Crónicas Retrospectivas I

By on enero 29, 2017

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Este Fondo, integrado en el período gubernamental 1976 – 1982, sentó un precedente aún no igualado de apoyo al conocimiento y difusión de temas relevantes y trascendentes para la historia del Estado. Sus integrantes originales, tres de ellos aún vivos y actuantes ahora, a cuarenta años de distancia continúan firmes en tales propósitos. Reproduciremos íntegramente a partir de este número del “Diario del Sureste”, edición electrónica, este valioso trabajo de uno de los grandes escritores locales.

Luis Alvarado Alonzo

 

INTRODUCCIÓN

Absorbido por un inmenso trabajo periodístico que iniciara en Yucatán y en el que ha continuado durante largos años en la capital de la República, el Profr. Esteban Durán Rosado ha sabido, sin embargo, encontrar tiempo para la creación literaria y la investigación y estudio de nuestro pasado. Su obra en estos terrenos no es copiosa, pero sí de calidad, con una feliz conjunción de casticismo formal, vuelo imaginativo y juiciosa interpretación. La historia vernácula, preferentemente los sucesos de significación revolucionaria, la novela y el cuento, son los campos en que se desenvuelve su numen de escritor.

Las obras que se reúnen en este volumen, que el Fondo Editorial de Yucatán publica por acuerdo del Jefe del Ejecutivo, Dr. Francisco Luna Kan, son de carácter histórico y todas tres señalan momentos significativos de la vida yucateca. La primera, que expone los esfuerzos realizados para el traslado de la Aduana Marítima del viejo puerto de Sisal al punto denominado “El Progreso”, refleja una exigencia del régimen económico del Estado que se transformaba con el advenimiento de la fibra henequenera en el mercado mundial de consumo; la segunda, “La primera huelga ferrocarrilera de Yucatán”, el despertar en la conciencia del obrero yucateco de su derecho a una vida más humana y de su decisión de lucha contra el despotismo y la arbitrariedad patronal; y la tercera, “Rebelión de don Lino Muñoz contra Victoriano Huerta”, la protesta violenta y decidida que hizo presente al pueblo yucateco en la reacción nacional contra la infamante dictadura militar establecida en el país por el asesino de Madero y Pino Suárez.

La historia siempre es aleccionadora y en los trabajos del Profr. Durán Rosado se nos brindan datos y aspectos de mucha utilidad para interpretar con mejores luces algunas de nuestras conquistas y realizaciones progresistas y el papel que en ellas ha tenido, a través del tiempo, el tesonero carácter del yucateco, su decisión de vencer y salvar los obstáculos que se oponen a su avance y desenvolvimiento, así como su rebeldía contra cualquier tiranía e injusticia.

Leyendo los alegatos transcritos en el trabajo relativo al traslado de la Aduana Marítima a “El Progreso”, encontramos cómo la clarividencia de don Juan Miguel Castro, su promotor principal, prevé la construcción en ese lugar de un puerto de abrigo, realizado en nuestros días en el Yucalpetén, cuando dice: “El Progreso” cuenta con un lago de vasta extensión que corre paralelo al mar que, uniendo sus aguas, puede formarse con él un punto de abrigo, al menos para embarcaciones de tráfico de menor calado”; y vemos también la inquietud de un pueblo que no se resigna a un status económico insuficiente para sus necesidades.

Después del traslado de la Aduana Marítima a “El Progreso”, Sisal fue abandonado a su suerte, como toda la parte occidental de la entidad, quizás más por la penuria de la época, resentida todavía de la guerra social, que por la falta de visión de los gobernantes y hombres de empresa de entonces, que tan emprendedores se nos muestran. Habría de transcurrir un siglo antes de que los Gobiernos del Estado volvieran de nuevo los ojos hacia aquellos lugares para rescatarlos del olvido a que los condenara la necesidad de promover la prosperidad sólo en las zonas en las que el cultivo del henequén ofrecía rendimientos a la inversión privada. Sisal ya no sería nunca más el principal puerto de entrada y salida de mercadería y viajeros de Yucatán, pero se reintegraría a la economía regional por otras razones: por la potencialidad salinera, forestal y turística de la población misma y de las zonas aledañas, y recibiría a su tiempo, no la penetración ferroviaria que tanto se discutió, sino una vía de comunicación más moderna, la carretera Mérida – Hunucmá – Sisal, inaugurada en1958. Su primer tramo, de 29 kilómetros, fue construida bajo el Gobierno del Profr. José González Beytia, y el segundo por el de don Agustín Franco Aguilar, de 23.600 kilómetros.

