Península, Península: viaje a la semilla de Hernán Lara Zavala

By on enero 3, 2020

“Por eso tengo que volver a tantos sitios venideros,

para encontrarme conmigo y examinarme sin cesar…

Pablo Neruda

Sin entrar en alineaciones mágicas o correspondencias misteriosas, el viernes 13 de diciembre tuve nuevamente entre las manos Península, Península, del escritor Hernán Lara Zavala, el mismo día del aniversario luctuoso 171 de Cecilio Chí, uno de los protagonistas de la premiada novela reimpresa una docena de veces, y ahora en una segunda Edición Conmemorativa por el Décimo Aniversario de su publicación en 2008. Digo nuevamente, porque la primera vez que comencé a leerla, hace seis años, se me extravió en mi última mudanza. Esta vez la leí en cuatro días, no por temor a perderla, sino porque la escritura acendrada me fue adentrando al punto de no poder abandonarla.

Península, Península, con el sello Alfaguara, es la última de la tetralogía que aborda la temática peninsular, su proyecto más ambicioso, en palabras del autor. Novela que le ha proporcionado grandes satisfacciones al ser seleccionada entre otras, por la Academia Mexicana de la Lengua para representar a México ante otras propuestas de las academias Hispanoamericanas, siendo distinguido con el Premio Real Academia Española (RAE) en 2010. Al primer libro publicado en 1981, De Zitilchén, le siguió en 1990 Charras, y Viaje al corazón de la península, en 1998. Entre estos, publicó otros títulos de narrativa y ensayo como Bajo el mismo cielo (1987), por el cual fue galardonado con el Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para obra publicada.

A más de una década de Península, Península, es difícil decir algo que no se haya escrito de la obra y trayectoria de Hernán. Carlos Fuentes, Emmanuel Carballo, Seymour Menton, entre muchos otros reconocidos literatos, han elogiado la novela, también galardonada con el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska en 2009. Me centraré en la estructura y la psicología de algunos de los personajes nacidos de la imaginación de su creador.

Ambientada en el siglo XIX, veinte años después de que concluyera la Independencia de México, narra la cruenta guerra de clases entre indígenas de Yucatán, criollos y mestizos de la misma región, batalla que duró más de medio siglo entre 1847 y 1901, donde se perdieron cerca de un cuarto de millón de vidas, cuyo final ya conocemos pues somos resultado. Considerada una novela de perfil histórico, da cuenta del arte literario de su autor. Si bien los protagonistas son reales, existen otros de su entelequia que proporcionan un sólido soporte a la historia, personajes que, como en un tablero de ajedrez, están perfectamente acomodados en lugares estratégicos para dotarla de verosimilitud y continuidad.

La novela inicia con “El baile Verde”. Antes de entrar a la fiesta, Lara Zavala despliega su veta poética y hace una sublime descripción de la península: …Corre el agua bajo la piedra caracol, esponja y anémona, bajo la piedra flor, la piedra serpiente, la piedra escrita… Pero bajo la loza pétrea, ahora cubierta de maleza, corre también un río de palabras, de voces y de historia… De haber nacido en otros tiempos, tal vez este sería el momento de la invocación. Diría Canta musa celeste, canta, inspira mi atribulado corazón…” Este capítulo es crucial debido a que se presenta a la mayoría de los personajes, a la vez que plantea la problemática de la inconformidad de la población por la esclavitud impuesta por los “celestes”. El color verde en vestidos y corbatas, metáfora de la esperanza, se ve mezclado con los atuendos rojos del bando contrario, quienes sin aviso arriban al recinto, en una suerte de presagio que avizora el escritor.

Hernán ingeniosamente le da una doble dimensión al personaje real del escritor Justo Sierra O´Reilly, cuyo seudónimo era José Turrisa (personaje ficticio en la novela). Es así que la historia goza de dos narradores: uno que vivió la beligerancia indígena, y otro que lo mira en lontananza en la época actual, y además mantiene un diálogo con el lector a través de reflexiones de los hechos y la misma novela.

El corpus de 449 páginas –XXVI capítulos y el epílogo–, en un lenguaje directo, ausente de ripios, delinea hechos, motivaciones, traiciones, debilidades de personajes diversos y una sinfonía de texturas, sabores, olores, sonidos y visiones.

