A KUKULCAN,
A ZAMNA,
A LOS DIOSES DEL VIENTO Y DE LA LLUVIA,
AL DIOS DE MAÍZ Y DE LOS VIENTOS,
A LOS DIOSES DE LA LUZ Y EL CONOCIMIENTO,
A IXCHEL, NUESTRA DIOSA MADRE,
A AQUELLOS DE CUYA SIMIENTE HA SURGIDO, PARA PERMANECER A TRAVÉS DE LOS TIEMPOS, NUESTRO MAYAB LUMINOSO Y EL ESPLENDOR DE NUESTRA RAZA Y CULTURA
Por miles de años, sus voces han sembrado y florecido en nuestras mentes una lengua que nos identifica, trasmitida de padres a hijos, de sacerdotes sabios antiguos, a generaciones nuevas que resguardan esos conocimientos, mensajes y ceremonias, para que la luz de nuestros antepasados tenga continuidad, brille eternamente, y sea ejemplo para otros pueblos.
Por miles de años nos han enseñado y hemos aprendido a respetar a nuestra tierra, madre amorosa que nos da alimento, curación, resguardo y permanencia. Las milpas han sido desde siempre un homenaje perpetuo a la madre tierra, dadora de bienes y sustento de raíces donde está impregnado el polvo amado de nuestros antepasados.
Nos han dejado ejemplo de su historia y sus luchas para que no olvidemos nunca los agravios, la sangre derramada, la injusticia recibida. Y en piedra, como testimonio firme, sólido de liderazgos ilustres, la vida y devenir de gobernantes que dieron cimiento a la grandeza de nuestra raza.
En todo el mundo nuevo se habla de nosotros los mayas. Pero no nos conocen. Negocian nuestra cultura y hacen palacios para su disfrute, no para nuestro servicio. Las casas mayas son humildes, pero nosotros las hacemos con nuestras manos.
Podrán maltratarnos, marginarnos, vivir de nuestro legado e historia. Pero jamás podrán quitarnos el orgullo de ser mayas, de vivir a plenitud nuestras costumbres recibidas de los padres formadores del Mayab legendario.
