Historia de un lunes

By on febrero 6, 2020

PRÓLOGO

La ciudad no tiene más características que

aquellas que son propias de los hombres que

las integran.

PLATON: La República.

Unos quince años de mis actividades periodísticas comprenden textos integrantes de este volumen. Pretendo salvar escritos de los estragos de la inercia y del olvido, y para ello he determinado reunirlos en un libro. (Pero quizá ni ese hecho piadoso consiga librarlos del todo del desdén).

Historia de un lunes –título de la obra que he tomado del texto inaugural es la historia de mi nostalgia en Mérida en el contexto de los últimos cincuenta años. Muchos de esos escritos han sido dictados por mi propia inutilidad ante el patético destino de la ciudad, cuyos lindes originales se desbordan con imprudencia hacia un desdoblamiento brutal y aventurado. Hablo en estas páginas de las calles de la urbe y de la presencia en ellas de ciertas desventuras como el Bachiller López y como los usureros que corrompen la plaza. Hablo de la existencia ominosa de una Mérida negra, y de la vasta Catedral enjuiciada por ilustres peregrinos, y que ha sido lúcida testigo de sucesos infames y animadas tertulias por espacio de cuatro siglos. Evoco, con emocionada resignación, el largo silencio que me heredaron emotivos conciudadanos con su fallecimiento. Me ocupo de otros menesteres: el registro de la festiva crónica del café y de la cantina, habitáculos de los meridanos, y el pergeño de algunos esbozos triviales “a manera de diario” y de un par de relatos que acaso no tengan, excepto para mí, mayor relevancia. En las páginas postreras han sido dispuestos diversos artículos apegados también a la ciudad, que, confío, el lector encuentre sugestivos.

Con excepciones, la generalidad de estos textos ha sido escritos, como ya he apuntado, para rotativos y magazines locales, que es decir con la urgencia que nos señala el exasperante deadline. Quizás este hecho responda a su estilo apresurado y a cierto desaliño de redacción. Para conveniencia del lector, he dividido mi trabajo en seis partes, a saber: Crónicas de Mérida, Evocaciones, Crónicas Etílicas, Apuntes de diario, Dos Relatos y Artículos Diversos.

R.P.B.

Mérida, Yucatán, verano de 1993.

H I S T O R I A   D E   U N   L U N E S

Hacia la achaflanada esquina de El Gallito (edificio histórico donde se hospedó por 1865 la Emperatriz Carlota y donde su propietario don Darío Galera deleitó a los meridanos del ochocientos con exquisitos sorbetes hechos con frutas de la época), que hoy hospeda a una zapatería que vende zapatos para toda la familia, decenas de alarifes mordidos por el hambre se reúnen, inertes, los lunes por la mañana. Esperan a los contratistas y a los ingenieros. Quizá haya alguna fábrica donde puedan demostrar sus aptitudes. Andan brujas, desmelenados, con las caras tristes. Otros traen crudas espantosas y esperan que den las once (hora en que abren las cantinas) para echarse una cerveza.

            –Qué… ¿qué te dijo el ingeniero?

            –Pues que espere, que va a venir a las nueve….

            –¿Hay algo seguro?

            –Van a techar una bodega, necesitan varios

            –Pues dile que yo también le meto…

            –Espérate un rato pa’ que lo conozcas.

La cosa anda mal. Con la crisis, la industria de la construcción se ha adelgazado (“Ya no es como antes, carnal, que te contrataban seguido, que ganabas hasta los diez mil pesos semanales (de aquellos) y que te daba pa’ la frita, pa’ pasear y pal porrón… Ora no es lo mismo y en muy raro que te contraten pa’ una buena fábrica que deje buenos pesos, como antes…”) Hoy los contratistas se aparecen con menos frecuencia por la plaza. Sólo quedan algunas épocas regulares: en diciembre, para la Navidad, cuando se cobran los aguinaldos. Si no fuera por los aguinaldos y por las ganancias de los comerciantes en diciembre…

            –Ya son las nueve y media carnal, yo creo que ya no viene el inge…

            –Espérate, Guillermo, nomás espérate.

            –Pero qué tal si no viene… que tal si no hubo chance

            –Vamos a esperar hasta las diez.

            –Hasta las diez.

Esperaron hasta las diez. Luego siguieron esperando hasta que dieron las once. A las once y media, hastiados de aguardar por el ingeniero, se fueron al Bar Campeche. Ahí Antonio, el mesero les sirvió una botella de Ron Pipo, que se bebieron en dos horas. Luego pidieron otra, pero como ya no tenían dinero, pignoraron el Citizen de Gualberto. Bebieron con fruición, sitibundos. Mientras ingerían los tragos picaron algo de botana (chicharrones con chile y tomate, un plato con rebanadas de naranja de China, otro plato con pepino), pero de cierto no comieron como se debe. En horas de la tarde, un trovador (borracho) les cantó (a cambio de tragos) su singular versión de “La Canalla”. A las siete de la noche, hora de cenar, de mala manera los corrieron de la cantina. Hubo un conato de bronca, pero la cosa no pasó a mayores.

Llegaron a sus casas a las ocho y se tiraron en sus hamacas.

Durmieron hasta el otro día.

Roldán Peniche Barrera

Enero de 1987.

Continuará la próxima semana…

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