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Violencia, Amenaza Mundial
Editorial
Nunca como ahora el mundo se había visto sacudido por la violencia de manera tan constante.
Aún sin descartar del siglo anterior el deterioro causado por dos guerras mundiales y la pérdida de vidas en aventuras bélicas como Vietnam, los actuales datos de una violencia creciente son la noticia no de algún período, ocasión, circunstancia, sino de todos los días.
Independientemente de la zona o país, la violencia acosa a la humanidad por todos los rincones.
En Europa, con los alzamientos independentistas. En Asia, por los conflictos en Hong Kong. En nuestra América, con la repetición de los tiradores solitarios en EE.UU., asesinos potenciales que disparan contra civiles sin mediar problemas o conflictos previos con ellos, más bien originados por los desajustes mentales o sociológicos del tirador.
Y así, asoma la violencia política en Bolivia y Chile, ídem en Brasil y la oleada criminal en México, donde los casos más recientes de ataques a familias han levantado olas de rechazo y censura.
No descartemos que los intereses de los grandes narcotraficantes van aparejados cotidianamente a sucesos donde se dan lamentables bajas de personas inocentes, ajenas por completo al desvarío de los carteles de las drogas.
La violencia se da también contra familias que por necesidad abandonan sus lugares de residencia por la imposibilidad de hallar en ellos medios adecuados de subsistencia, y atraviesan como migrantes por territorios riesgosos, en muchos de los cuales se convierten en víctimas inocentes ante las ambiciones de traficantes a quienes no interesa los móviles de hallar mejores espacios para su mejoría de vida y solo tienen para con ellos su mensaje de muerte.
No es únicamente en sitios habitados donde se observa el problema. Ya en México, modernos piratas desvalijan embarcaciones en alta mar a similitud de los corsarios del pasado.
Hay tal paroxismo de temores acumulados que las noticias de la creación de cuerpos de élite contra la violencia, o medidas de vigilancia novedosas, no logran disminuir los temores, ya generalizados, por la seguridad de las personas en las carreteras o las calles.
Se anuncia una Guardia Nacional aún en formación que nos deja sus servicios en lista de espera.
Ante todo ello, se ofrece por parte del sector público una mayor vigilancia y equipamiento adecuado a las fuerzas de contención de este problema. Se solicita a los Estados Unidos cerrar sus fronteras a los envíos de armas hacia México, que por lo común vienen por las rutas de contrabando.
Nada de lo que se ha hecho ha funcionado cabalmente hasta la fecha.
Como que ya va siendo hora de impulsar una reflexión social y convocar a una tarea conjunta para atajar los avances de esta dañina plaga de violencia en nuestro país.
Aún estamos a tiempo.
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