- George Pérez González
- Salvador Lutteroth, El Padre de la Lucha Libre Mexicana
- La Colonia Estrella
- Elis Regina
- XXVI Encuentro de poetas “América Madre”
- Argeliers León, talentoso musicólogo cubano
- Sergio Cuevas Avilés, Premio «Justo Sierra Méndez 2022»
- María Teresa Linares Savio
- El Universo del Circo Teatro Yucateco
- Consuelo Velázquez
- Nelson Camacho
- José Ruiz Elcoro
- Siempre la sonrisa de Lucy
Lo encontré en un sueño
Jesús Fuentes
Mi abuelo, profesor jubilado, se había refugiado en el campo, fuera de la Ciudad, para conocer el sentido de las cosas, decía.
Vivía en compañía de un muchacho que tenía a su servicio. Alrededor de su casa tenía toda especie de flores, pinos, cedros y árboles frutales. Él amaba tanto las flores como a su vida.
Anoche, noche de primavera, flores y árboles estaban en todo su esplendor; soplaba un viento fresco y había luna clara.
El abuelo, sentado, tomaba un vaso de vino de la región y disfrutaba de la vida.
A través de la luz de la luna, vio una muchacha venir hacia él que lo saludó y dijo: “Soy tu vecina, somos varias jóvenes que vamos de camino a visitar unas tías. Necesitamos descansar un poco, ¿nos permites entrar?”
Mi abuelo imaginó que algo bueno le esperaba y accedió de buena gana.
Al momento, apareció un grupo de muchachas con flores y ramas. Saludaron amables. Eran hermosas de cara, esbeltas y finas de cuerpo. Emanaban un delicioso perfume.
Él las invitó a sentarse.
Sonriendo, una de ellas, vestida de verde, dijo: “Yo soy flor de geranio”; luego presentó a una vestida de rosa: “Esta es flor de limón”; después a otra vestida de blanco,” Ella flor de ciruelo”.
Así fue, hasta al final presentar a una vestida de rojo:” Esta es flor de granado. Somos hermanas,” concluyó. “Esta noche la luna está muy linda y en tu jardín estamos muy bien”.
“Excelente, excelente,” dijo el abuelo, ordenando a su sirviente traer frutas y más vino.
Un vino aromático llenaba las copas y la mesa estaba rebosante de frutas.
La luna brillaba, limpia, clara.
Cuando el vino las alegró, las muchachas empezaron a bailar. Parecían mariposas volando de flor en flor, y cantaban. Los cantos sonaban sensuales en la noche clara.
Ya entrada la noche, se despidieron, se diseminaron por el jardín y desaparecieron.
El abuelo se quedó allí un buen rato, sumido en sus ensueños, conociendo el sentido oculto de las cosas.
Hoy, al llegar muy de mañana a visitar a mi abuelo, lo encontré en un sueño…
El lugar desprendía perfumes deliciosos.
0 comments