Memorias de José Sánchez, el “Rifles” – II

By on agosto 18, 2022

Colonia Yucatán

Don José Dolores Sánchez Azueta, mejor conocido como “Rifles”, continúa recordando etapas de su vida pasada en la Colonia Yucatán.

¿Cómo traían antes ellos el cedro? Con tractores de uña entraban y lo sacaban; después empezaron a hacer medias carreteras y ¡jála!, entra el  tráiler, responde emocionado, como si lo estuviera viviendo de nuevo. Antes lo movían con carros. Cuando llegue allá estaba uno de mis padrastros, se apellidaba Azueta; muy joven se casó mi mamá, Valeria Azueta Medina, con él. Nosotros llevamos diferentes apellidos porque somos de diferentes padres. Mi mamá tenía 15 años cuando yo nací, era ella una chamaca, se casó muy joven; cuando yo nací, ella todavía jugaba chácara. Mi papá era joven también. Un día se fueron todos los Sánchez a vivir a Tizimín; nosotros crecimos sin padre. Yo fui padre antes de tiempo, no fui a la escuela; mi mamá tenía casa, yo trabajaba desde chico. Salía a vender carne de res y de puerco. La costumbre era repartir la carne en la mañana, y en la tarde ibas a cobrar, pero a veces te decían: ‘No tenemos dinero, pero ahí está el maíz’ y bajabas los elotes, los desgranabas para que puedas cobrar. Para la escuela no había tiempo, si nos hubiéramos quedado en Cenotillo, tal vez me hubiera arriesgado a ir a los Estados Unidos.

En ese entonces, apenas pises la Colonia ahí estaba Pancho López, si no estaba Cobián, el crox le decían, un flaquito así, enfatiza levantando su dedo meñique derecho. Recuerdo que había un velador, el papá de Tuti, don Casimiro Alcocer, él apagaba y prendía la luz; le tenían dado un reloj por la empresa y en distintos lugares tenía que checar. No se podía dormir, aaaaños trabajó puro de noche, ¡noo!…

¡Nosotros vimos muchas cosas bonitas! Allá nos casamos, allá crecí, tercia en la plática Olivia Azcorra Pérez, Oly, su esposa. La vida en Colonia era muy bonita, aunque haya sido estricta, era bonito: te dan todo para tu casa, te dan hasta cal para que la leches (*). Las casas eran de una sola vista, lindísimo se veía… Mi primer empleo fue ayudante de guillotina, ahí está el recuerdo, mira mi dedo, y sonriendo muestra el índice chato. Ahora no queda ni la maquinaria, comenta retomando la plática el cuñado de Pimpo una larga tarde de buena charla el miércoles 3 de septiembre del 2014.

Don José Dolores Sánchez Azueta fue uno de los empleados de la fábrica de la Colonia Yucatán,  eje de la economía de ese municipio.

Había mucha disciplina y mucha ignorancia a la vez en esa época. En Colonia pasé los años más felices de mi vida.

En esa época que nosotros llegamos había billar, el ejército bajaba cada ocho días. Viví como seis años o más del juego: jugué carambola, boliche. Ramón Tello, Alfredo Rodríguez y yo fuimos campeones. También jugaba billar, dominó, póker, panino, siló, bueno, era yo un estuche, pero lo que más me dejó fue el billar: lo que ganaba en una semana en la fábrica lo ganaba allá en un día. Entrábamos al casino a las 9 de la mañana y terminando el cine, a las 10 y media de la noche, sacados nos hacían. Nunca jugaba solo así, interés de por medio, jugaba con Canuto Alcocer, Cesar Castillo, con cualquiera…

En mi casa una semana adelantada daba mi dinero. Vivían mis hermanitas conmigo, las tuve como hijas ya que no teníamos papá. Yo soy Sánchez, una es Azueta y la otra es Galindo. Sin embargo, estamos unidos hasta la fecha.

En el casino ya nadie quería jugar conmigo… ‘Noo. jugar contigo no; mejor pago para ver que juegues,’ me decían. Fue cuando lo dejé y me dediqué al póker, al trago, ni quien me diga nada, la buena buena vida.

Pero fallece mi mamá y mis hermanitas ya estaban grandes, solo Balita –Julia– vino y me dijo: ‘José, aquí están mis papeles, ya soy maestra.’ Hablé con Zamudio porque quería dar clases en la Colonia; me dijo Zamudio que sí, luego me dijo ella que era profesora federal: ‘Si doy clase aquí me van a pagar, pero mis años no van a contar; cuando esta empresa se vaya ¿yo qué voy a hacer?…’ Se decidió regresar a Mérida. Me quedé pensativo y triste, pero al poco tiempo vino la otra, Yoli, la más grande y me dijo: ‘Ya me voy a Mérida.’ ¿Qué le digo? Pues vino y se metió a trabajar en la Clínica Mérida, de radióloga.

Continuará…

L.C.C. ARIEL LÓPEZ TEJERO

vicentelote63@gmail.com

(*) Lechar – Pintar con cal

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