El Humorismo en Yucatán (XXVIII)

By on enero 3, 2019

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XIII

Continuación…

LUIS ROSADO VEGA – Uno de los más altos poetas yucatecos, nació en Chemax, Yucatán en 1873 y falleció en Mérida en 1958. Pedro Henríquez Ureña, en su “Breve Historia del Modernismo”, lo toma en cuenta entre los más destacados liridas mexicanos. Aunque pulsó preferentemente la lira, (la vieja lira de Orfeo) no desdeñó hacer poesía festiva, según señala José Esquivel Pren en la Enciclopedia Yucatanense, donde hace notar que sus colaboraciones humorísticas en la revista “Pimienta y Mostaza”, cada año de 1903, las firmaba con el seudónimo de Maese Ventura. Damos a continuación dos de tales poesías.

UNO DE TANTOS (DE MUCHOS)

Todos me conocen,

todos, ¡voto a Dios!

no hay nadie aquí en Mérida

que ignore quien soy.

Me llamo Pepito

de Burrinburrin,

y para más señas

en Dzemul nací.

Y soy indio puro,

mas juro que soy

descendiente puro

de un gran español.

Así a todos niego

que nací en Dzemul,

vengo de los Cides

y es mi sangre azul.

Soy hijo de ricos,

muy claro se ve,

¿no ve usté en mí el yerro

de la estupidez?

Me fui al extranjero.

Estudié en París

y volví más tonto

de lo que me fui.

Y vuelvo a mi tierra,

ya lo sabe usté,

como soy tan torpe

nada sabo hacer.

En cambio mi traje

no tiene rival,

que aunque muy ridículo

cuesta un dineral.

Mire mi levita

y mi pantalón

y mis zapatitos

y esta enorme flor.

Miren mi sombrero,

¡Eso es lo mejor!

Aquí sí que amigos

se acabó el carbón.

Que mi único oficio

Sépalo usté ya,

es embellecerme

de manera tal,

que nadie al mirarme

pueda distinguir

si yo soy un hombre

o una bella hurí.

Despierto a las nueve,

al espejo voy,

y empieza la cosa,

ya usted entendió;

me pongo polvillo;

me pongo carmín,

me engomo el postacho,

me lustro el botín,

un príncipe… artificial,

y un bello Adonis… de trapo,

con su cabello en aceite,

hábilmente recortado,

partido en dos por delante,

y por detrás, ¡San Macario!

Formando un bosque de pelo

que más que polka… es fandango;

ítem más, algunos rizos

sedosos y perfumados;

con su saquito muy corto,

su calzoncito ajustado,

su chalequito de seda

sin solapas, esto es claro,

con su corbata menuda

bajo de un cuello muy alto,

con sus zapatos enormes,

deben ser americanos

para que también resulten

elegantes los zapatos–

con mediecitas caladas

que dan público espectáculo

de epidermis blanca y fina

cuando el niño con más garbo

que una barbiana, se alza

el calzoncito ajustado;

con sus ojos bailadores

moviendo siempre los párpados,

con sus labios que sonríen

con mohines estudiados

con su cintura de avispa

con su rostro empolvillado,

con el reloj para arriba

y con morronguito al canto,

o bien con un jipijapa

aunque artificial muy blanco,

con las narices abiertas

como si aspirara algo,

con su boquilla de ámbar

para menudos cigarros,

su pañuelito de seda,

su bastoncito o su látigo,

resulta más chic lo último

por denotar mayor rango

y viendo lo lindo

y hermoso que soy,

me pego al espejo y un beso me doy.

¿Qué soy lo más torpe?

claro está que si,

pero eso no importa,

soy un serafín,

y mientras más tontos

somos los high life,

más nombre tenemos

en la sociedad.

Las niñas suspiran

en cuanto me ven,

pues nunca se fijan

en la estupidez

ni en otras cositas

de marca mayor,

si va uno vestido

como lo voy yo.

Y rosas me adulan,

que estoy come il faut (com il fo),

y todos me quieren,

porque rico soy.

¿Usted me conoce?

¡Ya lo creo que sí!

voy enamorado

de aquí para allí.

TENORIOS A LA MODERNA

Empleadillo en lencería,

poca edad, dieciocho años,

en el cacumen… basura

en la bolsa… algunos cuartos,

porque sólo gana al mes

quince o veintidós morlacos.

Empero va por las calles

hecho un Creso… de escenario,

con su carita de cielo,

pero, conste, cielo raso,

con su caída de ojos

y sus andares tan majos;

¡Vamos, que están retechulos!

¡Qué bellos, qué lindos!… ¡Vamos!

que parecen doncellitas,

rosas, jazmines o… nardos;

máxime si van en coche,

pero en un coche ensunchado,

que lleve campana o pito

y un cochero muy… malcriado.

Entonces en el disloque,

la mar, ¡grandioso espectáculo!

hay que remirar entonces

cómo va el niño tan guapo,

con una pierna cruzada

sobre la otra, enseñando

las caladas mediecitas

así, así, como de paso,

con la frente muy erguida,

con la boquilla en los labios,

y con el indispensable

latiguillo entre las manos.

¡Ay! y va tan orgulloso

y van tan réquetemajo,

que parece que así dice:

–Alto ahí, que va pasando

lo que Dios echó a la tierra

de más alero y más garbo,

que aquí va la flor y nata

de cuanto hay de enamorado,

y no hay chica que resista

mis florecientes encantos;

que para mí no hay en Mérida

otro mocito más guapo

ni de mejores hechuras,

ni más lindo, ¡vamos, vamos!

Y yo digo: ¡Santo cielo,

santo cielo, cielo santo,

si será que entre los sexos

se ha establecido algún cambio.

Conrado Menéndez Díaz

Continuará la próxima semana

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