Anécdotas Picantes

By on mayo 12, 2023

Letras

PRÓLOGO

Frágiles Catones se dignaron poner los ojos en estos modestos relatos anecdóticos los que integraron el primer volumen, para empañar la buena intención que les dio vida, con el vitriolo corrosivo de sus censuras. Y dijeron: aquí no hay ninguna historia regional; este es un haz de chascarrillos intrascendentes.

A ellos nos dirigimos ahora que comparecemos nuevamente ante el consenso público, con otra antología anecdótica debajo del brazo. Y les decimos: en efecto, amigos, aquí no hay la historia que ustedes esperaban, pedante, puntillosa, hinchada de vana suficiencia. No encontrarán en estas páginas la imagen austera de una Clío premiosa y fatua, postinera y engreída, ajena a toda humana explosión de alegría y a todo desbordamiento de humorismo, que, si bien no “hacen” historia, sí la sazonan, y orientan al historiador, iluminando muchas veces su camino, frecuentemente abrupto y hasta sinuoso, hacia la verdad.

No, esa historia cejijunta e intransigente en sus métodos rutinarios de investigación, no la encontrarán en estas páginas, inspiradas por una Clío afable y alacre, que no se espanta ni se ruboriza cuando en la augusta paz del Olimpo, y mientras se entrega al remanso de la lectura amena, he aquí que un espíritu zumbón recoge los pliegues de su voladora veste y deja al descubierto una incitante parte de su bella anatomía, que las musas acostumbran velar castamente… Tal la vemos los hombres todos de mente sana y de propósitos limpios.

Esta es la Clío en quien creemos los firmantes, y esta es la historia que aspiramos a presentar a nuestros lectores: sencilla, inocente, espontánea, sin hinchazones de erudición, sin objetivos de rígido magisterio. No una historia que enseña, sino una historia que sugiere, porque quizá sea más eficaz ésta que aquélla.

Reunimos anécdotas banales, vacías de contenido historiográfico estricto, quizá, pero en cada una de ellas hay un soplo de vida, un hálito de humanidad que puede ser muy útil al investigador serio y profundo del pasado, como son útiles los humildes iones y electrones para la formación del átomo, cuya fuerza insospechada puede ser capaz de destruir los mundos, pero también de recrearlos y de perfeccionarlos.

 

J.B.L. – M.P.P.

I

ANÉCDOTA POLÍTICA

 

1

Esta anécdota me la contó el inolvidable maestro don David Vivas Romero:

Una mañana, previa cita, las autoridades escolares del Estado se presentaron ante el General Salvador Alvarado, en su despacho de Palacio de Gobierno. Cortante y lacónicamente, el Gobernador y Comandante Militar, que quería hacer milagros en favor de Yucatán, les dijo con ceño adusto:

–Si al iniciarse el año escolar próximo no tienen ustedes mil maestros, les aguardaré en el roble de los ahorcados, a la entrada del Paseo de Montejo.

Como estas palabras podían interpretarse como simple conminación o como formal amenaza, pues Alvarado no se había andado en pelillos para que ese árbol se hiciese famoso por sus “frutos colgantes”, las autoridades escolares las tomaron en serio, por las cochinas dudas, y a más de un compadre auriga o policía les dieron plazas de maestro rural.

No es de extrañarse, pues, que un día, entre los recibos para el pago de sueldos a los maestros, llegara uno que decía: “Por el maestro de escuela que no sabe firmar, suscribe este recibo el Presidente Municipal de Pencuyut”.

2

Siendo Gobernador del Estado de Campeche, el Lic. Manuel López Hernández obsequió a un amigo suyo algunos sementales de gallos finos, tomándolos de una granja avícola que el Gobierno había instalado en el campo experimental de Cayal con el fin de fomentar la avicultura en la entidad.

El beneficiario comisionó para recoger las aves al joven Alberto Angli, apodado “El Chino”, quien, no obstante que a la sazón se ocupaba de hablar mal del Gobierno y por lo tanto era considerado oposicionista, aceptó el encargo y cumplió su cometido.

Días después, estando estacionado con su jeep frente al Mercado Público, “El Chino” había reunido a un auditorio pronunciando loas al Gobernador López Hernández e invocando como testimonio en favor de éste, precisamente los gallos que “él había recibido como regalo”. Pero quiso su mala fortuna que entre los oyentes se encontrara el ágil poeta satírico Pedro Espínola Blanco, alias “El Mocho Espínola”, quien ni tardo ni perezoso hizo circular por la ciudad los siguientes versos:

Esos gallos de Cayal

que te dió el Gobernador,

él te los dió, sí señor

para que puedas callal.