Sabores como los sabrosos y apetecibles merengues de los que gustaba Celestino Onésimo Arrigunaga, obispo de Yucatán, Cozumel y Tabasco. Regordete, rollizos brazos, rodillas rosadas y voluminosas, quien parece que se ajustaba a las máximas “Eres lo que comes” y “Las cosas se parecen a su dueño”, por sus toallas blancas y felpudas. El joven Celestino, en sus años mozos, también tuvo sus arrebatos carnales cuando la sirvienta, menor de edad, le lavaba los pies como a un apóstol antes de acostarse a dormir, quizá una señal divina. El acto de la seducción y la cópula está descrito intercalando la Letanía (súplica) Lauretana a la virginal Chavelita, quien quedó preñada en un santiamén, pero iluminó la vocación del joven.

Desde tiempos bíblicos, la mujer ha sido la causante de la perdición de los héroes. Así Sansón terminó en los brazos de la enemiga Dalila; por Helena ardió Troya; parte del territorio mexicano se perdió por un desliz de López de Santa Anna, y no fue la excepción la guerra de castas. Cecilio Chí, uno de los líderes que encabezaba la batalla, murió de un machetazo en la cabeza que le propinó su secretario y amante de su también amante María, en contubernio con esta. Lara Zavala recrea el hecho con diálogos eróticos y magia propia de la región. María, además de sus encantos, recurre a la hechicería de doña Mech para efectuar la ceremonia de Kaynicté y “abrirle el corazón al ingrato”. Invocando al Kizín, las dos mujeres se desnudan en torno a una hoguera. En el ritual, María es poseída por la víbora de cola bifurcada Chayilcán: No temas, no te va a hacer daño, lo que busca son senos lactantes. Pero le gustan también los senos de jóvenes hermosas. Huele tu cuerpo de mujer… Te siente con su lengua y recorre tu cuerpo con sus escamas frías hasta convencerse de que quieres ser suya…”. A la consigna de “Caerá” y brebajes –“Con esta agua prepara un chocolate para tu hombre”, Anastasio termina cayendo en lo que será el principio del fin del triángulo amoroso y, en consecuencia, la batalla intestina que, aunada al comienzo de la época de siembra, se irá debilitando hasta que Benito Juárez divida la península en Yucatán, Campeche y Quintana Roo, dejando este último territorio a la raza indígena.

Existen otras seductoras que para bien o mal de los héroes los debilitan como Lorenza, quien creyéndose viuda y por culpa de un murciélago, termina en la cama con el novelista Turrisa, prometido de la hija del gobernador. Es a través del diario que escribe Miss Bell, llegada de Londres como institutriz de una familia acaudalada de Hopelchén, que tenemos la visión del extranjero que da fe de las desigualdades e injusticias siendo, sin proponérselo, una más de las tentadoras en ese paraíso perdido.

Otro extranjero que da soporte a la historia es el médico Patrick O. Fitzpatrick, proveniente de la Colonia Inglesa, descrito por el autor como misántropo, misógino, alcohólico y palúdico, que renunció a los placeres sexuales con una joven maya que curó y que en agradecimiento se quiso entregar a él. No así adoptó a un perro callejero: Pompeyo.

Respecto a la elección de la temática, el autor reveló que, cuando le informó a su padre, oriundo de Campeche, sus deseos de ser escritor, este le sugirió que escribiera un tema que aún no se había tratado novelísticamente: La guerra de castas en Yucatán. Ante semejante reto se avocó a investigaciones de campo y bibliográficas durante diez años. Estando en una estancia sabática en Cambridge, Inglaterra, entre 1997-1998, escribió la primera parte, para después retomarla en 2004 hasta 2008, que se publicó.

Siendo su madre yucateca, y pasando las vacaciones con sus abuelos, Lara Zavala, a pesar de que nació en la capital, creció con las costumbres peninsulares, de ahí el arraigo que siente por la tierra de sus padres.

El postgrado en novela que realizó en la Universidad East Anglia, en Inglaterra, explica en parte su prosa culta, pulcra, directa, natural y sencilla. Con las palabras necesarias reconstruye el pasado, deslizando al lector con una suavidad imperceptible al momento y al lugar de los hechos, contagiando, conmocionando, encantando, sin dejar de imponernos ante la obra de un escritor de cepa que todo peninsular debe leer.

Aída López

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