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Balam y otros relatos (VI)

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VI

CASA DE HUÉSPEDES

III

Al día siguiente llegó una nueva inquilina, Margarita, atractiva muchacha de 18 años. Sería la única mujer huésped de la casa. Su presencia causó gran alboroto entre los jóvenes. No trabajaba ni estudiaba, era un poco misteriosa su presencia en la casa, sus padres la habían encomendado a Susanita mientras realizaban un viaje. Al parecer, Margarita sufría de algún trastorno psicológico, que poco a poco comenzó a manifestarse a través de ciertas conductas que se salían de lo considerado normal.

Todos los días, sin que tuviera algo que hacer, se levantaba muy temprano y ocupaba el baño principal, retrasando la salida de quienes tenían que asearse para ir al trabajo. Permanecía mucho tiempo acicalándose, a grado tal, que Susanita tenía que golpear la puerta con fuerza pidiéndole que saliera, pero no hacía caso. –¡Margarita, no tardes tanto!–, gritaba desesperada. Al cabo de largo tiempo salía del baño, pintarrajeada, con peinado extravagante, perfumada con perfume corriente y mirando a sus compañeros de casa como perdonándoles la vida. Todos los días los huéspedes tenían que soportar tan extraña conducta.

Sin embargo, era graciosa, bonita, de cuerpo curvilíneo, coqueta con todos los muchachos, así que por esas cualidades le soportaban sus defectos con la esperanza de conquistar su corazón.

Bisoña la convenció para que cantara acompañándola con el piano. Margarita tenía buena voz y poco a poco, con las enseñanzas del pianista, se hizo de un amplio repertorio de canciones modernas, rockanroles, baladas, boleros y otras de diferentes ritmos.

Un día Mauricio le dijo:

–Qué buena voz tienes, Margarita, y qué bien interpretas las canciones.

–¿De veras, Mauricio?

–Sí, respondió el joven –, ¿qué te parece si te incorporas como vocalista de nuestro grupo musical, Los Apson?

Margarita aceptó con entusiasmo y desde entonces ensayó con ellos los ritmos de moda. Un día se presentaron en una fiesta y su actuación fue todo éxito, Margarita conquistó muchos admiradores, sus bonos subieron ante sus compañeros a grado tal que le perdonaban sus extravagancias, como aquella otra de caminar en la obscuridad de la casa pasada la medianoche, cubierta con una sábana blanca como si fuera un fantasma.

Pero no fue debut y despedida. Los Apson interpretaban muy bien las canciones de moda y su vocalista poco a poco se fue convirtiendo en una intérprete muy solicitada.

Un día, Ramón le declaró su amor.

–Margarita –le dijo –, estoy muy enamorado de ti, siento que te amo, te pido que seas mi novia, pronto me recibiré de ingeniero y podremos casarnos.

–Por el momento no quiero tener novio –respondió Margarita–. Quizá más adelante, pero podemos ser buenos amigos. Eres muy chico para mí, te quiero como a un hermano.

Días después, Bisoña la invitó al cine. Ya en la sala, el pianista le agarró la mano y ella la retiró. Poco después intentó poner su brazo sobre sus hombros y Margarita se apartó. Después quiso besarla y entonces la muchacha le reclamó empujándole enojada.

–¡Qué pretendes, Bisoña, no te propases, no seas majadero!

–Es que… estoy enamorado de ti –respondió acongojado el pianista–. Te pido que seas mi novia.

–Por el momento no quiero tener novio, tampoco me gustas, respondió desdeñosa Margarita–. Pero… si te portas bien… podemos ser amigos. Y… mejor nos vamos, ya no quiero ver la película, agregó Margarita levantándose del asiento y dirigiéndose a la salida. Bisoña, arrepentido de su conducta, corriendo tras ella, suplicaba que le perdonara.

Mauricio también la pretendía, aunque en forma más discreta, pero fueron inútiles sus insinuaciones, Margarita no se daba por enterada, le consideraba también más chico que ella, aunque en realidad no lo era. Rubén, el hijo menor de Susanita, también le hacía la corte, pero Margarita también le veía como un hermanito pues apenas tenía 15 años.

Hugo le propuso a Margarita, después de varias conversaciones sobre el tema, inscribirse como militante de las juventudes comunistas del partido que casi operaba en la clandestinidad. La invitó a un baile para que conociera a otros jóvenes con ideales de emancipar a la clase trabajadora de México y salvar a la Patria de sus opresores, los políticos corruptos y los millonarios, según pregonaba.

Margarita se interesó y acudió al baile con Hugo. Él se portó muy caballeroso, la trató con respeto, su intención era convencerla de que se hiciera miembro de ese grupo y participara como activista política.

Cuando más divertida estaba la fiesta, la policía interrumpió el festejo, acusando a los jóvenes de ser sospechosos de conspiración. Fueron detenidos y presentados ante el Ministerio Público. Margarita, asustada por el desenlace inesperado de la fiesta, lloraba desconsolada y le decía al juez que ella no tenía nada que ver, que sólo había acudido a la reunión por invitación de Hugo, que ratificó lo dicho por Margarita. Al fin, al cabo de tres horas todos fueron liberados, previa amonestación y con la advertencia de que si reincidían serían consignados por el delito de Disolución Social,

Llegaron a la casa como a las 5 de la mañana. Susanita muy preocupada le reclamó a Hugo por qué llegaban a esa hora, desconfiada de que hubiera seducido a Margarita. Dadas las explicaciones, Susanita se tranquilizó y le dijo que no metiera en sus líos políticos a la muchacha.

Solamente Julián no se fijaba en ella, pero Margarita sí se fijaba en él. Por más que le coqueteaba, el joven permanecía indiferente a sus reclamos. Julián estaba muy ocupado en sus tareas profesionales, en sus estudios de Psicología, y los momentos de esparcimiento los compartía con su novia Georgina, yendo al cine, al fútbol por complacer a su novia, a bailar al Prado Floresta en la colonia Narvarte, y a veces preferían estar solos en algún hotel de paso.

Cierta noche, cuando Julián regresó a la casa, Los Apson y Margarita ensayaban las canciones de su repertorio, ella cantando y bailando con gracia y con su minifalda que a cada movimiento descubría aún más sus contorneadas piernas.

Ella fijó sus verdes ojos en Julián y provocativa le cantó: “Melodía de amor, voz nacida del alma, shu shu por tu amor, vida moriré”…

Una corriente eléctrica sacudió todo el cuerpo de Julián que quedó paralizado por la esmeralda luz de la mirada de la joven.

Desde entonces Julián perdió la tranquilidad. Poco a poco se fue alejando de Georgina, declaró su amor a Margarita, que aceptó sin mayor tardanza los reclamos de su pretendiente. Se hicieron novios.

Una noche de sonambulismo, cuando Margarita cubierta con la sábana blanca caminaba por la media luz de los corredores, en lugar de regresar a su recámara se equivocó de puerta, entró al cuarto de Julián, que dormía profundo, y se acostó con él sin darse cuenta.

Julián sintió junto al suyo aquel cuerpo tibio. Percibió el olor de Margarita, pensó que estaba soñando. También ella soñaba. Durmieron juntos, entrelazados sus cuerpos, dejándose llevar por los reclamos de la naturaleza. Los primeros rayos del Sol, que indiscretos se filtraron por la ventana, los volvieron a la realidad.

Margarita y Julián despertaron sobresaltados, no se explicaban que les pasaba. Ella corrió a su recámara antes de que alguien los viera. Julián alcanzó a decirle cuánto la amaba.

César Ramón González Rosado

Continuará la próxima semana…

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