Porque ese tu pico, Chino,

cuando empieza a denostar,

sólo se puede callar

con plumas de gallo fino.

3

Cuentan que cuando era Gobernador de Tabasco el Lic. Francisco J. Santamaría se ufanaba de estar pendiente de todos los asuntos grandes o pequeños, oficiales y particulares, que atañeran a los habitantes de su Estado. Así, en cierta ocasión, no se precisa si al presidente municipal de Tacotalpa o de Tepetitán, le giró el siguiente telegrama:

“Observatorio Meteorológico anuncia copiosas lluvias y posible desbordamiento ríos. Recomiéndole tome precauciones. Anuncia también posible movimiento telúrico con epicentro Oaxaca. Tomen precauciones.”

La respuesta de aquel bienaventurado alcalde, con la que el culto mandatario no contaba, fue la siguiente:

“Suyo antier. Ante posibles inundaciones, precauciones tomadas. Telúrico está en la cárcel y Epicentro efectivamente huye rumbo Oaxaca. Policía tras él.”

No sabemos si el Lic. Santamaria sintió que la tierra se abría bajo sus pies. Pero lo suponemos fundadamente.

4

Por razones o suposiciones fáciles de entender, el legendario Quicho Berrón, campechano, hizo los siguientes versos dedicados al entonces Presidente Municipal de la Ciudad de las Murallas, quien tenía el mérito de tocar muy bien el piano:

Tienes de pianista un buen principio

y te has colocado entre los ufanos.

¡Y qué bien que tocaste a cuatro manos

la pianola oficial del Municipio!

5

El Dr. Efraín Gutiérrez Rivas era, amén de magnífico cirujano, un buen humorista.

Una mañana, en la famosa charla cafeteril “de las diez” que presidía, había estado escuchando prudentemente, más lamentaciones y quejas que nunca antes con motivo del nuevo orden de cosas político-económico imperante. Un hacendado henequenero decía:” –¡Qué barbaridad! ¡Ese despojo de la Reforma Agraria!” Otros, rentistas, se dolían del alza de contribuciones: –“Resulta que mis casas son del Gobierno y que solamente somos ya sus cobratarios de rentas y eso gratuitamente”. – “Todas las jefaturas las ocupan gentes de “fuera”, comentaba algún discípulo de Esculapio. Y no faltó un moralista que comentara: –“¡Qué relajadas están ya las costumbres! Esto ya no es Mérida, es una Pornópolis: las mujeres ya andan por las calles mostrando hasta el “tuch”.

Gutiérrez Rivas sólo escuchaba, sonriente, con su habitual calma, hasta que obligado a “meter su cuchara” cuando se le preguntó: –¿Qué opina usted de todo esto, Doctor?, dijo:

–Pero señores ¿Por qué alarmarse tanto? Sólo lograrán ustedes enfermarse del hígado. Nada hay nuevo bajo el sol. En la naturaleza nada se crea ni nada se pierde. Las aguas turbulentas acaban por tomar su nivel. Para calmarnos y recobrar la serenidad, tengan la seguridad de que esos hermanastros todo podrán quitarnos, ¡menos el pregón de la Sidra Pino!

6

El Lic. don César Alayola Barrera toda su vida fue modelo de competencia profesional y sobre todo de honestidad. Nadie, ni sus enemigos políticos, han puesto esto en duda, a pesar de que ocupó numerosos cargos públicos, incluyendo los máximos de Senador de la República y de Gobernador Constitucional del Estado.

Como él mismo decía con orgullo, desde su primer sueldo ahorró un porcentaje de cada peso devengado. Separaba lo indispensable para vivir y con el saldo compraba monedas de oro. A esto llamaba “aurificar el dinero”.

En una ocasión viajó a la ciudad de México para asistir como delegado por Yucatán a una convención electoral que celebraría el Partido Nacional Revolucionario en Querétaro. Al llegar a la capital se alojó en un hotel muy modesto, quizás el más. Conque se diga que las camas eran de aquellas muy antiguas de metal cuyos cuatro sostenes remataban en sus extremos superiores, a manera de adornos, con sendas esferas huecas, también de metal, atornillables.

Cuidadoso de su dinero lo introdujo en una de esas bolas, reservándose lo indispensable para los gastos del día. Pero ¡qué sorpresa, espanto y disgusto fue para don César que al retornar más tarde se entera de que por virtud de una orden judicial de lanzamiento los muebles todos, incluyendo las camas, se los habían llevado ¡sepa Dios a dónde!

