CXI
EL NIÑO CARITATIVO
Llegaron los exámenes. Raimundo
sobre todos quedó sobresaliente:
niño amable, estudioso y diligente,
recibió el parabién de todo el mundo.
Su padre, transportado,
–como un hombre, Raimundo, te has portado
y la madre llorando lo bendijo
entre abrazos y besos.
–Te tengo un velocípedo ofrecido
por tu buena conducta y progresos:
cuando salga tu padre, hijo querido,
a comprarlo, con él marcharás junto,
–Pues a traerlo a punto
exclamó el caballero.
Solamente, Raimundo, que primero
al hospital iremos un instante
tengo que visitar a un pobre amigo…
Pasaron adelante…
Fue Raimundo sosiego
de un cuadro tan sombrío y lastimoso,
tantos males sus ojos contemplaron
que de ellos las lágrimas saltaron
y sintió el corazón latir penoso.
–Papá, dijo, me abruma
la desgracia que veo:
yo repartir deseo
entre esos fieles esta suma.
Cómprame el velocípedo después…
–Esa acción, hijo mío, santa es.
Repartió los diez pesos el buen niño
entre los pobres llenos de contento,
lloró el padre de gozo, y su cariño
se aumentó por tan noble sentimiento.
Rebosando placer el más profundo,
aquella tarde en el jardín rodaba
sobre un buen velocípedo Raimundo
y su madre, feliz lo contemplaba.
Sin caridad no hay dicha en este mundo.
Rodolfo Menéndez
Continuará la próxima semana…