Visión social y apocalíptica en la narrativa de Alejandro Ordorica

By on junio 4, 2020

“Nada tan cierto como la muerte”

Séneca

Aída López

Si “el dinero atrae dinero”, los libros atraen libros, afirmación que hago porque en más de una ocasión he asistido a presentaciones de libros y salgo con uno o varios más que el del motivo por el cual me encuentro ahí. Esto mismo me sucedió con Días Terminales: llegó a mí de propia mano de su creador, Alejandro Ordorica Saavedra, cuando coincidimos en un evento literario. La mente, presurosa, asocia palabras e imágenes. No puedo negar que, por el título y la portada de un arcángel, presagié una lectura dramática y hasta triste. Bien dicen que las apariencias engañan y, para mi asombro, la narrativa, en ocasiones de humor negro, fue desvelando la commentatio mortis del autor.

Editado por Lectorum, en la colección Marea Alta, Días Terminales (2019) tiene en la portada una imagen de la pintura “El relámpago de Arcángel”, de la artista visual Martha Chapa, que fue creada con técnica mixta para tal fin, recreando la primera historia, sobre la cual abundaré más adelante.

A través de la lectura de los cuentos comprendemos el concepto “terminal”. La palabra no siempre significa la extinción definitiva de algo, a veces es utilizada como el punto de llegada y/o partida –entiéndase cambio-  de una costumbre, práctica, ideología o hábito. La dualidad de la acepción es manejada con habilidad narrativa por Alejandro quien, en cada una de las 21 historias que conforman el libro, nos va presentando situaciones y personajes pasivos o activos que están ante un cambio inminente. De lo anterior se desprende que los cuentos estén divididos en dos secciones: Del aquí al ahora y 2050.

“Tengo miedo a la inmortalidad,” refería Jorge Luis Borges a su cansancio de ser Borges. Esto mismo podríamos vislumbrar en Fernando Montero, el protagonista de Final de serenata quien, en una noche de parranda, decide llevar serenatas a su novia, amante y esposa y al final pudo bien ya no querer seguir siendo el Montero de siempre. Quizá esa noche fue un día terminal en su larga carrera de casanova.

Alejandro Ordorica no niega la cruz de su parroquia; su tránsito por el Congreso y el Servicio Público permean sus tópicos de interés y la forma de abordarlos, siempre con una visión social. Asimismo, apocalíptica, como en Cierre extraterrestre y La Estocada de Teseo, narraciones que se desahogan en el recinto legislativo, ambos con finales insospechados. El segundo denota interés y preocupación del autor quien, siendo conocedor y aficionado a los toros, avizora el posible día terminal de la Fiesta Brava. El dominio del lenguaje taurino lo apreciamos desde el título, cuya alusión es al Minotauro que morirá por el espadazo del mismísimo Teseo.

La estética de la mitología griega embellece la mayoría de los textos, como en Todo incluido, donde un septuagenario, el día terminal después de 45 años de trabajo, decide ir a un bar y, ante el asombro de una joven meretriz que no alcanza a comprender si es por el efecto de las copas, en analogía le cuenta el mito de Zeus y Leda. El final de la historia también es mitológico, y queda a la interpretación del lector.

La mirada panóptica del escritor enriquece sus textos. Sus preocupaciones y prospectivas lo llevan a reflexionar acerca de la justicia, la equidad de género, la diversidad sexual, el calentamiento global, la eutanasia, las religiones y sectas, las motivaciones humanas y la relación de pareja, entre otras intertextualidades. La variedad de técnicas y recursos en el planteamiento dotan de versatilidad y novedad cada uno de los relatos.

En De sol a sombra, Ordorica toma, sin tomar partido, una actitud inteligente ante temas polémicos como la infidelidad y las relaciones homosexuales de hombres y mujeres. Así queda asentado en cada uno de los tres casos que aborda el conferencista De amor y contra amor en una universidad. Si bien el psicoanalista se mantiene distante de las palabras, no puede hacerlo de sus sentimientos. La sombra de la duda oscurece su relación, y duda de  su pareja, que salió a tomar el café con una amiga mientras él impartía la cátedra, siendo que el nombre de ella es coincidentemente el mismo del primer caso expuesto.

