LA CORRUPCIÓN EN MÉXICO (I)

By on mayo 24, 2018

LETRAS LIBERALES

LA CORRUPCIÓN EN MÉXICO (I)

UNA ESTRATEGIA DE RESISTENCIA CULTURAL.

 

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INTRODUCCIÓN

Este trabajo tiene la intención de analizar el fenómeno de la corrupción en México desde un punto de vista cultural, con apoyos en la historia y en la tesis del Dr. Guillermo Bonfil Batalla del “México profundo”. Es una primera aproximación que intenta buscar otro tipo de respuestas, más allá de las moralistas o aquellas que ha producido el colonialismo cultural, para mantenernos en una situación de inferioridad, y que en la actualidad se ha convertido en un gran problema tanto social como político.

La corrupción es un fenómeno universal que en todos los tiempos y en todas las culturas se ha dado. Sin embargo, en México tiene características diferentes; por una parte, es un fenómeno aparentemente general en todos los niveles de nuestra sociedad; y, por otra parte, tiene connotaciones muy profundas tanto en las mentes de los ciudadanos como en las estructuras del Estado.

La corrupción en principio es un mal para la sociedad, porque destruye, debilita, desarticula, resquebraja, desintegra un Proyecto Nacional de Estado y de Sociedad. En principio, bajo ninguna posibilidad se puede aceptar la corrupción, porque “lesiona al ente social”. De acuerdo a este principio, generalmente se han hecho muchos juicios sobre la corrupción en México. Sin embargo, creemos que es necesario ir más allá de esta realidad evidente y buscar respuestas más profundas, que nos puedan dar claridad sobre un fenómeno que es constante en los últimos siglos de nuestro país, y que tal parece es el origen de todos nuestros males.

Se dice que México es un país corrupto, que casi todos los mexicanos de alguna forma estamos siendo partícipes de este problema con el que al parecer hemos podido vivir sin aparentemente mayor conflicto. Para las sociedades no colonizadas, en especial para los países colonizadores de ayer e imperialistas de hoy, la corrupción es, en apariencia, uno de los grandes “pecados” que es censurado y castigado con todo el rigor por el Estado. Este sentido de incorruptibilidad es especialmente manejado en los niveles más distantes de los centros de poder; por decirlo de otra forma, en el ciudadano común, aunque en los niveles más altos de poder, sucesivamente se dan escándalos de corrupción en lo político y en lo económico que sacuden a estas sociedades “puritanas”. En efecto, la corrupción menor no es tolerada y ferozmente combatida, el “deber ser” de la sociedad y del Estado se han estructurado en un paradigma “moral” en el que se sostienen las estructuras de poder. Por ello, cuando se trata de corromper en estos países a las autoridades, instituciones y leyes “menores”, la respuesta de las fuerzas de poder es implacable ya que la corrupción a estos niveles, si se permitiera, a mediano plazo afectaría los grandes centros de poder. De esta manera, el Estado debe proteger a las estructuras de la corrupción; las leyes, las instituciones y las autoridades deben mantenerse fuera del alcance generalizado del cáncer que representa la corrupción, fundamentalmente en sus niveles medios y bajos; aunque de alguna manera, el gran poder, por sí mismo, es un acto de corrupción; el poder por naturaleza corrompe. Así pues, en un país colonizador, que por siglos se ha enriquecido corruptamente de la explotación y saqueo de otros pueblos, resulta un acto suicida tratar de corromper a un policía de un crucero o a un burócrata de ventanilla. Estos juicios sobre la incorruptibilidad de las leyes, las instituciones y las autoridades, generados en los países colonizadores, los hemos importado y, como casi siempre, los hemos tratado de aplicar a nuestra realidad. Los resultados son la frustración y un sentimiento creciente de inferioridad frente a las sociedades colonizadoras y sus Estados. En efecto, por la ausencia de un análisis más profundo y descolonizado del fenómeno de la corrupción, la realidad cotidiana se empecina en mantenerse aferrada a este “cáncer” que, a pesar de múltiples intentos, unos honestos y otros no tanto, por erradicarla de la vida nacional se mantiene vigente.

