La Siempre Ansiada

By on diciembre 22, 2016

Mamacita linda

La Siempre Ansiada

Hay ciudades mexicanas que se avienen mejor con el desarrollo de ciertos temas en el contexto de la narrativa literaria. Es así cuando destacan en ella tradiciones, recuerdos y relatos que identifican popularmente, con estereotipos y registros del sentido común, características que se atribuyen a los habitantes de algún espacio geográfico. Así, Guadalajara como capital (“la dulce, la lírica, la siempre ansiada…”) y Jalisco como estado, parecen lugares idóneos para hallar –acaso menos hoy que en otros tiempos más románticos– hombres valientes y desenfadados, de vistoso atuendo y deslumbrante gallardía, capaces de cautivar a mujeres que sólo esperan la oportunidad de caer rendidas a sus pies.

Julio Sesto, español de nacimiento y radicado en nuestro país desde joven, abordó en varias de sus obras la transición del régimen porfiriano al México que la lucha revolucionaria se propuso moldear con perfiles inéditos en el terreno de las reivindicaciones sociales. Este paso decisivo en la historia nacional trajo consigo muchos cambios en las costumbres, no únicamente entre las clases populares, sino también en la pequeña burguesía y en los sectores pudientes de añoranzas aún frescas, con agudos deseos de recomponer sus sobresaltadas vidas.

El divorcio fue una de las prácticas que la nueva legislación cobijó, pero la disolución del matrimonio no fue recibida igual en la metrópoli que en provincia, y son estas variaciones las que dan curso a la trama de la novela ¡Mamacita linda!… (Las divorciadas), que Sesto terminó de escribir en 1927, y cuya segunda edición apareció en 1948. El libro tiene una estructura sencilla, en tanto que su forma de expresión se distingue por hacer uso abundante del lenguaje coloquial, como acaso pueda escucharse aún en los ambientes rurales y semiurbanos de algunas partes del territorio mexicano.

De acuerdo con lo que postula esta novela, el primer divorcio que atestiguaron los tapatíos causó sensación, no únicamente por la novedad que representó para ellos sino porque sus protagonistas se vieron envueltos en escándalos y hechos de sangre que derivaron de su separación. La psicología de sus personajes –incluso de los secundarios– está bien delineada, a pesar de la sobriedad de sus trazos, y es memorable el capítulo en que Porfirio Díaz se despide de su compadre abogado, padre de la mujer que habría de sacudir a la sociedad jalisciense al separarse legalmente de su esposo.

Se observan también algunas referencias al suelo yucateco, y particularmente a la Ley de Divorcio que se instauró en el estado durante el gobierno de Felipe Carrillo Puerto, como cuando uno de los personajes alude a los divorcios consumados gracias a las gestiones del ya por entonces difunto abogado Guzmán, comparándolos con los de este rincón del sureste mexicano: “–Y aquello no era nada. Hay que ver los divorcios que se hacen hoy. En Yucatán los despachan con una rapidez escandalosa…”

La malograda pareja de esta historia se unió al principio cuando Dalia acogió benévola el piropo que da título a la obra, a pesar de su vulgaridad de origen o más bien gracias a ella, al pronunciarlo Ezequiel con espontaneidad y encanto, haciéndolo brillar por encima de los retorcimientos retóricos que le prodigaban otros admiradores de menos vibrante expresión. “Habíase puesto de moda aquel piropo, los muchachos de Guadalajara, cuando pasaba una buena moza por los portales, le soltaban aquella flor criolla, resumen de todas las ternuras mexicanas.” En alguno de los pasajes de la narración se escucha con insistencia la misma frase en labios de un gringo que lamenta el abandono de su novia, cuya sangre latina encendiera sus sajonas ansias.

No obstante pensar y expresarse como macho, Ezequiel escribe apasionados versos a su amada, que el autor inserta en distintos puntos del relato, haciendo énfasis en sus momentos más intensos. Cabe recordar que uno de los poemas más populares de Julio Sesto es el que lleva por nombre “Las abandonadas”, que comparte título con otra de sus novelas.

Sesto también escribió poemarios, crónicas y ensayos. Se dedicó igualmente al periodismo literario. Apenas en 2014, El Colegio de San Luis reeditó su Bohemia de la muerte (1929), cuyo subtítulo es Biografía y anecdotario pintoresco de cien mexicanos célebres en el arte, muertos en la pobreza y el abandono, y estudio crítico de sus obras. Sus demás libros aún esperan el favor de nuevos lectores y el interés de investigadores del campo de las humanidades.

Julio Sesto, ¡Mamacita linda!… (Las divorciadas). Segunda edición, México, El Libro Español, 1948, 216 pp.

José Juan Cervera

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