Editorial
Nuestra península de Yucatán, en los cinco continentes, mantiene la exclusividad de ser la única, la excepción geográfica mundial, cuya orientación apunta hacia el norte geográfico; todas las demás mantienen sus territorios emergidos con rumbo hacia el sur planetario.
Además de ello, su conformación terrestre adolece de aguas superficiales, o de ríos bulliciosos y de gran caudal.
No obstante, por debajo de esa planicie de dura piedra calcárea, a profundidades varias, existen mantos de agua con buenas características para el consumo humano, como también para arraigar industrias y enclaves económicos y comerciales, desde hace muchos siglos.
Nuestros mayas eternos cimentaron en esta dura planicie una cultura admirable, ejemplo del mundo antiguo, como también del actual, que trae consigo el progreso, bienestar económico y mejoría de los niveles de vida y salud para la población peninsular.
La modernidad asoma ahora con el magno proyecto del Tren Maya, considerado visionariamente como lazo de unión y comunicación física, como también de integración económica peninsular.
La selva maya recibe ahora la visita de centenares de especialistas, técnicos, ingenieros que trazan la ruta del tren maya que unirá aún más a los estados mexicanos de la península, que pronto habrá de convertirse en un punto de atracción para los inversionistas y visitantes, por las grandes oportunidades de crear nuevas industrias y actividades económicas, como también hacer la infraestructura turística para servir a millones de visitantes de turismo de aventura, de playa, de descanso y/o placer.
La península yucateca será un punto de reunión de personas de todo el mundo; el comercio, la industria y el turismo moverán la economía nacional en forma masiva, conjunta.
Démosle la bienvenida a este tren, comunicador de la grandeza de una península emergida para ser el Mayab, la tierra de nuestros ancestros.
