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Morir de Amor al Arte
MORIR DE AMOR
L
A
R
T
E
Cualquier temporada es propicia para morir de amor, ese amor que nos nace un día por las Letras y el Arte.
Morimos de amor porque en realidad casi a nadie le importa si morimos de esa pandemia cuasi perpetua llamada “sub-cultura”, virus letal que traiciona el código genético de ese núcleo llamado “cultura”.
Morimos porque hemos nacido. Nacimos en un país donde la cultura es: “Me vale madre”. Donde el literato vale madre, donde el escritor vale madre, donde un libro no vale ni madres frente a cualquier talachero, chicharronero o taquero de la esquina.
Morimos porque, como dijo un día un empresario inmobiliario amigo mío: “La Cultura, y eso que llaman Arte, no da de comer, con excepción de aquellos que comen del presupuesto.”
El nicho cultural institucionalizado ha sufrido un duro golpe: la reducción del presupuesto. Pero no hablemos de cosas que entristecen a los hueseros políticos. Mejor sigamos…
El pintor y escultor francés Georges Braque dijo en cierta ocasión: “El arte está hecho para perturbar, la ciencia para tranquilizar.” Así pues, morimos porque el mismo pueblo ignora la trascendencia y el poder que tiene la Cultura como cimiento y fundamento del desarrollo de una sociedad colectivamente sana, y también en la formación de individuos pensantes. Las letras, la música, la pintura, la escultura, la danza, la fotografía, etc. son elementos constructores de individuos sensibles, a la vez que son generadores eficientes de conciencias basadas en principios.
Morimos porque a veces estamos hasta la madre de una lucha que parece infértil. Algunos mueren de cansancio luego de interminables intentos frente a oficinas de Cultura; vanos remedos de apoyo para un moribundo.
Morimos porque, en medio de esa lucha, los brazos extendidos son pocos y muchas las ausencias indiferentes.
Vamos muriendo de amor (por la Cultura) porque no podemos negarnos nosotros mismos, no podemos golpearnos nosotros mismos, no podemos socavarnos nosotros mismos.
Por eso morimos, porque en medio del duro desierto los que debieran ser nuestros aliados nos olvidan y pasan por encima de nuestra humanidad tatuada con palabras poéticas, al mismo tiempo llagada de heridas profundas.
Si la Cultura muere, si el Arte muere, si la Letra muere, muere también el artista: el pintor y el bailarín, el cantante y el orfebre, el compositor y el poeta.
Muere el pueblo necio en el olvido; muere el hombre y la mujer quienes, en busca del destino anhelado, sólo pueden alcanzar una muerte digna por amor…
JORGE PACHECO ZAVALA
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