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La maestra Addy Díaz Sánchez
Colonia Yucatán
Un proverbio de José Martí dice que el deber de todo hombre es escribir un libro, sembrar un árbol y tener un hijo. Sin embargo, pocas son las personas que cumplen cabalmente con lo dicho por el filósofo cubano. Afortunadamente hay quienes no solamente plantaron un árbol y tuvieron un hijo, sino que además escribieron numerosos libros en muchísimas generaciones de niños y jóvenes en los que diseminaron la semilla de la educación y del saber, les construyeron la escuela y, por si fuera poco, dejaron su vida en las aulas superando numerosos y serios obstáculos, venciendo los innumerables retos que se les presentaron dejando atrás los amargos recuerdos y sacrificios. Eso le sucedió a la maestra Addy Leticia Díaz Sánchez.
«En Secundaria yo no tenía libros, a casa de Pilar Carbonell iba a estudiar porque ella me prestaba sus libros. Recuerdo que una vez mi mamá no estaba en la Colonia porque vino a Mérida, con mi hermana Miriam, a consulta; entonces yo tenía que atender la casa, cocinar, sancochar la ropa. ¿Te acuerdas que antiguamente se sancochaba la ropa blanca? Cuando terminaba mi quehacer, me iba a estudiar a casa de Pilar Carbonell, como a las dos de la tarde, y a las 4 me quitaba, llegaba a mi casa y rápidamente enjuagaba mi lavado, lo tendía, me bañaba y me iba a la escuela. Además, diario tenía que tortear (1); ‘no porque hayas ido a estudiar no vas a tortear’, me decía mi mamá, ‘prepara tu comal.’ Mi hermana Ligia y yo éramos las únicas que torteábamos.»
«En la Colonia estudié la Primaria, fui de la primera generación de la Secundaria, egresé en el ’68. Mis maestros fueron Armando Conde, Porfirio Matos, el director Antonio Rosado, Manuel Araujo, el ingeniero Ernesto Chuc, el ingeniero Morales, “el chino”; el doctor Hernán Duarte nos daba biología, miedo le tenía, era muy estricto; Juan Miranda, la maestra Soco Muñoz nos daba clase de baile; su esposo, el ingeniero Miguel, también nos dio clase. El ambiente de la muchachada en ese entonces era lindísimo, todas nos llevábamos muy bien pero, ya sabes, había unas más grandes que nosotros que tenían sus noviecitos. Nosotras al relajo, íbamos a la tienda a comprar bolillos con dinero que pedíamos prestado y pedíamos que le pongan un poco de queso y jamón: mientras unas le decían al de la tienda ‘póngale un poco más de queso’, las otras se transaban unas coquitas que luego íbamos a cambiar con doña Fela por heladas, ja ja jaaa…
«En mi grupo de la secundaria recuerdo a Elsy Lezama, Mimí Contreras, Miriam Vázquez, Pilar Carbonell , de los muchachos estaban Begue -Carlos Moguel-, El campeón Ricalde, Carlos Rodríguez, el verde, Ángel Cetina, bisbi, eran pocos varones, el primo de Mimí, uno de Cenotillo de apellido Manzanero hijo de doña Tomasa, una señora que vendía cosas en abonos, Marcos Medina… los Pachulitos también estudiaron con nosotros, Luis y Panchi, él fue presidente de la sociedad de alumnos y yo la secretaria; hacíamos kermeses y todos los maestros nos ayudaban, rebien que nos iba, nosotros nos divertimos mucho.
!!Ay, era lindísimo!! comenta nostálgica en su casa del fraccionamiento Chuminopolis la maestra Addy Leticia Díaz Sánchez, oriunda de la villa de Espita a quien, con apenas un año de edad, llevaron a vivir a la Colonia Yucatán con sus hermanos Mario, Alfredo, Consuelo, Ligia, Miriam, Tete y Nancy por Francisco Díaz Casanova, don Chit y Victoria Sánchez Gómez, sus papás.
De esa época recuerdo mucho al padre Bernardo Nagle, era a todo dar, se llevaba mucho con los muchachos, además era muy deportista. Participé mucho en la iglesia, sobre todo en las jornadas del catecismo, iba a las juntas los martes y jueves, aunque nunca fui catequista; éramos hijas de María. Me gustaba ir, era otra cosa. La semana Santa se respetaba mucho, no había nada de musicales; el Viernes Santo nadie tocaba nada de música, nadie. Nosotros desde las 10 de la mañana íbamos a la iglesia, se respetaba el ayuno y la vigilia los viernes. Nos encantaba porque no había tele ni nada.
Continuará…
L.C.C. ARIEL LÓPEZ TEJERO
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