De esta manera, tal parecería que estamos condenados a vivir para siempre con este “mal” que ni nos destruye ni nos permite desarrollarnos. ¿Qué pasa entonces? Los mexicanos somos la encarnación de la corrupción en este planeta o es que la naturaleza de nuestra cultura es corrupta. Existen muchos sitios comunes para dar respuesta inmediata a estas interrogantes, pero creemos que es necesario explorar otras alternativas, enfocar el problema desde otros ángulos.

Acaso podríamos presuponer que, si la corrupción ha vivido tanto tiempo entre nosotros, no es un “terrible” mal como siempre lo hemos creído. Acaso, si hiciéramos a un lado el “Deber Ser” de la moral, resultara que la corrupción no ha sido un elemento “malo”, que ha sido muy bueno para la supervivencia de nuestra civilización y nuestra identidad.

En este trabajo se pretende iniciar una reflexión descolonizada de este fenómeno, porque entendemos que la sociedad y el Estado están cambiando y no podemos crear la sociedad y el Estado del siglo XXI sin resolver este lastre centenario que nos ha impedido desaparecer como pueblo y que, al mismo tiempo, no nos permite en la actualidad avanzar con pasos firmes en la construcción de relaciones honestas y confiables, para acrecentar la democracia y la justicia en México.

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Los más ancestrales orígenes

La historia del México prehispánico abarca aproximadamente del año 6000 a.C. (según Miguel León Portilla) hasta el año 1519, terminando con la llegada de los conquistadores. Este periodo de aproximadamente siete mil quinientos años los especialistas lo subdividen en tres partes: el periodo PRECLÁSICO que inicia 6000 a.C. y termina en el 200 a.C.; el período CLÁSICO del 200 a.C. al 900 D.C., y el período POSTCLÁSICO que va del 900 D.C. al 1519.

La historia del México antiguo es bastante desconocida, en parte porque los aztecas, y después los españoles, destruyeron los códices y los testimonios orales, escritos y simbólicos de esta milenaria cultura. En efecto, el período azteca es el más corto y reciente de la época prehispánica; para tener una idea, la ciudad de Tenochtitlán se fundó en el año 1325, apenas 194 años antes de la llegada de los españoles.

La parte histórica más importante del México antiguo, la época del esplendor, está situada entre el 600 y el 900 D.C. El desarrollo cultural en el Anáhuac estaba en todo su apogeo; los centros de conocimiento como Teotihuacán, Monte Albán. Chichen Itzá, etc., vivían sus mejores momentos. Sin embargo, algo misterioso sucedió en todo el Anáhuac, porque casi al mismo tiempo estos centros de conocimiento fueron destruidos, cubiertos de tierra y abandonados por sus ocupantes, que literalmente desaparecieron de la faz de la tierra.

Las antiguas culturas tenían tres círculos excéntricos de conocimiento; en el primer círculo se encontraba el conocimiento directo a través de la palabra; el segundo círculo de conocimiento quedó en piedras y libros o códices; el tercer círculo de conocimiento quedó en religiones.

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Así que, cuando se dio el fenómeno misterioso del llamado colapso del clásico superior, donde los hombres de conocimiento desaparecieron, abandonando los centros de desarrollo, quedó el conocimiento en una religión que había elaborado a través de cientos o acaso miles de años. En efecto, en aquellos momentos del esplendor clásico superior en Anáhuac, no todas las personas eran “hombres de conocimiento”. Existían, como siempre han existido, los hombres comunes o pueblo que tenían una religión en la que de manera sencilla se difundía el conocimiento y la sabiduría a los campesinos y artesanos. En esta religión Mesoamericana existían dos figuras fundamentales, una era Quetzalcóatl y la otra Tláloc. El primero como responsable del desarrollo espiritual y el segundo como el responsable del fenómeno de la vida. Tláloc y Quetzalcóatl ya están presentes aquí desde el período PRECLÁSICO con los Olmecas; cobran toda su fuerza en el clásico con la llamada cultura TOLTECA y aún se mantienen en el período del postclásico con los aztecas, aunque con transformaciones substanciales que más adelante veremos. Lo cierto es que Tláloc y Quetzalcóatl aparecen en todas las culturas del Anáhuac, con otros nombres, con otra iconografía, pero con los mismos valores filosóficos. Tláloc y Quetzalcóatl eran símbolos manifiestos de una compleja concepción y percepción del mundo y de la vida del México antiguo. Generados por este conocimiento propiciaron una religión en la que vivieron en paz y armonía los pueblos de Anáhuac.

