Cilo, Cinchador de toros (II)

By on abril 4, 2019

El diestro matador a punto de completar su faena. A un lado, el espontáneo que desea lucir su destreza taurina. El coso taurino a reventar. Tarde de un día de noviembre de 1994. Tekantó.

El diestro matador a punto de completar su faena. A un lado, el espontáneo que desea lucir su destreza taurina. El coso taurino a reventar. Tarde de un día de noviembre de 1994. Tekantó.

II

Zotz,el torero – los banderilleros – muerte a descabello – Juan Tul- fincas.

Juan José Caamal Canul

Durante la conversación con José Ernesto, e indagando sobre Cilo, voy atando que otro hermano, este menor – José del Carmen–, fue un famosísimo torero de nuestro pueblo; carismático y popular, a todos caía bien: donde le vieran le llamaban casi a gritos por su sobrenombre, Zotz. En aquellos días de fiesta y fama para el torero, el tema siempre giraba en discusiones banales y cómo hacer sus faenas en el ruedo.

A través de José Ernesto, conocí un poco más a Cilo. Halando del hilo, encontré a José del Carmen.

Aun cuando a la fiesta brava pueblerina se le asumiera como un oficio poco serio, muy mal pagado, en el que se corría todo el tiempo peligro y riesgo de una cornada, para aquellas personas bien valía plantarse con osadía ya que, al concluir el trabajo, el torero o banderillero podía llevar a casa algunos gramos de carne, huesos y menudo para el chocolomo, unos pesos y unas cervezas encima. Alguien dijo por ahí que más cornadas da el hambre.

Aquellos diestros matadores con sus competentes banderilleros así eran anunciados en aquellos carteles rectangulares de treinta por noventa centímetros a dos tintas en papel revolución, que ya no se imprimen y quizá ni se hallan en algún archivo, o aquellos carteles que sobre una mampara dibujaba y pintaba don Felipe Castillo. Con los años, para aquellos que los vimos y conocimos, van tornándose casi míticos. Los cito, algunos por su nombre y otros por su apodo dentro y fuera del ruedo, algunos aún vivos y otros ya difuntos: Mario Estrada, Alfredo Lara, Magdaleno Cruz, José del Carmen Aké alias “Zotz”, “Chiva” y “Árnica”.

Aún los veo en mi memoria: aquella cuadrilla de toreros partiendo plaza y, a un costado, al juez, montado en su caballo con la seriedad, respetabilidad y decisiones inapelables, Don Pedro Buenfil, siempre impasible, posando las manos o acodado sobre la cabeza del fuste de la silla de montar.

Zotz era albañil, combinaba su oficio con el de banderillero de la fiesta brava tanto en las dos fiestas anuales del pueblo, la de agosto y noviembre, como en las de los pueblos circunvecinos

Es memorable una tarde de agosto gris y lluviosa. Y digo memorable no tanto por lo gloriosa de las faenas ejecutadas a luz y sombra del tendido durante la lidia, sino por el horror de ver morir a descabello al toro, manera inédita para nuestra corta vida. Zotz montó aquel ejemplar.

Aun cuando había una llovizna que por momento amainaba y por otros intensificaba, ello no fue impedimento o fuerza ajena que hiciera abandonar a los espectadores su lugar en los palcos.

Los banderilleros y vaqueros mantuvieron quieto al toro. Zotz se subió al lomo y, a la voz de ya, lo soltaron. El toro, con Zotz a cuestas, saltó tantas veces e hizo lo que pudo para sacudirse la carga extra, luego emprendió la carrera.

El torero extrajo de entre el rezurcido traje de luces una navaja e hizo una incisión en la parte de arriba del cuello de la que comenzó a manar sangre a borbotones. Con las manos juntas, como un cuenco, Zotz la recogía para llevársela a la boca y beber. Era tanta la sangre que no alcanzaba a bebérsela toda, y le escurría por la comisura de los labios, descendiendo a ambos lados de la barbilla, sobre la camisa mojada, sobre la espalda de la bestia. El toro no moriría en ese momento.

El animal aceleró el trote, mugiendo. En el hocico se entreveía la lengua oscura y antinaturalmente larga; expelía saliva reconvertida en baba y espuma, que lanzaba a uno y otro lado, los ojos desorbitados por el dolor, horror y, quizá como nadie, la intuición de la muerte próxima.

Por último, Zotz enterró el metal en la cerviz de la bestia y, como si hubiera sido desconectado o recibiera una descarga eléctrica, cesó toda huella de vida. El animal se derrumbó al instante y Zotz, de un salto, se puso a salvo.

Esa imagen grotesca de la bestia herida corriendo, Zotz montado bebiendo sangre, y muerta al siguiente instante, nos inmunizó y concientizó por partida doble acerca de los horrores y la capacidad de crueldad de la llamada superioridad humana.

Ahora volvamos al tema que nos ocupa…

José Ernesto, como en muchas biografías de las personas, comenzó a trabajar el campo desde muy niño. Se empleaba en los planteles como cortador de pencas y chapeador. Por su cuenta trabajaba la milpa.

Por esos años, don Virginio Durán y Eligio Marrufo eran propietarios de las fincas X’Tohil, Halauc, Chenpec, Anexas y potreros. Eran los empleadores de mano de obra campesina más conocidos del pueblo.

Los toros eran traídos del paraje Kulucunché. Toros bravos y no fáciles de manejar, explica José Ernesto.

Ser torero o vaquero tampoco era, o es, fácil. Entre los campesinos hace falta siempre probar la valentía –tener bien puestos los huevos, subraya con firmeza José Ernesto– y, como se dice de manera natural, para eso hay enfrentar en soledad la noche del monte, los aires malos, casi siempre vientos nocturnos que barren las brechas y confunden las sendas o sombras que se aparecen en el camino e internan en lo más cerrado de la arboleda, perdiéndose en pozos abandonados.

Pienso en Juan Tul, rey, señor, pastor, vaquero de las reses extraviadas en el monte.

Quizá por haber trabajado desde tempranas edades de sol a sol por algo más de cincuenta años en el campo, o por una insuficiente alimentación, a los sesenta y cinco años muchos campesinos ya se pueden dar por ancianos. Sienten que las fuerzas no son pares a la voluntad. Sienten que aún pueden, pero que las fuerzas ya les abandonan, o se sienten inseguros de emprender alguna acción donde la fuerza y la destreza son necesarias para la supervivencia.

(Continúa la próxima semana)

 

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