Luna hiena sobre la carroña de una ciudad

By on junio 27, 2019

Imagen tomada de Instagram.

Imagen tomada de Instagram.

Juan José Caamal Canul

Paso por esta ciudad.

La barca que me transporta se desliza sobre un líquido oleaginoso. El transcurrir es lento; hastía, fatiga, ahoga y asfixia. Es el ambiente mortuorio que envuelve al sitio, destruido por el tiempo, la furia de los hombres y la naturaleza.

Miro lentamente y describo: una bestia siniestra de acero que navegó bajo los mares profundos yace sobre un edificio. ¿Cómo llegó allí? Amenaza derribarlo con su peso.

Aquello que parece haber sido un monumento, ahora empuña navajas contra el cielo, cuchillas para sangrar las nubes. Rasgar lo que aún puede significar eternidad.

Aquel edificio para las artes parece dislocado. Ahora es una barcaza con asientos numerados y coloridos, y yace sobre la plaza.

La parte metálica de un puente tiene un rictus de una muerte huérfana.

Aquella fábrica emite un grueso copete de vapor o humo. No sé decir si en lo alto del edificio se halla un símbolo o el significado del nombre de la ciudad. Nadie sabe a ciencia cierta.

Acaso el caos, la desesperación, la histeria generalizada sean las iniciales que permitan explicarnos o hundirnos aún más en la confusión de por qué estamos vivos y otros –amigos, conocidos, familiares– muertos.

Ese edificio del fondo, acaso lo que fue el hospital, en parte parece intocado, pero me dicen que agoniza, algo lo carcome internamente, herido de muerte, y sus músculos colapsarán cuando menos lo imaginemos

Las personas huyen y se arrojan o dejan arrastrar por cualquier vehículo que pase. Huyen quizá de la noche, cuyo manto mortuorio se extiende sobre lo que queda en pie. La noche causa más muertes, desapariciones y menos hambre.

Los objetos golpean el fondo hueco, vacío. El eco del abandono me despierta de la irrealidad palpable. O son golpes en las puertas que llegan hasta mi camarote, desde el cual miro la ciudad y los girones de semi humanos que luchan por subsistir o fugarse de las calles.

La ciudad fluye…

También transita por mis recuerdos una mujer.

Pienso en el espectro de una mujer de la cual solo queda un desvaído recuerdo. Antes se destruyó así misma. Caminamos juntos una noche: yo miraba el suelo empedrado, y ella enmudecía.

Luchaba por sí misma. Se sentía sola.

El rey Ubu pasó por su sombra y devoró su dignidad. Ahora la baña con delicadas esencias; lo más exquisito, bello y sublime para engañar su ansiedad, y hoy desbocada privación, sin los hediondos humores. Entiende que solo queda podredumbre donde antes hubo savia y vida, inocencia tal vez.  En las garras del ave mefítica queda la prueba de lo mucho o poco del alma que un día fue. En sus delicados brazos, el tatuaje de sus garras de golondrina.

Quiero decir su nombre, pero no articulo las palabras.

Quiero decir que pude amarla, pero solo quedan tristes intenciones.

Dejo al margen este afligido recuerdo.

En esta hora, apenas distingo los contornos de la ciudad. Me ciega lo ardiente y flamígero de mis sueños, pensamientos, palabras que me digo a mí mismo cuando me pierdo y me pierden.

Los incendios se han extinguido. Persiste el hedor a carne chamuscada, los gritos de horror que se repiten noche a noche, lo que dura este viaje ¿o es que el sueño es instantáneo y la pesadilla eterna?

Los fulgores de los incendios y el reflejo de espanto en el rostro de la ciudad y sus habitantes. La ciudad y lo que sea que queda dentro de sus muros, y se halla aún, continúa perdiéndose en la noche.

La luna, la luz de luna, despojada de su brillo de plata y sentido poético, solo es un valor agregado a la pesadilla de saberse devorado vivo, o que la sangre sacie el alma de odio de una o varias estirpes malditas.

Luna hiena que devora los muertos de las noches.

Cierro los ojos.

¿Alguna vez los tuvimos abiertos y vimos venir toda esta pesadilla?

Cierro mi entendimiento a este día irracional.

Quiero dormir, pero una vieja melodía se escurre entre mis míseros tímpanos. Viene de ese matadero allende el sanguinolento canal ¿o es la locura que se cuela como todas las noches con los vientos del norte? ¿Melodía o rumor de un mundo que agoniza?

Golpes. Carne que se abre. Gritos que se ahogan. Llantos estrangulados.

No nos alcanzará la vida para describir tantos matices del horror y la maldad.

Junio 2019

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