Sin embargo, el colapso del clásico superior supone la desaparición de los hombres de conocimiento de los grandes centros como Teotihuacán, Monte Albán y Chichen Itzá; con ellos, la tradición también se va del Anáhuac y con ella el generador de la cultura, Quetzalcóatl. De esta manera nos relata la tradición que Quetzalcóatl es vencido por las fuerzas del mal y tiene que huir por el Oriente. Pero deja una profecía, que será muy importante para el desarrollo posterior de la historia en el territorio que hoy es México. Quetzalcóatl profetiza que regresará a instaurar de nuevo su reino de sabiduría y amor en el año “uno caña” (el calendario mesoamericano es cíclico por lo que periódicamente cada 52 años se repite el año uno caña).

Al desaparecer los “motores” del desarrollo cultural, los pueblos del Anáhuac iniciaron un lento camino de decaimiento cultural. En efecto, cuando se fueron los hombres de conocimiento de Monte Albán, Teotihuacán y Chichen Itzá, los hombres “comunes” fueron perdiendo la fuerza de las enseñanzas de los maestros que vivían en los impresionantes recintos. La religión comenzó a sufrir modificaciones, de acuerdo a intereses y concepciones de los sacerdotes. Los responsables de la conducción y organización social, sin la influencia de aquellos maestros, comenzaron a transformar la vida de la comunidad. Monte Albán dejó de ser un centro de investigación y pasó a ser un panteón. Los hombres importantes deseaban ser enterrados ahí donde otros aprendieron a ser dioses. Tiempo después Monte Albán pasó a ser fortaleza militar. En casi cinco siglos se perdió mucho del conocimiento del clásico superior en Anáhuac y, como todo el poder que no está sustentado en una fuerza espiritual, se fue corrompiendo.

En estos siglos de decaimiento cultural, el recuerdo de aquellos maestros del conocimiento (llamados Toltecas) fue permanente; muchos pueblos pretendían tener la herencia del conocimiento a través de linajes o líneas de parentesco. Casi al final de este periodo de decaimiento cultural cobra más fuerza otra profecía milenaria de Anáhuac, aquella que dice que, habiendo sido precedido por cuatro “soles” o eras anteriores, la Tierra vivía el último período de éste que es el quinto sol, próximos a la destrucción vendría después un nuevo sol o intento humano en la tierra. Así pues, como vemos, el “momento histórico” en el que llegan los aztecas al valle de México era de depresión y decaimiento cultural.

A mediados del siglo XIII (1200 D.C.) apareció el último grupo nómada proveniente de los Aztecas, “el pueblo cuyo rostro nadie conocía”. Traían a su dios Huitzilopochtli, veneración y culto a los sacrificios humanos, a la guerra, a la materia; totalmente opuesto a los dioses de origen Tolteca que desde luego encabezaba Quetzalcóatl. Estos Bárbaros del Norte, guerreros, que no estaban culturizados pero que tenían una inflexible voluntad de poder, dominaron en breve tiempo a los señoríos del Valle de México, herederos lejanos de los conocimientos y enseñanzas de Quetzalcóatl.

Los Aztecas rápidamente asimilan las formas culturales del pasado Tolteca, en la formación de lo que será el imperio Azteca, y su ideología cobra una importancia trascendental un personaje que se llamó Tlacaelel que ocupó el cargo de Cihuacoátl (administrador) durante toda su vida, que fue casi centenaria. Tlacaelel fue el ideólogo del imperio Azteca, tomó los elementos de la antigua herencia Tolteca que el consideró útiles y provechosos, pero dándoles una orientación materialista y fundamentalmente transgrediendo los preceptos milenarios de Quetzalcóatl. Por lo que el binomio TLÁLOC-QUETZALCÓATL fue transformado a TLÁLOC- HUITZILOPOCHTLI (filosóficamente se cambió de ‘LA VIDA ESPIRITUAL al concepto de la VIDA MATERIAL’). La norma de Quetzalcóatl fue transgredida por los aztecas.

