La Aventura Musical de Coki Navarro – XLVII

By on marzo 4, 2021

XLVII

Continuación…

Bueno, sigamos con Madrid y París y el Duque, el cocinero y su amante de ojos verdiazul y sonrisa de virgen, pero con los labios que lanzan fuego pasional.

Hoy nos encontramos a un yucateco en Madrid. No tiene nada de raro ese fenómeno, que tampoco es fenómeno, pues ya sabemos que los “paisanos” están en Saturno o en cualquier parte donde pueda comerse un “puchero” los domingos. Es un placer saludar a un “yuca” en Europa (a veces hasta en Yucatán). Luis Espinosa nos invita al teatro. Nosotros solamente lo podemos invitar a una cerveza en nuestro pequeño cuarto (eso sí, con baño) del Hotel Opera; un hotel nuevo y bonito, aunque ocupado porque fue construido enfrente el gran Teatro de la Opera de Madrid y todas las miradas las acapara el soberano frontispicio del teatro… Magnífico, majestuoso, imponente por fuera y más por dentro.

Tomamos nuestra cerveza con Luis y nos despedimos porque él se iba a su apartamento y nosotros a la patria del General de Gaulle (en francés se pronuncia “de gol”). Quiero hacerles la salvedad de que las pronunciaciones que dejo anotadas las hago con el afán de que ustedes se ilustren, no de presumir, pues yo no hablo francés, ni inglés, pero en cambio el español lo hablo muy mal, requeté mal, y lo escribo peor.

Antes de salir a París le avisamos al dueño del hotel que ya dejaríamos la habitación. El propietario nos pregunta si no hubiera sido más barato para nosotros no haber alquilado el cuarto, pues durante dos semanas solamente nos ha visto entrar tres o cuatro veces. Yo le explico que eso se debe a que no habíamos tenido oportunidad de dormir, debido a que nuestros compromisos faranduleros no nos habían permitido practicar esa antigua costumbre, pero le prometí que llegando a Mérida nos desquitaríamos con nuestras hamacas… (dije hamacas), no chamacas.

¡Oh, La, La, vive le France! Estamos en París, donde durante setenta y dos horas no podemos tomar un baño, primero porque siempre está ocupado el único que hay en el hotel; segundo, porque cuando tenemos algo de tiempo ya no hay agua; tercero, porque nos aconseja la recamarera que debemos entrar juntos a la tina y aprovechar la poca agua de la “ducha” para asearnos. IMPOSIBLE, dice Pastor, ya estoy viejo para que se empiece a hablar de mí. INÚTIL, le contesto yo, pues estoy muy joven para que se cuestione mi moral, eso en caso de que mi compadre se anime. Pues tendrán que quedarse con la tierra que tienen encima (nos manifiesta la madona), además con sus malos pensamientos y la inutilidad de su criterio, ya que a nosotros los franceses no solamente no nos interesan las intimidades de la gente, sino que también respetamos todos los grados de amistad de cada quien. PALABRAS EUROPEAS que comprendemos en todo lo que valen, pero preferimos no entrar juntos al baño, pues estamos a la vista de todos los que hacen “cola”, ah, y un pensamiento nos horroriza: ¿Qué tal si entramos juntos y nos ve algún yucateco? Sabemos que no va a pensar mal, pero… MEJOR NOS QUEDAMOS SUCIOS POR FUERA.

Hemos vivido veintiún días en Europa, quinientas cuatro horas, treinta mil doscientos cuarenta minutos, un millón ochocientos catorce mil cuatrocientos segundos. Estamos ya despidiéndonos de nuestros amigos en el aeropuerto de Madrid, donde hizo escala el avión, a fin de transbordar a Iberia, para regresar a nuestra América conquistada.

El “Duque” de Caramanchel nos llevó una botella de vino; es la última que le queda de su real familia desde 1816 en que heredaron las botellas y los títulos nobiliarios, mismos que ya andan empeñando por carecer de dinero. Esta botella, nos dice, ha pasado por las manos de Reyes, Príncipes, Condes, Marqueses y toda la dinastía de mi deshilachado abolengo. Cuídenla, cuídenla, nos pide. No se les vaya a romper y se derrame la esencia divina que contiene.

El cocinero y su fenomenalmente hermosa mujer amante nos llevan un pastel de codorniz y unos claveles de España. Nosotros solamente podemos dejarles nuestro SINCERO Y PURO AGRADECIMIENTO por sus atenciones ilimitadas y las noches inolvidables de baile flamenco y “cante jondo” y de bellos amaneceres. Abrazos, besos, lágrimas verdiazules de ella, apretón de manos del cocinero que deja su amistad indeleble en la despedida y, palabras elegantes del Duque de Caramanchel, que nos dice ADIÓS con la floridez de su verbo, con su único traje siempre limpio, con su corbatón más grande que un lazo de novia y tan rojo como sus mejillas que casi revientan de tanto alcohol, con su dentadura falsa, pero que luce en elegante sonrisa y su alcurnia que milagrosamente sostiene su verticalidad. Adiós, amigos; adiós, España. (Yo siento que volveré… Volveré).

Desde la ventanilla del avión trato inútilmente de ver a mis amigos pues casi dos kilómetros nos separan del edificio del aeropuerto, hasta donde el gigantesco jet se prepara para “corretear” sobre la pista.

Antes de que el “aparato” camine los primeros cien metros, ya estamos destapando la botella que el Duque nos obsequió. Lo hacemos atendiendo sus indicaciones de cuidar que no se rompa. Antes de que eso suceda, mejor “atacamos”. Sentimos al pasar por nuestras gargantas que estamos bebiendo ciento cincuenta años de antigüedad. Nuestras felicitaciones a los Cartujos que en algún convento elaboraron este licor envejecido cuidadosamente.

Nuevamente se escucha la voz del capitán de la “nave” que nos comunica que las azafatas y los sobrecargos están para complacernos en todo. ¿En todo? La historia se repite: Pastor pide una cerveza y yo pido una azafata. IMPOSIBLE, me contesta el sobrecargo, tendrá usted que esperar hasta llegar a México… Ni modo, pues entonces sírvame otra cerveza.

Ya de vuelta al solar nativo y otra vez a treinta mil pies de altura viene a mi mente una petición: Dios mío, ojalá sigan existiendo gentes en el mundo como Carlos Rodríguez. Bendícelos; cuídalos.

Veinte horas de vuelo con escalas y desinfectante desde París hasta Yucatán, donde nos esperan 24 horas más sin dormir, pues el grupo de amigos y trovadores nos ha preparado una gigantesca recepción.

Coki Navarro

Continuará la próxima semana…

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.