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Amistades fecundas

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Letras

Oswaldo Baqueiro Anduze. Foto cortesía de la familia Baqueiro Brito.

José Juan Cervera

La relación entre escritores puede acarrear experiencias tormentosas o acompañamientos cordiales, según el grado de afinidad o el sentido de competencia que predomine entre ellos, al calor de las alianzas y las disputas que modelan su vida social. Las pasiones intensas, así como suelen aflorar copiosamente en su obra, llegan a manifestarse también en su trato mutuo, haciéndolos proyectar en sus pares mucho más que una estricta identidad de oficio.

Cuando las tensiones ceden espacio a los vínculos amistosos, los propios autores rinden testimonio de ellos en confidencias y evocaciones, y a veces los frutos de su escritura dan cuenta de la ayuda que se prestan entre sí en el intercambio de conocimientos y en la asimilación de técnicas con efectos sensibles en su horizonte expresivo, que pueden coronar también aciertos analíticos de creciente solidez. Pero la sola cercanía afectiva trae consigo muchas satisfacciones.

En una de sus innumerables colaboraciones de prensa, Ermilo Abreu Gómez elogia los afanes literarios y reflexivos de Leopoldo Peniche Vallado, a quien reconoce como paisano y amigo suyo tras convivir con él en su juventud, marcada por breve diferencia entre la edad de cada uno. El artículo, que apareció en el Diario del Sureste el 31 de mayo de 1966, comenta la aparición del libro Oswaldo Baqueiro Anduze en su obra. La ciudad heroica, mosaico histórico de Yucatán y otros ensayos. El personaje que el volumen evoca tejió lazos de amistad con Abreu Gómez y con Peniche Vallado, si bien con este último coincidió además en la fundación del periódico que publicó la nota.

El texto de Abreu adquiere un tono emotivo al recordar las visitas de Baqueiro Anduze en su casa de la capital del país, cuando ambos vivían fuera del terruño, pues iba a verlo para mostrarle los avances de sus textos y para tomar apuntes en su biblioteca. Rememora con tristeza la paulatina postración a que lo condenó la enfermedad que dio fin a su existencia modesta y lúcida. Unas líneas más adelante, subraya la importancia de los lazos familiares que propiciaron las aptitudes de su compañero de letras, ya que su abuelo Serapio Baqueiro Preve y su padre Serapio Baqueiro Barrera desempeñaron un papel importante en la vida intelectual de Yucatán, uno como historiador y el otro como literato y periodista. El creador de Canek refiere, en este contexto, la simpatía que le inspiró el progenitor de su amigo por compartir con él intereses centrados en la eficacia de la lengua escrita, pieza fundamental de sus valores expresivos.

Del libro de Peniche Vallado sólo emite un juicio general acerca de su calidad literaria y metodológica, considerándolo un homenaje de amistad cuyo equilibrio compositivo cobra evidencia plena. En cambio, deplora el producto editorial en sí por hallar descuido en su proceso de formación, magro resultado que da prueba además de un escaso buen gusto, hechos que considera tanto más lamentables por haber salido de las prensas de una institución universitaria.

Cabe recordar, en otro ámbito de ideas, que Leopoldo Peniche Vallado se apoya en los estudios de Abreu Gómez para desarrollar algunos trabajos ensayísticos, de manera especial en el que examina la obra de José Peón y Contreras, formidable renovador de la dramaturgia mexicana del siglo XIX. En otro de sus escritos destaca la intervención de su apreciado Ermilo en el surgimiento del teatro regional de Yucatán, al que juzga empresa frustrada por depender de un modelo cuyo agotamiento prematuro le arrebató la posibilidad de crecer y hacerse fecundo. Aun en tales circunstancias, Abreu Gómez elaboró algunos libretos y enmendó otros carentes de recursos para cumplir mínimas exigencias estéticas, labor que lo situó entre los pioneros de estas formas escénicas de vida accidentada y de auge efímero.

La creación literaria y su correlato crítico merecen ponderarse en su propio terreno, aunque sin excluir el reconocimiento de sus aportaciones en todos los órdenes de la realidad, incluso en su dimensión histórica porque las raíces en que se asienta tocan elementos vitales de la humanidad actual, la cual pareciera haber perdido la conciencia de sus orígenes. En este campo fragmentado, se antoja sensato recuperar nexos significativos para concurrir al encuentro de la memoria artística y de la vivencia profunda, componentes legítimos de la civilización entendida como herencia colectiva.

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