Aquí y Ahora

By on octubre 19, 2017

Perspectiva

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Aquí y Ahora

A la memoria de Carlos y de Chacho

Hace poco menos de una semana falleció un amigo a quien conocí cuando mis años de dedicarme al fútbol americano, o sea de hace cerca de 30 años a la fecha. Chacho no era precisamente un dulce ser humano, más bien era un cascarrabias; tal vez no tanto como su hermanito Carlos, quien se nos adelantó en ese trayecto desconocido hace ya un par de años, pero ambos tenían buenos sentimientos y llegaron a ser como los primos biliosos de la familia, primos al fin. A ambos los apreciamos por lo que llegamos a construir juntos: recuerdos que nos acompañarán hasta que nos volvamos a reunir con ellos. A ambos los extrañaremos.

Mientras cavilaba sobre su partida, sobre su familia, sobre la batalla que dieron ambos para aferrarse a la vida hasta el último momento, y a pesar de lo triste que me pone su ausencia cada vez que los recuerdo, también pensé en que ambos están juntos ahora, con su papá, con aquellos que se les adelantaron, y que ahora no tienen ninguna preocupación. Han trascendido.

Todos nosotros pasamos mucha de nuestras vidas preocupados por lo que pensamos que va a suceder –con nosotros, con nuestras familias, con el país, con el mundo– y perdemos de vista entonces que cada día está hecho para que lo aprovechemos al máximo, porque nada ni nadie hará que regrese el tiempo que desperdiciemos. ¿A poco no es insensato preocuparnos por anticipado, en vez de estar pendientes de cómo prevenir que se presenten aquellos ominosos escenarios que nuestra imaginación elucubra para atormentarnos?

Mientras nos pre-ocupamos, la vida transcurre y, por ejemplo, olvidamos que hemos amanecido con salud, que tuvimos algo que llevarnos a la boca para comer, que pudimos abrazar y besar a nuestros seres queridos, que tuvimos un techo para guarecernos, que tenemos un trabajo que nos reporta un ingreso (que tal vez no alcance para todo lo que quisiéramos, pero que siempre es mejor que no tener ingreso alguno), y tantas cosas que tal vez pudieran resumirse en lo siguiente: tuvimos la oportunidad de interactuar y modificar nuestro entorno, para bien.

Todos tenemos como obligación hacernos de buenos hábitos y conductas, siempre y cuando pretendamos que tanto nuestras familias y nuestra sociedad reflejen esa manera de pensar y actuar. Penosamente, vemos un sinnúmero de ejemplos de individuos egoístas y faltos de vergüenza que buscan muchas diferentes maneras de vernos la cara, de aprovecharse de nosotros; ese accionar crea a su vez una reacción negativa, y entonces otras personas que inicialmente se esforzaban por actuar éticamente dejan de hacerlo, pretendiendo de esta manera “no dejarse”. Cuando esto se replica, entonces la desconfianza crece, y gente que era buena comienza a dejar de serlo.

Pero divago…

Ser ecuánime es difícil en estos días en los que conocemos cada vez más las “hazañas” de los de siempre; es aún más difícil cuando aquellos que debieran castigarlos son igual de ineptos y sinvergüenzas. Sin embargo, regreso a lo que mencioné hace unos momentos: ¿por qué preocuparnos de más y dejar de ver todo lo bueno que sí nos rodea? Estoy seguro de que Carlos y Alex, a juzgar por la batalla que emprendieron por seguir con nosotros, lograron entender cuán importante era cualquier instante que pudieran pasar con sus seres queridos; entendieron que algunas cosas son las verdaderamente importantes. Eso he aprendido de mis cascarrabias, pero valerosos y nobles amigos.

Me queda claro que las demás cosas que nos hacen refunfuñar, aquellas que no debemos tolerar, debemos modificarlas día con día, acción tras acción, hasta que la justicia prevalezca y se aplique, hasta que logremos darle la vuelta a esta sociedad nuestra y la reenfoquemos hacia la equidad, hacia el beneficio común.

Desde esta perspectiva, aquí y ahora nos toca vivir y actuar como quisiéramos que fuera nuestra vida de ahora en adelante. ¿Cómo la queremos entonces: igual de chueca, siguiendo los pasos de aquellos que repudiamos? ¿O nos damos a la tarea de ir mejorándola, poco a poco, paso a paso?

¿Cuál es, pues, la estrategia a seguir? Sigamos la que el carpintero de Nazaret nos indicó hace muchos siglos, con palabras muy simples: “Trata a tu prójimo como a ti mismo.”

Aquí y ahora, prestemos atención al Maestro, y actuemos con congruencia.

Carlos, Chacho, ya nos veremos, queridos amigos…

S. Alvarado D.

sergio.alvarado.diaz@hotmail.com

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