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No Tengo Dinero Ni Nada Que Dar

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No Tengo Dinero Ni Nada Que Dar

La noticia del fallecimiento del compositor Alberto Aguilera Valadez – JUAN GABRIEL – ha impactado en grado superlativo amplios sectores de la sociedad mexicana. Producto de “la cultura del esfuerzo”, se encumbró desde los más modestos orígenes hasta las cimas del éxito artístico.

Su biografía nos describe una niñez carente de un hogar, pues prácticamente fue abandonado a la buena de Dios por padre y madre, ésta última trabajadora doméstica que lo internó en una institución para niños pobres por no tener recursos económicos para educarlo.

Alguna vez, aún muy joven, fue acusado injustamente de robo y encarcelado durante año y medio en el Palacio Negro de Lecumberri, esa tenebrosa prisión tan ligada a la historia trágica de México. Pero la suerte le fue cambiando, no por obra gratuita del destino, sino por su espontáneo y natural carisma que se manifestó a través de su música popular y de sus interpretaciones.

“No tengo dinero ni nada que dar, lo único que tengo es amor para amar”. Y efectivamente, en esta su primera canción decía su verdad: Un joven sencillo, desheredado, que ofrecía nada más amor y que con ese amor, expresado en los cientos de canciones que compuso en su vida, conquistó el corazón de un pueblo que hoy no lo llora precisamente, sino que celebra su existencia cantando sus canciones a lo largo y ancho del país.

Juan Gabriel quizá no sea el mejor y más grande autor de música popular de nuestro país, como pretenden los entusiasmos inmediatos, pero sin duda alguna queda entre los grandes compositores de música popular de México. Reposa hoy junto al músico-poeta Agustín Lara, junto a José Alfredo Jiménez y Joan Sebastian, por hablar de los más recientes desaparecidos, pues hay otros grandes de antaño como Manuel M. Ponce, Tata Nacho, Guty Cárdenas, Ricardo Palmerín – la lista sería larga – que también trascendieron las fronteras y fueron famosos en los tiempos y circunstancias que les tocó vivir.

Juan Gabriel conquistó fortuna – los medios modernos de comunicación masiva le facilitaron la tarea, cierto es, aunque para ello también requirió de su talento, de su carisma, de su empatía –, fortuna que también compartió en proyectos altruistas de índole social.

Algunos “eruditos” de la cultura lo han criticado y se refieren a que las letras de sus canciones están alejadas de los cánones literarios, o de las estructuras musicales superiores. Pero hay que entender que la música popular, y la de Juan Gabriel en particular, no por ser sencilla o más o menos elaborada, carezca de valor artístico.

Importantes autores clásicos como Manuel M. Ponce componían también música popular y reconocieron a los valores de este género. El Maestro Ponce decía de Agustín Lara que era un gran melodista y José Alfredo Jiménez que componía de “chiflidito”, según él decía pues no tocaba instrumento alguno, fue reconocido por su natural talento musical en su país y en otros.

Son notables sus contribuciones a la música popular en diferentes géneros como balada, ranchera, bolero, pop, música norteña, rumba flamenca, huapango, música chicana, salsa, son de mariachi, banda sinaloense, disco, big band.

Entre las numerosas composiciones de Juan Gabriel que se corean hoy por el pueblo como señal de duelo destacan Amor Eterno, Abrázame muy fuerte, Hasta que te conocí, Se me olvidó otra vez, Noa Noa, Ya lo sé que tú te vas, Déjame vivir, Yo no nací para amar, Por qué me haces llorar, Siempre en mi mente, Te seguiré Amando, Querida, y otras muchas más cuya música y letras resumen los sentimientos de alegría, de tristezas, de amor y desamor y desesperanza del pueblo que lo siguió durante sus 45 años de carrera artística.

Así pues, despidamos a Juan Gabriel no con tristeza, sino con la alegría que siempre prodigó en sus presentaciones, cantando, bailando, con sus extravagancias, ataviado con sus exóticas prendas y a veces con sus ocurrencias políticas como aquella de “Ni Temo ni Chente, Francisco será presidente”, cuando la campaña presidencial del año 2000 que provocó fenomenal rechifla de sus propios seguidores en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México.

Descanse en paz el gran ídolo de las multitudes.

César Ramón González Rosado

MAIL: crglezr@yahoo.com.mx

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