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Los aztecas capitalizan para su beneficio el decaimiento cultural de los pueblos de Anáhuac, quienes pensaban que el quinto sol estaba por terminar. Retoman y transforman las bases de la filosofía Tolteca, pero le dan una nueva orientación; del sacrificio espiritual pasaban al sacrificio humano; de la guerra espiritual con uno mismo, pasan a la guerra material con el vecino; desarrollan, como nunca antes en miles de años en Anáhuac, las guerras de conquista y sojuzgarían a otros pueblos; crean un sistema tributario para explotar a los pueblos vencidos con la guerra, desarrollan el comercio con fines de enriquecimiento, crean el inicio de la moneda, desarrollan el concepto de propiedad privada; cambian las bases de la educación, la religión, la organización social y la razón misma de Estado. En síntesis, el imperio Azteca se asume como el sostenedor del quinto sol, disminuye la figura de Quetzalcóatl (ESPÍRITU) hasta minimizarla y propone la exaltación de Huitzilopochtli (MATERIA).

De esta manera se vitaliza momentáneamente la vida de los pueblos del Anáhuac (1325 fundación de Tenochtitlán a su destrucción en 1521 por los españoles, de esta manera como se ve el imperio Azteca fue muy corto, con solo 196 años de duración, comparados con los más de 7500 años que duró la historia prehispánica).

Cabe mencionar que, aún en sus momentos de esplendor, el imperio azteca no dominó en todo a la extensa Anáhuac, ni a todos los pueblos que vivían en ella. En efecto, muchos pueblos se mantuvieron fieles a la milenaria tradición tolteca; los mayas, purépechas, tepanecas, tlaxcaltecas, zapotecas, mixtecas y mixes, por solo mencionar a algunos pueblos que se mantuvieron independientes, rechazando la ideología y religión Azteca.

De esta manera podemos decir que, para entender el fenómeno de la corrupción en México, es necesario analizar el colapso del clásico superior, la partida de Quetzalcóatl y los siglos en los que se fue deteriorando el conocimiento de los sabios Toltecas con las consecuentes deformaciones de la filosofía, la religión, en la organización y vida de los pueblos en Anáhuac; así como la irrupción del imperio Azteca y su ideología, en las que retoma las formas toltecas pero le da una orientación eminentemente místico-guerrera-material; la caída del recuerdo de la norma desgastada de Quetzalcóatl y el ascenso de Huitzilopochtli como símbolo de la materia, el sacrificio humano y la guerra.

El imperio Azteca, en sus últimos momentos antes da llegada de los españoles, tenía graves problemas ideológicos en su seno. Hay que recordar que uno de sus aliados (TEXCOCO) mantenía vivo el recuerdo de Quetzalcóatl y aún al interior de la clase dirigente mexica había una lucha que cuestionaba la nueva ideología desarrollada por Tlacaelel. El segundo Moctezuma vivía tiempos difíciles, existían profecías y augurios que anunciaban una catástrofe para el imperio azteca.

EL FALSO QUETZALCÓATL

En 1492, los reinos de Castilla y Navarra habían logrado derrotar y expulsar a los árabes que por siglos dominaron la península Ibérica. Europa se encontraba aislada del comercio con el Oriente; se requería una nueva vía para mantener el comercio y el navegante genovés Cristóbal Colón, en virtud de las capitulaciones firmadas en la Villa de Santa Fe el 17 de abril de 1492, recibe de la Reina de Castilla el principio jurídico a su empresa.

“Se ha dicho, y es una verdad histórica absolutamente comprobada que el descubrimiento, conquista y colonización de América española fue una obra eminentemente popular”.

Significa esto que en las expediciones descubridoras predominó el esfuerzo privado, individual, sobre la acción oficial del Estado.

