Letras
Aquí la segunda parte del texto que escribí y leí para presentar el libro de Juan Rafael Coronel Rivera, Ruptura, en el Museo Kaluz de la Ciudad de México, el 15 de Junio 2024.
Uno de los grandes atractivos de los textos reunidos en el libro de Juan Rafael Coronel Rivera es que, ya sea por medio de la entrevista o por medio de una visión muy cercana al artista que se aparta de una concepción demasiado rígida de la historia del arte, Juan nos hace vivir esos episodios de la vida de los artistas con la misma sensibilidad, diría yo, que reclama el arte. En ese sentido, me parece también un acierto que se hayan incluido en el libro los retratos fotográficos que Juan realizara de algunos de los artistas de los que escribe -pienso en particular en el entrañable retrato, famoso, creo yo, de Gironella-, puesto que revelan inmediatamente la cercanía que tenía con ellos en tanto personas y creadores.
Dicho esto, por empáticos que sean estos textos, están muy lejos de reducirse únicamente a su aspecto emotivo ya que Juan sabe entrelazar con toda naturalidad los elementos meramente biográficos con profundas reflexiones de orden estilístico, técnico, histórico y político. Por otro lado, su talento como entrevistador es evidente ya que, con toda naturalidad, hace que los testimonios de sus interlocutores nos hagan entrar de lleno en la historia de la Ruptura.
Por ejemplo, en la entrevista a Alberto Gironella de 1996, hasta ahora inédita, podremos participar de la visión que el propio Gironella tenía sobre los inicios de aquel supuesto movimiento: “En mis años de juventud, lo que estaba sucediendo aquí era que se trataba de fincar un nacionalismo detenido de las raíces formales del mundo prehispánico. Había unos a favor y unos en contra. Estaba Vasconcelos, por un lado, y los indigenistas por el otro. Existían, además, los que creían que había que volver a estudiar y enseñar Náhuatl, y yo me sentía extranjero ante todas esas cosas. ¿Por qué? Por mi origen: mi padre, catalán, es decir, una minoría perseguida por el franquismo durante muchos años, y mi madre yucateca.”
Sin duda, este testimonio confirma en parte el famoso extranjerismo del que fueron acusados en un tiempo los exponentes de la Ruptura por algunos de los miembros de la Escuela mexicana. Es significativo, por lo demás, que Vicente Rojo, por su origen español, e inclusive Fernando García Ponce y Felguérez, a pesar de haber nacido en México, hubiesen podido contestar algo comparable.
Si bien la respuesta de Gironella se refiere, por supuesto, al “indigenismo” que defendían los muralistas, confirmando lo que se sabe generalmente del conflicto entre estos últimos y los jóvenes pintores que luego identificaríamos con la Ruptura, lo cierto es que en esa misma entrevista Gironella nos cuenta cómo recibió una día la visita del propio Diego Rivera, visita en que ambos se dieron cuenta, con igual sorpresa, que existía entre ellos mucho más afinidades de lo que pensaban, en particular debido a su admiración mutua por el escrito español Ramón Gómez de la Serna. Se trata de un buen testimonio de que, a pesar de todos los desencuentros ideológicos o de otra índole, a final de cuentas la verdadera patria de los artistas es la del arte mismo, sea este concebido como arte puro o como arte de contenido social.
Cabe decir igualmente que en la entrevista que le hace Juan a Tomás Parra, hasta ahora inédita, el pintor propone una visión diferente del papel de los muralistas en tanto enemigos irreductibles de lo extranjero. En efecto, el pintor recuerda lo mucho que le gustaba ir a escuchar las conferencias de Diego Rivera, precisamente porque en ellas alentaba a los jóvenes pintores a viajar a Europa y penetrarse del arte italiano, por ejemplo.
Esto no quiere decir que en la época de la Galería Prisse, o de la Cortina de Nopal, no haya existido un auténtico conflicto entre muralistas y rupturistas. Lo subrayo porque últimamente, al menos en mi percepción, se ha llevado una suerte de campaña para diluir el significado de la postura de aquellos jóvenes pintores quienes, como Gironella, tuvieron que abrirse paso a codazos para tener un espacio en el mundo del arte de la época, ante la hegemonía cultural que ejercían entonces Rivera y Siqueiros, aun si más tarde fueran los propios integrantes de la Ruptura los que se harían de tal hegemonía.
Al respecto el lector se enterará en la entrevista a Tomás Parra que mencioné anteriormente del papel que jugó Felguérez al asumir, al llegar de Europa, una verdadera posición de ruptura con respecto al muralismo. También recordará cuáles fueron las posiciones de Octavio Paz, Juan García Ponce, Juan Soriano o Tamayo con respecto a la Escuela mexicana de pintura en aquella época.
Los lectores podrán enterarse igualmente del papel fundamental que Juan Soriano jugó en la inclusión de pintores como Rodolfo Nieto, Luis López Losa, Gilberto Aceves Navarro, Francisco Corzas, Rafael Coronel, Roberto Donis en el Salón de la Plástica Mexicana. Se rememorará igualmente aquel momento clave en que Fernando Gamboa, según Tomás Parra, “empezó a incluir las nuevas generaciones en las grandes exposiciones que se hacían en el extranjero.”
ESTEBAN GARCÍA BROSSEAU