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Pétalos de alcoba
José Juan Cervera
Revelación o delirio, disciplina y aprendizaje; tesón, sentimiento y raciocinio, entre otros conceptos de peso relativo, pueden citarse para describir las vicisitudes que concurren en el desarrollo de la literatura nacida en Yucatán. La dificultad para documentar sus fases anida en el descuido y el olvido, en la indiferencia y en la dispersión de sus fuentes, acaso en la ingenuidad de concebirla aislada y en la reticencia para intentar explicarla en los términos que imponen sus condiciones de origen.
El brillo de nombres eminentes parece ir dejando de lado la figura y el carácter de quienes sólo de tarde en tarde son traídos a la memoria, cuando alguien se tropieza con sus letras en un rincón inhóspito y penumbroso. Y no se trata en sentido estricto de la omisión de alguna presencia individual, sino del aliento que pudiera exhalar el vigor de una identidad comunitaria.
Eliézer Trejo Cámara (1887-1934) es uno de estos autores de biografía poco documentada, un tanto borrosa y apenas sostenida en fragmentos. En un libro inédito, Ermilo Padrón López destaca el papel innovador de las letras que aportó a la canción popular yucateca, a las que pusieron música Ricardo Palmerín y Andrés Acosta, entre otros; lo describe como un “maestro de la niñez campesina”, en vista de haber egresado de la Escuela Normal ejerciendo la docencia en espacios rurales. Como tal, formó parte del personal de la Escuela Primaria Elemental de primera categoría con sede en Payo Obispo, Quintana Roo, en 1922, desde donde enviaba poemas para publicar en el periódico El Popular.
Nativo de Sotuta, otros de los medios de prensa en los que colaboró fueron La Revista de Yucatán, Génesis, Labor Social y Tierra, órgano de la Liga Central de Resistencia del Partido Socialista del Sureste, en el que publicó un relato de corte social con reminiscencias poéticas, y un comentario acerca del poemario Los pájaros de barro, de Ricardo Mimenza Castillo.
En 1919, publicó su libro Sintiendo la vida, y en ese mismo año apareció un texto suyo en la revista Cervantes, número especial en el que su director Francisco Villaespesa se propuso brindar una muestra de la obra de escritores yucatecos. En otra de sus colaboraciones periodísticas de ese entonces, Trejo Cámara dedicó unas rimas al poeta español.
Demostró predilección por el soneto, y un ejemplo de ellos es el que con el título de “La peineta” forma parte de un par inscrito bajo el nombre de “En la gloria de tu alcoba”, que dice de este modo: “Para prender con grácil donosura/en tus rubios cabellos la peineta,/los brazos levantaste en la indiscreta/actitud de una olímpica hermosura.//Las mangas de suntuosa compostura/desceñiste en tu afán, febril e inquieta,/violando la prisión de una secreta/línea de eucarística blancura.//Y el mueble de cristal, brillante y terso,/al copiar con reflejos sonrosados/de tus nítidos hombros el anverso,//entre bellos contornos impolutos,/reveló con perfiles sombreados/dos corolas de rizos diminutos.”
Como alguna vez señalara el crítico Manuel Sales Cepeda, la influencia del argentino Leopoldo Lugones obró sobre la pluma de Trejo Cámara como en otros jóvenes poetas hispanoamericanos. Puede observarse en la intensa sensualidad de sus versos la tendencia a investir las voluptuosas formas femeninas en temperamentos virginales, instalados en atmósferas de espontánea intimidad.
Tres poemas suyos aparecen en la compilación Musas y liras. Homenaje a las damas, que Serapio Baqueiro Barrera realizó en 1907, y en ellos canta la belleza de María Ponce Cámara, Mercedes Rubio Ibarra y Esther Martínez Romero. Varios más figuran en el libro conmemorativo de las Bodas de Oro de la Sociedad Progreso y Recreo de Espita, editado en 1925.
Un año después de su muerte, Carlos Duarte Moreno evocó “su existencia soñadora, atormentada, ahijada del pecado y de la gloria”. El arte de Eliézer Trejo Cámara merece deslizar su lozanía en la conciencia sensible de nuevos lectores.
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