- La Colonia Estrella
- Elis Regina
- XXVI Encuentro de poetas “América Madre”
- Argeliers León, talentoso musicólogo cubano
- Sergio Cuevas Avilés, Premio «Justo Sierra Méndez 2022»
- María Teresa Linares Savio
- El Universo del Circo Teatro Yucateco
- Consuelo Velázquez
- Nelson Camacho
- José Ruiz Elcoro
- Siempre la sonrisa de Lucy
- Félix Guerrero, Batuta de Oro
- Jesús Gómez Cairo (+)
Tachi y Güero comparten sus memorias – II
Colonia Yucatán
La empresa estaba muy bien organizada, cada año te daban la pintura para pintar tu casa, te daba todo el material que necesitaras: coa para chapear, madera para reparar tu casa.
La empresa llevaba el triplay en plataforma hasta El Cuyo. Don Basilio Rosado era el que manejaba el tractor, cuando empezó a escasear la madera la empresa mandó hacer brechas por todos lados. Sembraron matitas de este tamaño –dice el papá de Bertha Aurora moviendo los brazos– y pusieron vigilantes para cuidarlos. Por eso muchos años hubo madera. Don Lupito Pat cuidaba las plantas, así fue progresando la Colonia.
Había oficinas de la Forestal y había inspectores que paseaban los campos a ver que entraran los camiones; si no tenían sus papeles en regla se los decomisaban. Los empresarios tenían sus tráileres que acarreaban sus maderas al aserradero, era madera dura y maderas preciosas; ellos siempre trataban de tener la mejor madera.
Recuerdo que la primera escuela de la Colonia estuvo el lado de la casa del Ing. Rodríguez, luego hicieron la escuela grande. Allá estudié hasta el sexto grado. A los que sacaban buena calificación la empresa los mandaba a Mérida a estudiar, y cuando terminaban la misma compañía les daba trabajo. Un ejemplo es la maestra Ligia Mena Díaz.
Mis vecinos fueron el famoso Ernesto Roo, Francisco Aguilar «Pancho Puchero», mis compadres el chivi Miguel Cardeña, Abraham Martin, el capi, Luis Ricalde el chivora, Laurencio –Lencho– Rivero. ¡Qué tristeza nos dio cuando vendimos la casa a Pancho López, en aquel entonces en cinco mil pesos! Empecé a llorar, pues eso quería decir que nunca iba a volver a la Colonia; como cinco años después fuimos y lloré de emoción. Allá crecí, tuve muchos amigos, mis hijos Bertha Aurora, Jaime Oscar y Susana Graciela nacieron y estudiaron en la Colonia.
La escuela de allá fue buenísima porque, imagínate, Bertha Manzanilla daba primero y Rosita Rincón segundo grado. Buen cimiento tuvieron. A mi hijo le reclaman porque dice que es de la Colonia y no de Umán.
Lo que no nos explicamos en realidad es por qué la escuela se deshizo, nadie le presto interés… Fueron los mejores años. Nunca nos olvidamos de la Colonia, ahí teníamos subsidio de carne de res y puerco al 50%; de acuerdo con la cantidad de tu familia te daban leche, maíz, frijol, azúcar, etcétera, y eso ayudaba a vivir bien. Algunos hacían su milpa.
La empresa eran tan responsable que cuando veían a un niño sin zapatos averiguaban quién era el papá, mandaban al niño al almacén por un par de zapatos y le descontaban al papá de su sueldo, lo iban pagando poco a poco.
La disciplina era muy fuerte hasta en las escuelas. Los niños vestían pantalón verde y camisa blanca, si un niño no iba bien arreglado a la escuela no le decían nada, el maestro apuntaba todo y lo reportaba a la oficina; el sábado -día de pago- le cobraban la multa al papá.
A las diez de la noche apagaban la luz y a nadie veías en las calles, si no lo agarraban. Para llevar serenata tenías que tener autorización de don Pancho Rejón o del Ing. Zamudio.
Una vez le pasó una bolada al panadero, papá de Rita Amelia: como eran casas de guano, después de una llovizna llevaron una serenata y se paró a tocar su violín justo debajo del techo. Pero las gotas caían en las cuerdas y quedaron distorsionadas, ja ja ja. Con un tal Camilo y Rach Gamboa llevaba serenata.
Continuará…
L.C.C. VICENTE ARIEL LÓPEZ TEJERO
0 comments