Mi dulce demonio II

By on enero 15, 2017

MI_DULCE_DEMONIO_II

Mi dulce demonio II

Se sintió orgulloso y feliz entonces: feliz de estar con ella, orgulloso de su gracia y su porte señorial. Pero ahora, después de reavivar tantos recuerdos, el primer contacto con su cuerpo, armonioso y extraño y perfumado produjo en él un agudo latido de lujuria.

– James Joyce

 

Me siento un poco débil, cansado. Debe ser por el esfuerzo físico del ejercicio, combinado con mi trabajo que es absorbente. Ese mar de responsabilidades debe estar cobrando factura en mi integridad física.

Anoche me percaté de algo curioso en mi habitación, unas raras manchas en mi pared, como si fueran producto de la humedad. Se me figuraron manos apoyándose en ella. Esas marcas aparecieron después de la noche en que la conocí.

Ya han pasado varias noches sin saber de ella. ¿Será acaso que ya me olvidó?

Hoy, como todas las noches después de aquel primer encuentro, me preparo de manera impecable por si acaso regresara, la misma rutina diaria. A partir de un prolongado y revitalizante baño, poniendo énfasis en las partes de mi cuerpo deseosas de sentir sus labios, no puedo evitar esa insana sensación. Cierro los ojos, mi mano hace movimientos que no puedo controlar. Esa imagen revoloteando en mi cabeza me hace actuar, me hace palpar, imaginar y sentir ese cuerpo. Un espasmo gutural provocado por mí mismo me regresa al mundo real. Esa sensación del contacto con su piel me estremece hasta el éxtasis total. Me alisto, preparo todos los detalles. No quiero dar razones ni motivos para que me abandone una vez más.

Soy un hombre dedicado al trabajo, trato de cuidar mi salud, hago ejercicio de manera regular. Sin embargo esta sensación de fatiga y desgaste físico me comienza a preocupar.

Siento su olor, comienzo a sentir esa palpitación intrépida, mi corazón se acelera de manera violenta. Mi cuerpo se comienza a encender, y por fin aparece ella.

De nueva cuenta su piel blanca me deslumbra, cubierta apenas por una sábana blanca que deja ver sus torneadas piernas. Lo abultado de su trasero me hace vibrar. No puedo moverme, estoy paralizado viendo como ella se aproxima. Al compás de sus caderas la sábana se escurre hacia el piso. Por primera vez puedo observar su cuerpo desnudo, esos pechos llenos de lujuria apenas cubiertos por su largo cabello rubio que, en contraste con su mirada y sonrisa siniestra, pícara, pero a la vez tan dulce y sensual, me hacen querer lanzarme sobre ella.

El calor de su cuerpo sobre el mío me enciende y me hace actuar como un animal, uno que solo quiere morder y hacer suya esa silueta de carne plagada de tentación y lujuria, un deseo insano de explorar lo más recóndito de su piel. La recorro con mis labios, y de nueva cuenta siento su talle vibrar, estremecerse.

Me pierdo en sus pechos, puedo sentirlos. Me detengo en su ombligo, mis manos exploran y recorren sus piernas, mientras mi boca comienza a descender. Siento el calor y un olor que me hace alucinar, me traslada a otro mundo, otra dimensión. Mi boca se funde en el origen de ese éxtasis concupiscente, mi lengua explora con cautela tratando de registrar cada milímetro de piel, tratando de memorizar la sensación, esa mezcla de emociones que me propician sus jadeos y movimientos lascivos que me incitan a pecar.

El movimiento de sus caderas, al ritmo de su gemir, motiva a mi lengua a seguir, a empapar, a continuar mojando todo a su alrededor, embriagándome de su fruición.

Con un movimiento abrupto aparta mi cuerpo del suyo. Su entrecortada voz alcanza a decirme “¡Detente! ¡Aún no es el momento!”, mientras se cubre su hermoso talle.

No puedo creer lo que está pasando. De nueva cuenta me siento a contemplar su silueta alejándose en la lobreguez de mi alcoba.

Ella se ha marchado ya.

Una noche más con la intriga de saber si volveré a saber de ella.

Isaías Solís Aranda

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.