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El nuevo profesional
Perspectiva – Desde Canadá
XXXII
Mi xtup pasó su Egel, con lo que ya es pasante y está en la antesala de graduarse como Contador Público, como su abuelo y su tío.
Que lo haya logrado me llena de satisfacción, aunque era “bola cantada” porque siempre se ha preparado a conciencia, incluso a pesar de que toda su trayectoria escolar fue aprehensivo en extremo, preocupándose hasta los extremos, cuando siempre el desenlace al finalizar el año lo colocó entre los mejores promedios.
Esta vez no fue la excepción: sufrió postergaciones debido al Covid, se preocupó por cómo le iría, se desveló estudiando, y finalmente recibió del Ceneval merecidos reconocimientos en las áreas relativas a su carrera en las que fue examinado, registrando “DSS” bajo cada una de ellas, lo que quiere decir “Desempeño Sobresaliente”.
Lejos quedan aquellos días de su infancia en los que, con monedas y con un pizarrón, le mostré de las sumas y restas, cuando su madre perdía la paciencia y entonces me llamaba para ayudarlo con su tarea.
En esos momentos, la cara de desesperación de mi xtup, en vez de consumir mi paciencia, me llenaba de más ánimos y deseos de ayudarle.
Observarlo conquistar, a través de su esfuerzo, eso que él inicialmente veía tan difícil, ver cómo se iluminaba su rostro cuando respondía con creciente seguridad los ejercicios, siempre trae a mi mente los mejores recuerdos.
Como todos los padres que pasamos tiempo ayudando a nuestros vástagos a estudiar y preparar sus tareas pueden atestiguar, la labor se volvía más difícil conforme la complejidad escolar aumentaba y, al elegir su carrera, llegó el momento en que tendría que estudiar por su cuenta.
Sin embargo, como dije al inicio, las satisfacciones se acrecientan conforme ellos van alcanzando sus metas, crecen, desarrollan sus personalidades, y despliegan las alas para vivir cada día bajo sus propias decisiones.
Llegado ese momento, he entendido que mi labor como padre es volverme su “consultor”, y en su apoyo cuando ellos lo requieran y lo soliciten.
Siendo papá de cuatro hijos a los que amo, admiro y a quienes agradezco seguirme llamando “papá” a pesar de los innumerables tropiezos y enredos que conforman mi vida, con las consecuentes repercusiones en las suyas, sonrío confiado al observar hasta dónde han llegado, y hasta dónde quieren llegar.
No dudo por un segundo que vayan a lograr lo que se han propuesto, porque sé de qué madera están hechos; los he visto superarse, adquirir nuevas habilidades y, en medio de todo, devenir en buenas personas, mejores seres humanos.
Como sus hermanos mayores anteriormente, ahora se abre el primer capítulo de la vida profesional para él, con las sorpresas y enseñanzas que conlleva. Una nueva página está por comenzar a escribirse en la historia de su vida, y en la de todos los que somos su familia.
Queda por finalizar sus estudios uno de los cuatro fantásticos retoños que Dios me encargó; él en unos meses estará acompañando a los otros tres.
Alguien escribió que los hijos son como un beso de Dios en la frente. Desde esta perspectiva, mi fortuna reside en los cuatro besos que me dio.
¡Felicitaciones, hijo mío! Me llenas de orgullo.
S. Alvarado D.
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