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El título jurídico que sirvió de base a toda expedición de descubrimiento o nueva población fue la capitulación o contrato otorgado entre la corona, o sus representantes, y el jefe de la expedición proyectada. En estas capitulaciones, que recuerdan por su carácter y contenido las viejas cartas de población de la Edad Media castellana, se fijaban los derechos que se reservaba la corona y los nuevos territorios a descubrir y las mercedes concedidas a los distintos participantes en la empresa descubridora. El estudio de sus cláusulas pone de relieve que solo en muy contadas ocasiones -los viajes colombinos, las expediciones de Pedro Rías Ávila y la de Magallanes- participó el Estado directamente cubriendo los gastos que la expedición originaba. Lo corriente es que todos los gastos fueran de cargo del individuo que organizaba la expedición, el cual podía ser al propio tiempo caudillo militar de la misma, o simplemente empresario o financiador.

Esto explica que, en ocasiones, la capitulación se convertía en un verdadero título negociable y fuera objeto de diversas operaciones jurídicas: ventas, traspasos, permutas, contratos de sociedad, etc.

Hernán Cortés nace en 1485 en Medellín, España. De familia humilde, trata de estudiar en Salamanca, “pero como desde temprana edad fue muy dado a las mujeres y a burlar maridos”, sufre un percance que le impide embarcarse con Fray Nicolás de Ovando. A los 19 años (1504) llega a la isla Española con la esperanza de todo joven de su época, de hacerse rico en breve tiempo.

Después de una escabrosa relación con el Gobernador de la isla de Cuba, Diego Velásquez, en la que de cortesano pasa a ser su enemigo, y posteriormente a encabezar la expedición que financia Velásquez a México, quien recibe el apoyo de Amador de Lares, contador y oficial del Rey; Hernán Cortés es nombrado Capitán General de esa armada. Sin embargo, en los últimos momentos antes de partir, Velásquez decide quitarle el mando a Cortés por recomendación de sus amigos, quienes le informan al Gobernador que Cortés tiene planes de traicionarlo. Cortés entonces sale prófugo de Cuba y, antes de salir hacia México, incauta barcos y víveres para su expedición.

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Con anterioridad, Diego Velásquez había enviado a México tres expediciones que resultaron un fracaso; de modo que, cuando llega a la península de Yucatán, se entera de que existían dos españoles sobrevivientes a un naufragio en las costas de Quintana Roo, los manda buscar y Jerónimo de Aguilar se incorpora a la expedición, mientras Gonzalo Guerrero decide quedarse a vivir con los mayas, pues ya estaba casado y con hijos, habiéndose asimilado a la cultura maya. Cabe mencionar que posteriormente Gonzalo Guerrero lucha en contra de los españoles al lado de los mayas, y cae muerto por un arcabuzazo.

Cortés parte con Jerónimo Aguilar a las costas de Tabasco, donde le es regalada una esclava (Malinche) que habla varios idiomas indígenas, entre ellos el maya, por lo que Cortés, a través de ella y de Jerónimo de Aguilar que habla maya y español, se logra enterar de la situación política, así como de las profecías del regreso de Quetzalcóatl.

Como los mayas no habían transgredido las normas de Quetzalcóatl y no habían sucumbido a los ejércitos e ideología Azteca, reciben a los españoles como forasteros peligrosos, siendo rechazados de sus territorios.

No así los dirigentes del imperio azteca que, habiéndose enterado del arribo de los españoles a las costas de lo que hoy es México, desde la primera expedición enviada por Diego Velásquez estaban atentos al avistamiento de sus naves.

Por la información recibida a través de Jerónimo de Aguilar y la Malinche, Cortés llega a Veracruz donde entabla contacto con los representantes del emperador Moctezuma, quien le envía presentes y le pide que se retire.

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Para esos momentos, al interior de la expedición empieza a manifestarse la insubordinación: una parte de los españoles deseaba regresar a Cuba pues sabían que estaban prófugos de la ley española, representada en la gubernatura de Velásquez. Por ello Cortés decide quemar las naves para impedir el retorno, que significaba para él la cárcel.

Cortés avanza con sus hombres hacia el Valle de Anáhuac, atraído por las referencias que tiene de las riquezas de Tenochtitlán, y fortalecido ante los indígenas por haberse apropiado de la profecía y personalidad de Quetzalcóatl.

Después de breves escaramuzas, logra la alianza de los tlaxcaltecas, enemigos históricos de los aztecas y seguidores de la doctrina de Quetzalcóatl. Pasa por Cholula, donde realiza su primera matanza, y llega a las inmediaciones de la Ciudad de México-Tenochtitlán.

