Partidos en crisis

By on abril 11, 2019

Editorial

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Hace casi dos centenas de años, una voz cambió el pensamiento en un continente de los cinco con que cuenta la humanidad… Y es que a un obrero y agitador social se le ocurrió la frase que luego alcanzaría fama: “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del Comunismo”. Y, pues sí, tal fantasma continúa vigente y viajante sin haber logrado a plenitud la intención de su proclamador que, si aún viviera, reconocería que hay por ahí otro fantasma que recorre no solo nuestro continente, sino también otros varios. El fascismo ya lo hizo, y el capitalismo continúa ahí, sembrado, presente todos los días, cavilando como llevar a cabo nuevos despojos en América, Asia, Europa, África y Oceanía. El apetito por la riqueza ajena es la consigna, el motivo, la ambición no plenamente declarada.

Los mexicanos que fuimos de los primeros “favorecidos” por las visitas armadas de navegantes codiciosos hemos aprendido, en la búsqueda continua por una soñada “patria ordenada y generosa”, que los caminos políticos se bifurcaron y pasaron de las dos vías conceptuales, de las derechas y las izquierdas políticas, a una amplia panoplia de ofertas partidistas que se ubican entre dos extremos que jamás se tocan, declarativamente, pero que se alían contra natura, dados sus orígenes y fines declarados.

Y todos se sujetan, según ellos, a la democracia, es decir, el poder supremo del pueblo. Por lo menos declarativamente.

Las elecciones del pasado julio de 2018 a nivel nacional sacudieron la cómoda hamaca de los partidos tradicionalmente enfrentados y, en un movimiento inesperado, treinta millones de votos dijeron “no” a la continuidad y los viejos vicios electorales heredados.

Algunas alianzas se fracturaron, el esquema de poderes cambió, y la sonora nalgada en el trasero de los partidos tradicionales funcionó. Algunas excepciones hubo, pero fueron en número menor.

Ante ese jalón de orejas ciudadano, los partidos políticos redescubren sus acumulados fallos, la asiduidad de sus errores estratégicos, la inconsistencia de su mensaje a la ciudadanía.

Y he aquí que, con obligada respuesta a su militancia, comienza un reconocimiento light de sus fallos internos, los intereses creados y de grupos, las traiciones y dobles caras en el panorama político.

El partido con mayor daño, visible o declarado, es el PRI. Su larga trayectoria, la maraña de intereses creados, los clanes históricos, la prevalencia de los intereses económicos (no siempre transparentes) por encima de los políticos, la corrupción y riquezas mal habidas de quienes fueron gobernantes, son solo parte del pesado lastre que no permite el avance de las declaradas nuevas decisiones a partir de un mea culpa que pasa a los archivos de palabras sonoras de contenido falso para los seguidores.

Eso explica el poco deseo de participar en la recuperación de un PRI y un sistema de partidos sin soporte ideológico, social y político.

El uso de los colores nacionales se vuelve ofensivo. Lo Revolucionario no se percibe. De Institucional solo acumula recipientes que rebosan atole para el dedo de un pueblo hastiado de entregar su fe renovada en un monumento funerario vistoso, pero que únicamente contiene en su interior la frustración acumulada de millones de ex seguidores que vieron morir, paso a paso, su fe en una organización caduca que recibió su certificado de defunción política en las urnas electorales.

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