En una Memoria que presentaron al Congreso de la Unión los señores Aznar y Carbó sobre la conveniencia, utilidad y necesidad de erigir constitucionalmente en Estado de la Confederación Mexicana el antiguo Distrito de Campeche, un capitán General resentido por el poco amigable recibimiento que se le hizo al desembarcar en esa ciudad tomó venganza del desaire, favoreciendo los intereses de Mérida con su empeño en la apertura de Sisal como puerto menor, ya que de esta suerte le creaba un rival a la Ciudad de las Murallas.

La cita más antigua del Puerto de Sisal la encontramos en el Códice de Calkiní, traducido del maya por el Profr. Alfredo Barrera Vázquez y editado por el Gobierno campechano. Habla de aquel lugar como situado en el límite norte del cacicazgo de Acanul, cuya capital era precisamente Calkiní, y añade que en sus mares el sacerdote Ah Kin Canul tenía cuatro barcos en que pescaban sus esclavos.

En cuanto a su nombre, en el Diccionario de Etimologías Toponímicas Mayas del Profr. Santiago Pacheco Cruz, vemos que el vocablo Zizal significa “lugar donde el frío es pesado o penetrante”; en el de Motul Maya Español, atribuido a Fr. Antonio de Ciudad Real, zizal es la “frescura y sombra que hacen los árboles grandes”; en el Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado de Yucatán editado por la Dirección General de Bienes Nacionales de la extinta Secretaría de Hacienda y Crédito Público, se dice que Sisal es el nombre de varias plantas, una de las cuales abunda en la región; y finalmente, Fr. Diego López de Cogolludo da al puerto el nombre de Santa María de Zizal.

Tras una vibrante exhortación del Presidente de la Unión Obrera de los Ferrocarriles de Yucatán, José Inés Peña, hecha al pie de un roble que crecía, calle de por medio, frente a los talleres de La Plancha, los trabajadores del riel acordaron lanzarse a la huelga por haber sido rechazadas por la empresa sus demandas de mejoramiento económico y de reducción de la jornada diaria de trabajo de diez a nueve horas. Ese día, 26 de abril de 1911, aquel árbol, improvisada tribuna de los irredentos clamando justicia, se hizo histórico en los anales del movimiento obrero yucateco. Los ferrocarriles lo consideran un monumento vivo, pues todavía existe. Por sus gestiones el Gobernador Ernesto Novelo torres mandó protegerlo con un pretil circular y empotrar en éste una placa conmemorativa. Esta obra fue destruida al pavimentare la calle y la placa sustituida por otra en lugar cercano.

Recordando que no obstante ser reciente la cruenta represión por las autoridades porfiristas de los movimientos obreros de Cananea y Río Blanco, los rieleros yucatecos tuvieron arrestos suficientes para lanzarse a la huelga, el Profr. Durán Rosado comenta: “… La perdieron al fin, pero ganaron enormemente todos los obreros pues ya el ejemplo estaba dado”.

Cierto. La huelga del 26 de abril de 1911, declarada bajo pleno régimen dictatorial, iniciaba el proceso de vindicación de los trabajadores en Yucatán, pese a su fracaso virtual. No logró sus objetivos fundamentales y el gran número de esquiroles que contribuyeron a frustrarla, permitiendo que el servicio de trenes no se interrumpiera, demuestra que el obrero yucateco no tenía firme conciencia de solidaridad. En los documentos cruzados entre los líderes y la empresa, se observa timidez de parte de aquellos en la modestia de sus demandas, el peso de la larga tradición de subordinación que debilitaba la postura de la masa ante la perspectiva del hambre y el desamparo; y, por parte de los patronos, la fuerza refleja del poder público, civil y militar, que apoyaba su intransigencia. La mayor significación del movimiento es moral y hay que encontrarla en la aparición de dirigentes limpios, decididos, inmunes al soborno, que con su negativa a retornar al trabajo mantuvieron vigentes las demandas de su gremio, reprobaron la solución dada al conflicto y continuaron luchando. Algunos de ellos, como Héctor Victoria Aguilar y Carlos Castro Morales, dejaron honda huella de su actuación posterior en las luchas obreras, y otros fueron sacrificados en aras de la redención proletaria, como Claudio Sacramento.

En 1974 el Profr. Durán Rosado publicó, en colaboración con el Profr. Antonio Bustillos Carrillo, la obra “Felipe Carrillo Puerto. – Los Primeros Congresos Obreros de Yucatán. – Su labor educativa”; y en 1975 “La niña de la Comba”, colección de originales cuentos que mereció elogiosos comentarios.

Para premiar su prestigiosa labor literaria e histórica, el Gobierno del Dr. Luna Kan otorgó en este año 1978, la Medalla “Yucatán” al Profr. Durán Rosado.

Mérida, Yucatán, EE. UU. MM., mayo de 1978.

HUMBERTO LARA Y LARA

Continuará la semana próxima…

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