Así se explica que, en tanto que en Europa los intereses económicos y los prejuicios raciales, también europeos, determinan sus formas de gobierno desde la antigüedad clásica hasta la fecha, en Anáhuac, en cambio, con su cultura colectivista de esfuerzo y de servicio, privará la organización económica por Tequiyotl, oficios u ocupaciones, tomando en cuenta la agrupación por servicios en colectividades autosuficientes.

EL ENCUENTRO

Mucho se ha escrito sobre la personalidad de Moctezuma (casi todo por españoles). Lo cierto es que su gobierno no era un imperio al estilo europeo. La tradición y el desarrollo de la civilización en Anáhuac, como ya se dijo, fue milenaria, y aunque se cambiaron muchas de las normas generadas por el periodo Tolteca, muchas seguían también de alguna forma vigentes o modificadas.

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“…Los principios fundamentales de la organización política en Anáhuac fueron diferentes de los de Europa, donde privó una cultura individualista y de ahorro basada en el atesoramiento y formación de peculios e intereses particulares que dan margen al despojo y a la provocación ininterrumpida de guerras, justificando la usurpación por convenir así a sus intereses. En sus instituciones, los principios fueron fundamentalmente los siguientes:

“A.- Las territoriales, que eran: 1.- El Calpulli rural (autónomo y disperso); 2.- El Calpulli urbano (autónomo y concentrado a manera de barrio); 3.- La o icniúhtli de calpóltin, hermandad, fraternidad, grupo de amistad de caseríos (entidad regional autónoma) llamado tlancáyotl, gobierno; 4.- Los territorios o señoríos de estado (Autónomo, pero la autoridad dependía del estado) llamados tecúhyotl, señorío; 5.- El estado (independiente llamado Hueytlahtocáyotl, gran gobierno; y 6.- La federación de Estados llamada Tlatacaicniuhyotl, hermandad o amistad de gobernantes…”

“… El gobierno de toda agrupación, tanto territorial como institucional, correspondía a una asamblea de ancianos o expertos en la materia, elegidos por los miembros de la agrupación, nada se hacía, afirman los cronistas sin consultar a la asamblea”. Esta invariablemente era encabezada por dos jefes cuyos puestos generalmente eran vitalicios: uno era administrador y otro ejecutor, casi siempre el primero anciano y con derecho a sucesión, y el otro más joven, era elegido por asamblea, dependiendo de las circunstancias particulares de cada agrupación la determinación de las normas y procedimientos de ejecución. La asamblea se llamaba in cohuáyotl círculo o a manera de serpiente”.

De esta manera, el tlatoani Moctezuma era una persona que había sido preparada desde su nacimiento para gobernar, se educó en las instituciones como el Calmécac y estudió la historia, filosofía y religión, no sólo de su naciente imperio, sino fundamentalmente la del México Antiguo. Además de ser un hombre preparado y capaz, no poseía una autoridad única y vertical como un rey europeo, por lo que las decisiones que se tomaron frente a los conquistadores debieron ser fruto de su sistema de gobierno democrático.

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Así, la triple Alianza (Tenochtitlán, Tlacopan y Texcoco) o federación estaba enterada de los avistamientos de las sucesivas expediciones de los españoles. Es también importante señalar que antes de la llegada de los españoles se dieron una serie de “presagios funestos’ que anunciaban el fin del imperio Azteca; bajo estas condiciones Moctezuma tiene que recibir a los invasores a quienes hasta el último momento se les dio un trato como embajadores de un poderoso rey, o como a Quetzalcóatl en persona, según lo manejara Cortés a su conveniencia. Para los españoles, por su parte, la llegada a México obedecía al interés personal de hacerse ricos a partir de una “empresa” en la que muchos habían empeñada sus propios capitales y, en el caso de Cortés, tenía además la cárcel de por medio; por ello el interés de escribir “Las Cartas de Relación” en las que pretendió y logró eludir la justicia del gobernador Diego Velásquez y legalizar su desobediencia ante la Corona Española. Cortés comienza la primera Carta de Relación el 10 de Julio de 1519 de la siguiente manera:

“…Muy altos y poderes, excelentísimos príncipes, muy católicos y muy grandes reyes y señores:…”

En las Cartas de Relación, Cortés desacredita a Diego Velásquez, a Juan de Grijalva y a Pánfilo de Narváez, entre otros, exaltando su persona y acciones todas en favor de la Corona española.

