Al roce de las palabras

By on abril 15, 2021

José Juan Cervera

La lucha por el control de los bienes materiales y simbólicos se presenta en todas las esferas de la existencia humana. La satisfacción de las necesidades básicas y el dominio de recursos escasos pueden pesar tanto como el prestigio, el lucimiento personal y el desarrollo de las capacidades individuales, el equilibrio de las emociones y el espíritu cooperativo, según el ángulo desde el cual se enfoquen las prioridades de la vida. En el quehacer literario se observan frecuentemente la competencia de valores y las rivalidades jerárquicas, produciéndose con ellas adhesiones y antipatías, afinidades y distanciamientos.

Historia de la literatura en Yucatán, magna obra de José Esquivel Pren editada entre 1975 y 1982, en la impresionante vastedad de sus dieciocho tomos reúne testimonios, extractos y referencias cuya utilidad se reconoce de inmediato, pero también adolece de notables defectos que merman el conjunto de sus aciertos, como el exceso de desviaciones temáticas e intromisiones caprichosas que evidencian una metodología errática y confusa. Es comprensible que la pretensión de conferirle un tratamiento homogéneo a los materiales acopiados durante tantos años acaso hubiera impedido editarlos en un plazo aceptable, sobre todo cuando acciones de esa magnitud se restringen a una sola persona y no a un equipo de trabajo como pudiera haberse concebido en otras circunstancias. A pesar de todo, su resultado palpable puede consultarse en las principales bibliotecas públicas de Yucatán.

El capítulo dedicado a Ermilo Abreu Gómez en su tomo decimoquinto se compone de textos de varios autores, reproducidos a su vez de diversas fuentes, en su mayoría publicaciones periódicas. Inicia con una advertencia tomada de la primera edición de la Enciclopedia yucatanense, en la que algunas décadas antes Esquivel Pren se ocupó también de documentar la literatura de la región. En esa nota, su director señala que al crítico Antonio Magaña Esquivel se le encomendó redactar la semblanza del artífice de Canek y no al mencionado historiador de las letras, “por la animosidad que existe entre ambos y que puede restar serenidad al juicio de uno sobre la obra del otro”; aquél hacía saber, por su parte, que se reservaba el suyo “para siempre”.

Los artículos que seleccionó Esquivel Pren son, como él mismo indica, favorables unos y adversos otros a Abreu Gómez; los segundos suelen incluir más pormenores y es probable que concuerden con el juicio que se reservó su compilador, del cual deja entrever algunos indicios al intercalar comentarios suyos. Transcribe un texto en que José Díaz Bolio rememora las conocidas rectificaciones que Alfonso Méndez Plancarte hizo a los estudios de Abreu Gómez sobre Sor Juana, que tanto influyeron para inhibir los afanes críticos del escritor yucateco. Afirma también que éste tenía celos de la obra de Antonio Mediz Bolio y que quiso igualarlo.

Esquivel enuncia también unas confidencias de Ricardo López Méndez, acerca de lo que el reconocido poeta y publicista denominó “el antecedente de Canek”, es decir, un ensayo historiográfico de su autoría sobre el caudillo maya que sugirió leer a Abreu Gómez para que éste se ocupara de asuntos yucatecos en su obra, los cuales, en realidad, sólo había tratado en sus libretos de teatro regional durante su juventud. Si dicho texto estimuló la inventiva de Abreu para crear su personaje literario es algo que el propio López Méndez esperaba, aunque al parecer su paisano en ningún momento hizo saber al público este episodio.

De cualquier modo, su libro editado por primera vez en 1940 carece de cualquier parentesco genérico con el artículo referido, el cual Esquivel Pren reproduce íntegro en su compendio y que a su vez tuvo como antecedente los estudios de Eligio Ancona y de otros historiadores.

Abreu Gómez comunicó a Clemente López Trujillo que él no abrigaba ninguna enemistad hacia Esquivel Pren, si bien manifestó cierta suspicacia de que Magaña Esquivel se ocupara de la reseña crítica de su obra por ser primo de aquél.

Así como el oficio literario exige un perfeccionamiento constante, podría decirse que el trato entre las personas requiere ser depurado en sus formas y en sus contenidos. Seguramente hay quienes logran mejorar en esta dirección, en tanto que otros se complacen exhibiendo sus rezagos en el escaparate de sus testimonios de vida.

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