Una operación saludable

By on octubre 6, 2023

Tiempos difíciles

XVIII

3 de diciembre de 1998

El aumento inesperado en los precios de la gasolina ha provocado una espiral inflacionaria de fin de año, que reduce aún más el poder adquisitivo del salario. Con esta determinación de la empresa paraestatal PEMEX, para allegarse recursos, que probablemente sirvan para el financiamiento público, se pulveriza el aguinaldo próximo a otorgarse a los trabajadores, con el que apenas podrán cubrir adeudos pendientes y adquirir algunos artículos para la familia.

Es triste ver la situación de nuestros compatriotas, agobiados por la crisis, encadenados a un salario que hace mucho se alejó de la realidad, de los precios del mercado, no del mercado internacional, tan caro a los planificadores y economistas, sino de los mercados populares, de los de abasto, del mercado de la Merced y de los mercados municipales de las poblaciones del país, nuestros mercados reales y genuinos.

Por coincidencia, en estos días se realizó en Puebla la XXVI Convención Nacional del Instituto Mexicano de Finanzas (IMEF), foro donde el actual gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz Martínez, hizo un llamado a los trabajadores y empresarios del país, para unir esfuerzos y abatir la inflación, pues según dijo, en la medida en que ésta disminuya, mejorarán los salarios reales.

Este funcionario anticipó también, que la herencia inflacionaria para el próximo año es considerable y que sus esfuerzos para enfrentarla en 1999 se enfocarán a recuperar su tendencia descendente, a moderar las expectativas inflacionarias y a fortalecer la credibilidad del Banco de México.

Difícil tarea se ha impuesto. Lástima que la primera empresa en desatender sus recomendaciones sea precisamente PEMEX.

Es imposible por tanto esperar que la iniciativa privada siga otro camino. El calvario del encarecimiento de los artículos de primera necesidad se ha iniciado. Seguirán en cascada transportes, alimentos, ropa, materiales de construcción y alquiler de viviendas.

Con la Nochebuena vienen tiempos más difíciles. En el año nuevo de 1999 será necesario que todo el pueblo mexicano se una para enfrentar la crisis. Ser consecuentes con nuestras ideas y principios, predicar con el ejemplo, que los demócratas escuchen al pueblo, que los partidos políticos definan sus posiciones y postulados, que los servidores públicos se comprometan a aclarar qué intereses sirven y qué ideas orientan su conducta, que los religiosos vivan la fe de su tabla de valores y sean los primeros en dar ejemplo de autenticidad.

En este período tan difícil de enfrentar el Banco de México tiene una gran responsabilidad. De la competencia y capacidad de su titular, hoy en tela de juicio, depende el futuro de la Nación.

El Banco de México, banco central, fue creado por el Presidente de la República, Gral. Plutarco Elías Calles, en el primer año de su gestión, siendo Secretario de Hacienda D. Alberto J. Pani, quien nombró una comisión formada por los Licdos. Manuel Gómez Morin, Fernando de la Fuente y D. Elías de Lima, para que formularan la Ley Constitutiva del Banco Único de Emisión y los estatutos respectivos.

Dicha ley fue decretada el 28 de agosto de 1925. El Banco se inauguró el 25 de septiembre del mismo año.

El Banco de México tiene la función de regular la emisión y circulación de la moneda y los cambios sobre el exterior, operar como banco de reserva con las instituciones a él asociadas y fungir con respecto a éstas como cámara de compensación; constituir y manejar las reservas que se requieran para los objetos antes expresados, revisar las resoluciones de la Comisión Nacional Bancaria y de Seguros, en cuanto afecten los indicados fines, actuar como agente financiero del Gobierno Federal en las operaciones de crédito y en la emisión y atención de empréstitos públicos, encargarse del servicio de tesorería del propio gobierno y participar en su representación y con la garantía del mismo, en el Fondo Monetario Internacional.

Como se comprende, pesan graves responsabilidades sobre esta institución, que tradicionalmente había sido considerada como prototipo de seriedad y eficiencia. Pero los tiempos han cambiado y ante las dificultades que se viven y las que se avecinan, existen serias dudas sobre el futuro de la economía mexicana y sobre la influencia del Banco en la corrección de los desequilibrios en las finanzas públicas.

Hace mucho tiempo que se olvidó la regla de oro: no gastar más de lo que se tiene. El endeudamiento sin límites y el traslado al presupuesto del gasto público del quebranto de los préstamos bancarios privados, arrojan sobre las espaldas del pueblo una pesada carga que deberán pagar varias generaciones. Además, el empecinamiento de los artífices del modelo neoliberal en vigor, de oponerse a revisar su funcionamiento, no obstante los resultados obtenidos, de concentración de la riqueza en pocas manos y el aumento de la pobreza y de la miseria en la mayoría de la población, nos hace recordar la sentencia del economista norteamericano John Kenneth Galbraith en su libro de Historia de la Economía donde dice: “La característica más común del futurólogo, no es la de saber, sino de la de no saber que no sabe”. O la terrible cita que repite de Keynes: “A largo plazo, todos estaremos muertos”.

Los tiempos de crisis son tiempos de prueba. Pero hasta el cristal de roca se quiebra cuando se prueba. Así es la paciencia del pueblo, resiste, pero irremediablemente terminará por explotar. Estamos justo en el momento de evitarlo. Todos debemos poner algo de nuestra parte para acudir en ayuda de los más necesitados. México es un país en crisis, pero no es un pueblo vencido. Juntos podemos dar las grandes batallas. Reordenar la economía, estimular el trabajo, alentar la producción, disminuir los impuestos y reorientar al gasto público, llamar a los más grandes mexicanos patriotas a participar en una gran cruzada de reconstrucción nacional, con fe en el porvenir, confianza en nosotros mismos, orgullo patrio y espíritu nacionalista.

El desafío es muy grande, pero el futuro de la Patria bien vale todos los esfuerzos y sacrificios.

Al término de la Segunda Guerra Mundial, cuando los países europeos estaban destruidos y sus economías en ruinas, grandes líderes hicieron el milagro de hacerlos resurgir de las cenizas. De aquella época todavía cercana en el tiempo, cuando los pueblos en busca de su libertad, sepultaron el totalitarismo nazi y el fascismo, que sin embargo, se niegan a morir definitivamente, el ya citado economista norteamericano John Kenneth Galbraith en su libro “Introducción a la Economía”, escrito en forma de entrevista, como resultado de largas conversaciones con la escritora Nicole Salinger, menciona precisamente al inicio del primer capítulo una cita que atribuye a Churchill, donde éste dice que la economía superaba su entendimiento, pero que comprendía lo suficiente como para saber que desembarazarse de Montaigu Norman sería una operación saludable. Montaigu Norman dirigía entonces el Banco de Inglaterra.

Actualmente muchos opinan, como Churchill, que se hace necesaria una operación saludable en el Banco de México.

Luis F. Peraza Lizarraga

Continuará la próxima semana…

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.