El primer encuentro de Hernán Cortés y Moctezuma, que es relatado tanto por Bernal Díaz del Castillo como por el propio conquistador, es muy revelador del momento histórico en que se estaba desarrollando. En efecto, Moctezuma manda llamar a todos los señores que le obedecían y les dijo:

“… Hermanos y amigos míos, ya sabéis que de mucho tiempo acá vosotros y vuestros padres y vuestros abuelos habéis sido y sois súbditos y vasallos de mis antecesores y míos, y siempre de ellos y de mí habéis sido muy bien tratados y honrados, y vosotros asimismo habéis hecho lo que buenos y leales vasallos son obligados a sus naturales señores; y también creo que de vuestros antecesores tenéis memoria como nosotros no somos naturales de esta tierra, y que vinieron a ella de muy lejos tierra, y los trajo un señor que en ella los dejó, cuyos vasallos todos eran. El cuál volvió donde ha mucho tiempo y halló que nuestros abuelos estaban ya poblados y asentados en esta tierra, y casados con las mujeres de esta tierra y tenían mucha multiplicación de hijos, por manera que no quisieron volverse con él ni menos lo quisieron recibir por señor de la tierra y él se volvió, y dejó dicho que tornaría o enviaría con tal poder que los pudiese constreñir y atraer a su servicio.

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Y bien sabéis que siempre lo hemos esperado, y según las cosas que el capitán nos ha dicho de aquel rey y señor que le envió acá, y según la parte de donde él dice que viene, tengo por cierto y así lo debéis vosotros tener, que a queste es el señor que esperábamos, en especial que nos dice que allá tenía noticias de nosotros, y pues nuestros predecesores no hicieron lo que a su señor eran obligados, hagámoslo nosotros, y demos gracias a nuestros dioses porque en nuestros tiempos vino lo que tanto aquéllos esperaban. Y mucho os ruego, pues a todos es notorio todo esto, que así como hasta aquí a mí me habéis tenido y obedecido por señor nuestro de aquí adelante tengáis y obedezcáis este gran rey pues él es vuestro natural señor y en su lugar tengáis a este su capitán; y todos los tributos y servicios que hasta aquí a mí me haciades, lo haced y dad a él, porque yo asimismo tengo que contribuir y servir con todo lo que me mandare; y demás de hacer lo que debéis y sois obligados, a mí me haréis en ello mucho placer”. Lo cual todo lo dijo llorando con las mayores lágrimas y suspiros que un hombre podía manifestar y así mismo todos aquellos señores que le estaban oyendo lloraban tanto, que en gran rato no le pudieron responder. Y certifico a vuestra sacra majestad, que no había nadie tal de los españoles que oyese el razonamiento que no hubiese mucha compasión.

Y después de algo sosegadas sus lágrimas, respondieron que ellos lo tenían por su señor, y habían prometido de hacer todo lo que les mandase. Y que por esto y por la razón que para él les daba, que eran muy contentos de lo hacer, y que desde entonces para siempre se daban ellos por vasallos de vuestra alteza y desde allí todos juntos y cada uno por sí prometían, y prometieron de hacer y cumplir todo aquello que con el real nombre de vuestra majestad les fuese mandado, como buenos y leales vasallos lo deben hacer, y de acudir con todos los tributos y servicios que antes al dicho Moctezuma hacían y eran obligados, y con todo lo demás que les fuese mandado en de vuestra alteza. Lo cual todo pasó ante un escribano público, y lo asentó por auto en forma, y yo lo pedí así por testimonio en presencia de muchos españoles. Pasando este auto y ofrecimiento que estos señores hicieron al real servicio de vuestra majestad, hablé un día al dicho Moctezuma, y le dije que vuestra alteza tenía necesidad de oro…”

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Consideramos este testimonio totalmente revelador de lo que sucedió en la invasión de México, desmitificando en la propia pluma de Hernán Cortés “la proeza de la conquista”, quedando en claro que fue la torpeza y ambición obtusa de los conquistadores lo que propició las guerras y matanzas de indios contra indios y no “la epopeya de un puñado de valerosos ¿soldados? Españoles.”

