Editorial
El mes que inicia se inscribe en la memoria popular como un período de reencuentro con la naturaleza, como con nuestras raíces históricas.
En el ciclo anual de las estaciones, marzo cada año se caracteriza por retrotraernos al ciclo de la existencia de la Naturaleza como también de los seres humanos: nacer, crecer, reproducirse y desaparecer. Así sean las plantas, las especies animales o los seres humanos, todos se someten a las fases ineludibles de la evolución.
El reino vegetal agradece el calor solar, las aguas descendentes de las lluvias generosas y la mezcla de elementos ambientales que hacen posible la vida y continuación de una evolución natural de las especies en este planeta compartido por todos.
No es, pues, marzo un mes cualquiera, es un ciclo especial. Por ello, aunque a veces no actuamos como observadores acuciosos de los tiempos y las afectaciones que tiene para nosotros, los seres humanos, la Madre Naturaleza, generosa como siempre, nos beneficia y protege, nos respalda en nuestros afanes de continuar tratando de demostrar que somos los únicos seres inteligentes en este planeta.
Desde luego que no es así, porque el razonamiento del que nos enorgullecemos no siempre lo usamos a plenitud, sino también porque, como receptores del beneficio ambiental, nos tenemos que amoldar a las circunstancias impuestas por el medio ambiente.
Las plantas renuevan su vestuario natural y florecen.
El reino animal se reproduce atendiendo a sus instintos.
Los seres humanos agradecemos poco y disfrutamos la grandeza ambiental cambiando el hábitat cotidiano a las costas marinas peninsulares, o usando los tiempos vacacionales o de asueto para cambiar de aires y ambientes, así sea por cortos períodos.
Marzo es alegría.
La naturaleza la estimula y la promueve.
Disfrutemos este mes uniéndonos a la naturaleza que nos rodea.