MORGUE son las siglas del Movimiento Renovador de las Garantías Universales para la Eutanasia, utopía de Víctor del Muro en 2050 para garantizar el cumplimiento de la fecha y la hora en que cada uno decidirá su muerte. Siendo algo deseable, mas no real, el personaje en cuestión, enfermo terminal, tiene una ingeniosa salida para cumplir su deseo de bien morir. En contrasentido ¿quién estando en plenitud no ha deseado vivir más de cien años? Club Matusalén especula acerca de la longevidad. Pocos en el planeta han sobrepasado el centenario de vida, y el cuento discurre cuál podría ser la causa de muerte entre este sector, teorizando que lo somático podría minar la salud física. Lo deseable termina siendo indeseable, a pesar del anhelo de perdurar para siempre, o morir lleno de días.

Ni despierta ni desnuda, cuento que da cierre a la colección, narra la historia de un alpinista de la “La mujer dormida”. El Iztaccíhuatl es otra de las víctimas del calentamiento global y la tala “lampiña por la depredación de los talamontes”. Ordorica, en una suerte de distopía, presagia el derrumbe del volcán, “Pronto comprobó que se desmoronaba la agrietada tierra y perdía gradualmente su estético perfil: busto erecto, curvada cadera, piernas elegantes…y si acaso pies ligeramente puntiagudos, que le daban un toque singular.” Sirva la catástrofe como metáfora por las mujeres desaparecidas en el país.

Los últimos dos cuentos a los que me avocaré inician las dos partes que integran el libro: Arcángel y El último día de Adán (dedicado a Martha Chapa), ambos con inconfundibles referencias bíblicas. Sería aventurado asegurar que fue casual o si hay alguna intención del autor y/o editor respecto a la curaduría de la obra. Lo que sí es evidente es la presencia de la Biblia en la literatura de Alejandro Ordorica, quien en varias historias trata de manera directa o metafórica pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento.

El escritor, con ingenio, aborda la equidad de género en un utópico 2050, El último día de Adán. Adania había logrado la igualdad de condiciones laborales, reducción de la violencia física y verbal, entre otras conquistas. La activista, inmersa en la selva amazónica y con la ayuda de un chamán, en un ritual simbólico, disolvió el tándem hombre-mujer: “Amigas y compañeras, hoy finiquitamos por fin esa historia milenaria y decadente de que las mujeres provenimos del varón…” y en un acto inusitado dio fin al dogma católico.

En Arcángel, el primer cuento Del aquí al ahora, mismo que ilustra la portada, Alejandro perfila a un hombre que se cree el arcángel San Miguel y asume la tarea de ángel vengador. Descriptiva y reveladora resulta la premeditación con la que Juan José del Divino Corazón Ramírez Juárez espera el 29 de septiembre –día de la celebración del arcángel– de cada año, para ajusticiar a los delincuentes de su entorno. Los detalles con que enumera las prendas logran hacer vívida la imagen: túnica de rojo intenso, uniforme de centurión romano, cinturón y sandalias doradas, pectoral y escudo laminados en oro, filosa espada y las alas de pluma de ganso que le cosió su madre. Atuendo que otorga al solitario hombre poderío para cometer un promedio de tres crímenes esa noche, siendo que los otros 364 días del año se desempeña en el comercio informal.

Días terminales no es la aniquilación definitiva. La amplia biografía de Alejandro Ordorica Saavedra y su incursión en varios géneros literarios, además de diversos cargos públicos y de liderazgo en los que ha transido, permiten que aborde con peculiaridad el tema de la muerte o el fin de una etapa. Sus vastos conocimientos e intereses por los problemas de la humanidad, aunados a su vocación de escritor, se aprecian en cada uno de sus textos en los que abunda un léxico culto, especializado que, en combinación con las figuras literarias, logran ideas con fondo y forma. El autor sabe de la importancia de la referencialidad, y no desaprovecha la oportunidad para incorporar la estética de la mitología griega en sus relatos, un regalo para el lector.

Ordorica, con tres poemarios, sendos libros de ensayo y crónica, un primero de cuentos (Saldos de cielo y tierra) y tres más de temáticas varias, se está consolidando, sin aspavientos, como un escritor con voz propia y singular. Tan singular que, cuando leemos Días Terminales, hasta la muerte nos sabe.

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