Como se puede apreciar en el discurso de Moctezuma se entrega al rey de España todo el imperio Azteca sin derramar una gota de sangre. Así lo había determinado el consejo, porque creyeron que se cumplía la profecía del regreso de Quetzalcóatl. La pregunta es obligada: ¿por qué se entrega el poderoso imperio azteca con sus cientos de miles de guerreros a estos forasteros?, ¿por qué Moctezuma pide obediencia a sus dominados y aliados ante los españoles? La respuesta nos parece coherente: los aztecas se sabían usurpadores y transgresores de la ley y norma de Quetzalcóatl y temían el castigo divino.

Sin embargo, esta decisión no fue unánime al interior de la dirigencia azteca: había un sector que pretendía repeler y derrotar a los invasores. Se sabía que los mayas no los tomaron como dioses, es más, los habían derrotado y habían tenido prisioneros españoles. Pero, pese a esto, se acató la decisión del consejo aunque al realizar la matanza del Templo Mayor, en la que murieron miles de nobles indígenas –ataviados con joyas realizaban una ceremonia y la codicia de los invasores hizo que los asesinaran a cuchillo, sin poder defenderse–, esto encendió los ánimos del pueblo, además de saber que tenían preso y encadenado a su Señor Moctezuma; mas habría que sumarle el odio que tenían los aliados indígenas, enemigos de los aztecas, que esperaban la oportunidad para cobrar la venganza histórica. De esta manera se inicia la lucha, que en el fondo fue de indígenas contra indígenas: unos creyendo que estaban aliados a las fuerzas espirituales de Quetzalcóatl-Cortés y otros que veían estoicos el final del período de la ideología de Tlacaelel-Huitzilopochtli.

Consideramos necesario hacer una revisión de la historia del México Antiguo, el proceso de conquista y la colonia. No se puede seguir manteniendo las tesis prehispánicas; se debe ir más allá de “la visión de los vencidos” y tratar de conocer y entender los hechos desde una óptica de mayor objetividad e imparcialidad para entender lo que fuimos, ahora lo que somos y saber lo que deseamos ser.

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Por una parte, las fuentes históricas que se escribieron en aquellos tiempos son totalmente parciales y mantienen una visión euro centrista; hay que entender quiénes y por qué escribieron “su” historia; aun los informantes en calidad de vencidos no informaron fehacientemente a sus vencedores; sin contar, además, con los problemas del idioma y la posibilidad de entender del mundo y de la vida, que hasta la fecha sigue siendo diferente a la Occidental y nos es difícil entenderla.

Por otra parte, la “historia” que pueden recoger los españoles de aquellas épocas, “la historia” que habían rehecho los aztecas, la historia del México Antiguo, fue mandada desaparecer antes de la llegada de los españoles por Tlacaelel, el Cihuacóatl del imperio.

El primer gran acontecimiento nefasto de nuestra historia se da con la caída de Quetzalcóatl, en lo que se llama el colapso del Clásico Superior (no creemos que Quetzalcóatl fuera un hombre, más bien representa un símbolo filosófico-espiritual, ya que el símbolo de La Serpiente Emplumada aparece desde el período Preclásico con los Olmecas). La ausencia de la fuente generadora de un movimiento cultural que duró muchos siglos y la consiguiente degradación de sus formas externas en el período Postclásico; así como el surgimiento emergente de la doctrina místico-guerrera-materialista, simbolizada por Huitzilopochtli de los aztecas, prepara los acontecimientos de la conquista. Toda vez que Cortés llega precisamente en el año uno caña, por Oriente, es blanco y barbado. De esta manera, Cortés conociendo la situación político-religiosa de Anáhuac, se asume como el personaje esperado y lo explota, utilizándolo en su beneficio.

ALEJANDRO ALCOCER ALVIRDE

Bibliografía

https://es.wikisource.org/wiki/La_Corrupci%C3%B3n_en_M%C3%A9xico._Una_estrategia_de_resistencia_cultural

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