Necesitamos Otra Constitución

By on febrero 3, 2017

Perspectiva

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Necesitamos Otra Constitución

A 100 años de su Promulgación, después de innumerables modificaciones, y de pretender cubrir y solventar en un solo documento todo lo que ha sucedido en nuestro país en ese mismo período de tiempo, creo que es tiempo de jubilarla y promulgar otra. ¿Los motivos? La Constitución de 1917 originalmente cubría las necesidades del México revolucionario que se estaba ahogando en sangre en esos días, y buscó apaciguar los ánimos de los numerosos mexicanos que deseaban que las cosas cambiaran para bien, que las desiguales condiciones que gestaron el conflicto que llevó a la revolución social mexicana desaparecieran, que naciera un nuevo México.

Esa Constitución no lo logró, y pronto los “jefes revolucionarios” regresaron a las andadas, a hacerse de poder y a hacerse ricos. Por declararse en rebeldía ante lo que era evidentemente recaer en lo mismo que combatieron, un idealista como Zapata fue asesinado; el mismísimo Venustiano Carranza fue abatido por considerársele peligroso. Para acaparar poder, y sembrando al mismo tiempo la semilla de la “gran familia revolucionaria” que únicamente ha beneficiado a unos cuantos, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles manipularon al Congreso, acallando conciencias con dinero, o con plomo. Nació entonces el Partido Revolucionario Institucional, y con la estrategia indicada (plata o plomo) fueron modificando el espíritu de la Ley, pervirtiéndola y echando por la borda aquello que con tanto sacrificio se había logrado.

Cien años después, las condiciones de nuestro país siguen siendo como las de 1917: un Presidente omnipotente, soberbio y poseedor de la Única verdad y de la única estrategia que podrá sacar adelante a México; un Congreso amañado que recibe dinero a carretadas tan solo para aprobar lo que el Presidente en turno, o el líder de su “bancada”, les indique; una rampante desigualdad en todos los ámbitos económicos y sociales; un persistente y creciente descontento social ante los desmanes y “hazañas” de los riquillos y vivillos beneficiarios de la política; un malestar generalizado ante los tropelías y la impunidad de los más fuertes, ante la falta de justicia y la ausente aplicación de la Ley; una indignación ante los abusos de los “mirreyes” y otros factores más; pobreza e ignorancia. Agreguemos ahora al cóctel anterior la inseguridad que han traído, al cobijo de corruptos funcionarios y aún más corruptos políticos, aquellos que siembran y cosechan semillas de sangre como fruto de su actividad criminal.

Para colmo de males, en aras de la “democracia”, se aumentó el número de legisladores – ellos se han auto asignado posteriormente prebendas jugosísimas para hacerse más llevadera la vida – y ahora no podemos retirarlos porque todas las iniciativas de cambios en las leyes deben ser iniciadas por ellos mismos, lo cual cancela toda posibilidad de modificarlas y, así, dejar de gastar tanto en una clase política que es inoperante, ignorante e insensible.

Luego entonces, sin tener que llegar a un nuevo movimiento alzado en el que corra la sangre, opino que la única solución es promulgar una nueva Constitución, comenzando desde cero, y que sea mucho más acorde al entorno en el que vivimos ahora, con una mayor conciencia social, que corrija los errores garrafales que la clase política ha introducido en la de 1917, y que en verdad ayude a que nuestra nación se levante. Una Constitución en la que se privilegie la inversión y la creación de fuentes de empleo, cuidando al mismo tiempo el bienestar de todos los ciudadanos, y que haga prevalecer el imperio de la Ley.

Originalmente la Constitución contó con 136 artículos, divididos en nueve títulos, y 16 artículos transitorios al final del texto, divididos en 62 páginas, apoyándose en la Constitución de 1857. A lo largo de estos cien años, ha recibido 739 enmiendas en sus artículos, siendo bajo la Presidencia de Enrique Peña cuando más modificaciones ha recibido (147 hasta la fecha), y durante la Presidencia de Emilio Potes Gil y de Adolfo Ruiz Cortines cuando menores cambios se le hicieron (durante el período de cada uno se modificaron únicamente dos artículos), abarcando hasta agosto del 2016 una extensión de 289 páginas.

De esta manera, con todos estos cambios, ¿no tendría lógica considerar que en realidad lo más conveniente fuera comenzar de nuevo, aprovechando la experiencia – buena y mala – obtenida a lo largo de los años, creando un documento que en realidad se convirtiera en un instrumento de justicia social, que nos permitiera en verdad deshacernos de los atavismos, corruptelas, e impunidad, marcando la pauta para un grandioso futuro a una nación que lo tiene todo, menos la adecuada visión y deseos de cambio?

Desde esta perspectiva, nos hacen falta patriotas, líderes comprometidos con los ciudadanos de México. Pensábamos que nuestros representantes camerales lo eran, y la Historia ha demostrado – y lo continúa haciendo – que solo piensan en ellos, en sus partidos, y que el bien común está lejos de sus mentes.

Cien años son más que suficientes – demasiados a mi ver – para constatar que mucho de lo que ahí está escrito es letra muerta.

No desearía para mi país otra revolución, ni otra espera centenaria para corregir todo lo que han hecho mal los políticos.

Gerardo Saviola

gerardo.saviola@gmail.com

p.s. ¡Feliz cumpleaños, Kwakiutl!

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