Angustiado, don César movió cielo y tierra ante colegas colocados en el ramo judicial, hasta que por buena suerte localizó el sitio del depósito. Un amigo suyo, influyente, lo acompañó en sus gestiones, pero ni aún a éste le decía el motivo de sus andanzas.

Las camas estaban en un corredor, todas desarmadas, y don César, olvidándose de la posibilidad de pescarse una pulmonía, que era el coco de los yucatecos que iban a México, en un abrir y cerrar de ojos, se despojó de saco, corbata, camisa y pantalones para no ensuciarlos, y con agilidad felina se metió por todas partes ante el asombro de su amigo, que llegó a pensar que a nuestro abogado “se le había ido el pajarito”.

Al cabo de casi una hora de esta búsqueda inquietante, el acompañante de don César oyó exclamar a éste: ¡Eureka!, al mismo tiempo que el feliz descubridor le mostraba en una mano una bola de metal y en la otra un fajo de billetes del Banco de México.

7

Hay majaderos a quienes resulta mejor llevarles a broma sus impertinencias.

En una reunión, uno de tantos (además envidioso y mal amigo) me preguntó qué razón tuve para interceder a efecto de que mi condiscípulo el Lic. Fernando Vergés Palma fuera ascendido de Juez a Magistrado del Tribunal Superior de Justicia. Quise responderle que su experiencia de muchos años en el ejercicio de la profesión y su honorabilidad, constituían suficientes merecimientos para ese ascenso. Pero por lo que antes dije de los impertinentes, preferí responderle:

Vergés, por pundonor y con frecuencia, después de sus sentencias o fallos, quedaba preocupado sobre la legalidad de sus resoluciones. En cambio, ya como Magistrado, autorizado por la ley pudo desde entonces fallar en definitiva.

8

Un mediodía, al bajar de su despacho de la Presidencia Municipal, el Dr. Conde Perera se detuvo en los bajos del Palacio para hablar con alguien. En ese preciso momento dos policías conducían detenido a un individuo totalmente ebrio que por haber sido partidario del Alcalde se creyó con el derecho de pedirle que ordenara su libertad. Pero como el Dr. no lo hizo, aquel sujeto le gritó:

–¡Adiós, idiota!

–¡Adiós, borracho!, respondió el Presidente Municipal.

–Sí, Doctor, borracho. Pero a mi mañana se me pasa.

9

Durante la agitada campaña electoral de don Tomás Marentes Miranda para Gobernador del Estado, hubo innumerables protestas contra él y choques a golpes en los pueblos.

A raíz de uno de estos incidentes se presentó al candidato del Presidente Alemán para informarle de los sucesos una comisión encabezada por el diputado del distrito correspondiente.

Después de escuchar a la comisión, don Tomás se dirigió al diputado para decirle:

–Supe que a ti te hirieron en la refriega.

–No señor, no en la refriega; me hirieron en la rodilla.

 

10

Por haber perdido en política y perseguidos, huyeron para Nueva Orleans el entonces joven Profr. Rafael Cebada Tenreiro y otros de sus correligionarios. Escasos de recursos y sin saber cuándo podrían retornar a Yucatán, vivían lo más económicamente que les era posible. Pero tuvieron la buena fortuna de encontrarse con don Joaquin Roche en la famosa avenida Canal Street, que es en esa ciudad como el Paseo de Montejo en Mérida. Y comenzaron sus días felices. Don Joaquín, enterado de su casi desesperada situación, les pagaba desayunos, almuerzos, cenas y hasta los invitaba al teatro y a uno que otro paseo.

Mas como no es eterna la alegría en la casa del pobre, una mañana, al terminar de desayunar, don Joaquín les notificó que al siguiente día se embarcaba para Progreso, expresándoles sus deseos de verlos pronto en Mérida.

Al quedarse solos, Rach Cebada tomó la palabra y dijo a sus compañeros de exilio:

–Don Joaquín ha sido muy espléndido con nosotros, y aunque estamos en la “fuácata”, podemos hacer un esfuerzo e invitarlo esta noche al “Ring Side”. Este era un cabaret de moda. Todos aceptaron y al mediodía, hora escogida para aprovechar un último almuerzo, se presentaron a su benefactor para hacerle formal invitación.

Después de escucharlos, don Joaquín les respondió:

–Magnifica idea, amigos. Vamos a echar una canita al aire con una gringuita o francesita del Barrio Latino. ¿No eso piensan? Pues yo pienso que no hay duda que son ustedes unos cabroncitos. ¿No ya les dije que pasado mañana ya estaré en casa de estos chiquitos (junto a él estaban sus dos hijos Joaquín y Roger)? A buena hora se les antoja “quitarle el nudo a su pañuelo”.

Jesús Bolio López

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.