, porque supone que puede presentarse un caso semejante. Allí donde se ve uno, a poco se ve a otro, y luego a varios.

El caso era difícil. Se trataba nada menos que de una fiesta ofrecida por el rey al dios bueno que procura la vida y podía salirles mal la aventura. Pero sucedió lo que no es raro en estos casos, y es que pudo más el interés que el miedo, y resolvieron los golosos, previo rápido cambio de impresiones, jugarse el todo por el todo.

Concertando el plan, se pusieron en acecho y en un momento en que las viandas que se iban disponiendo en amplios y ricamente ornamentados cajetes, quedaron solas sobre las esteras mientras los servidores habían ido a la cocina en busca de más, los animales al aviso del instigador cayeron violentamente sobre el servicio y presurosos devoraron todo lo que pudieron.

Pero quiso la mala suerte de aquellos pillos que, cuando creían terminada ya felizmente la aventura, apareciese el rey con su deslumbrante séquito, y cual no fue su enojo al ver el saqueo que habían hecho. Llamó el rey inmediatamente a sus flecheros para que les diesen justo escarmiento, pero fue inútil, pues rápidamente los pájaros habían alzado el vuelo y ya se mecían en alturas en que era imposible los alcanzara flecha alguna, ahítos, contentos y hasta irónicos.

Pero el rey no estaba dispuesto a dejar sin castigo el desacato. Llamó a los sacerdotes para consultarles el caso. Tres días con sus tres noches estuvieron encerrados en el templo mayor de Uxmal consultando la voluntad de los dioses, pues se estimaba que se había cometido hasta un sacrilegio.

Las aves al huir habían dejado caer algunas plumas, y éstas habían servido a los sacerdotes para exponer en el templo como prueba de la fechoría de los irreverentes glotones. Y allí habían quemado las plumas hasta reducirlas a polvo negro. Al finalizar el tercer día bajaron e hicieron saber al rey que los dioses habían ofrecido castigar a las aves, previas ciertas ceremonias.

Tomaron el polvo negro, diluyéndolo en agua estancada hasta volverla negra también y esperaron a que apareciese algún ch’oom. No tardaron éstos en presentarse. Primero fue uno, luego otro, y otros después. Entonces los sacerdotes, pronunciando las palabras rituales, rociaron el cielo con el agua negra, lanzándola muy alto por donde habían aparecido, y se vio que el líquido había tocado el plumaje de los animales.

Estos forzaron el vuelo tratando de escapar de la rociadura fatal, más no la pudieron evitar. Pero subieron muy alto en su atolondramiento, tan alto que se acercaron al sol el cual con sus rayos les quemó la cabeza. y he ahí porque desde entonces quedaron calvos. Confusos y tristes bajaron luego en busca de sus árboles, pero cuando bajaron ya habían perdido su plumaje de color y se habían vuelto negras y secas y ásperas sus plumas.

Pero no paró aquí el castigo. Fueron condenados también por su gula a no alimentarse sino de las inmundicias de la tierra, y en efecto, de eso se alimentan. Y tan sucio es desde entonces ese animal que hasta despide de sí un hedor repugnante, y la cabeza humana sobre la cual deja caer su excremento sufrirá de tiña y quedará horriblemente pelada como la del mismo ch’oom.

Por último, y como para colmo de castigo, hasta los mismos árboles que escogen para guarecerse de noche, pelados quedan también y mueren pronto.

Luis Rosado Vega

Continuará la próxima semana…

 

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