Editorial
El obligado calendario escolar de septiembre a junio de cada año, vigente en todos los niveles educativos, ha fortalecido la costumbre peninsular de asumir el periodo julio-agosto como de exámenes escolares y vacaciones, en ese orden.
El mes de agosto es llamado “de Temporada”, calificando con ese vocablo al octavo mes del año. La costumbre meridana era acudir a los puertos cercanos donde otrora se podían conseguir en alquiler por los meses de julio y agosto residencias modestas o de muy buena calidad, con servicios de agua, energía eléctrica, equipamiento para cocina y comedores y, sobre todo, espacios que contasen con hamaqueros para que estos necesarísimos lugares permitiesen el uso de nuestras cómodas y frescas hamacas yucatecas, para mecerse y dormir un delicioso descanso diurno o nocturno, con la brisa marina como acompañante.
Desde luego, no era igual la entonces vida cotidiana en las casas calurosas de Mérida, que era de una convivencia distinta, agradable sí, y también digna de registrarla en los recuerdos.
Fuesen casas propias o rentadas, el disfrute era lo único que por entonces se tomaba en cuenta.
Ir “de temporada” era ir en busca de la fresca brisa marina a los puertos, así hubiese que empeñar bienes u obtener préstamos, muchas veces con intereses elevados.
La temporada era, aún es, una ruptura con la rutina, los compromisos, los problemas cotidianos, con el aburrimiento de una vida metódica.
Aquí si era aplicable que era un “cambio de aires”, para posteriormente retornar a Mérida y otros municipios con nuevos bríos para seguir adelante.
¡Nostalgia pura por esos agradables momentos familiares!
