Las Memorias de don Vicente Ariel López – II

By on diciembre 8, 2022

Colonia Yucatán

Don Vicente Ariel López Domínguez recordó que en Colonia Yucatán se pagaba $ 6.36 por jornal: Buen dinero en ese entonces, luego $ 9.15, después $ 11.05, posteriormente $ 14.00 y así fue subiendo. Recuerdo que en ese tiempo yo vivía en los cuartos de solteros junto con el “Wáay chivo”* -Marcelino Arias Pineda- y su hermano “Chente” quien después sería mi compadre. La primera semana que cobramos nuestro salario, el “Wáay Chivo” cambió todo su dinero con puras monedas de a peso; cuando llegué a dormir, lo encontré acostado de bruces en su hamaca, y en el suelo tenía escoradas las monedas en una línea. Riéndose, las contaba, las levantaba, las miraba unos segundos sin dejar de reír y las tiraba al aire una por una; luego las volvía a escorar. Sólo eso hacía, no dejaba dormir; cuando vino su hermano, se lo dije, y lo regañaron.

Eran como 40 cuartos donde vivían de tres a cuatro personas en cada uno; estaban donde está ahora la panadería de don Beto Tello. El otro eran los galerones por donde vivía la “Abuelita” Eulalia González, que quién sabe de dónde era.

Mis primeras vacaciones que me pagaron fue una fortuna para mí: $ 95.00. Me fui a pasear a Mérida con “Chente”. De Colonia fuimos a Tizimín, Valladolid, y luego Mérida. Fueron más de seis horas de viaje en autobús. Recuerdo que estábamos cerca de Hoctún cuando una señora joven que iba sentada delante de nosotros estaba cambiando con pañales de papel a su hijita que se había ensuciado; cuando terminó de limpiarla, tiró el sucio pañal por la ventanilla. Por la velocidad en que iba el camión, voló el papel con su desagradable contenido y nos salpicó a “Chente” y a mí. Tuvimos que bajarnos del camión a la entrada de Hoctún, pedimos permiso en una casa que tenía un pozo en la puerta para arreglarnos y continuar nuestro viaje.

De la Colonia, una vez, la única, salí a buscar trabajo en Zoh Laguna junto con un amigo que le decían Quirino –Abelardo Cocom Huerta–. En época de lluvias el camión no podía traer madera a la fábrica, bajaba la producción y hacían recorte de personal, y nos quitaron chamba. Por eso decidimos ir a Zoh Laguna. Así conocí Campeche, dormíamos en la Casa del Agricultor. Recuerdo mucho ese día porque, cuando estábamos pasando en la puerta del teatro “Toro”, nos llamaron para ayudar a bajar un gran piano de cola que esa noche iba a tocar el famoso Gil Olvera. Actuaron también las “Cúcaras” y  el trío los “Tres Ases”, que esa noche estrenó la canción “Irresistible” con Marco Antonio Muñiz. Nosotros entramos porque nos dieron boletos por ayudar a bajar el piano, fue nuestra paga.

En Zoh Laguna nos recibió el Ing. Zamudio. ‘Si en Colonia está fregada la cosa, aquí está peor,’ nos dijo. Fuimos a Chetumal. “Quirino” se quedó a trabajar en la policía de allá y luego se fue a Tabasco, a ciudad Pemex; yo regresé. Hace como dos años vino a la Colonia: preguntó por mí, pero yo no estaba; hasta hoy no lo he vuelto a ver.

Don Vicente Ariel López Domínguez recordó que en la fábrica de Colonia Yucatán se pagaban buenos sueldos, por lo que trabajó en ella hasta el año de 1952. En esta composición fotográfica se puede apreciar la gran prensa donde salía el lignum ya listo,  o sea, el aglomerado.

Yo trabajé en la fábrica desde el año ‘52 hasta que cerró definitivamente. Mucho tiempo trabajé de afilador. Don Eusebio Díaz ,“don Us”, era mi jefe en Lignum, en donde se producían hasta 200 hojas por turno. Éramos como 500 trabajadores en total.

Cuando llegué a la Colonia había mucha gente, mucho ventero, ya que aquí se movía mucho dinero. ¡Claro, había trabajo! El director de la escuela era el profesor Max Molina; Matos, Conde y Araujo vinieron después. Los padres eran de Maryknoll, Petrucci, Kasperzak, O’ Brien y Juan Nolan, quien fue el que hizo la iglesia; ya después vino el padre Andrés Lizama. Muchas veces el padre Pedro Petrucci llegaba a la casa y se ponía a conversar junto a la banqueta, mientras tu mamá estaba torteando; lo invitaban a comer tortillas calientitas, le gustaban mucho. él nos casó. 

De las mujeres que trabajaron en la fábrica, recuerdo que estaban tu tía Inés, Lupita y Carmen Arce, Hilda Corona, Socorro Mugarte, Elena Aban, “Cotona” –Tere Álvarez-; sus hermanas Rosi y Belem, hijas de doña Edú –Eduviges Manzanero– y de don “Diablo” -Paulino Álvarez-, que dicho sea de paso era muy relajista y andaba fregando a todo mundo. También trabajaba en la fábrica una que le decían Coqui. Ellas trabajaban primer turno, no trabajaban de noche y no habían jefas, puros jefes, eran trabajos “suaves” para ellas. En el camino a la Sierra estaba el “Aserradero”; ahí se producían puras tablas y de los que trabajaban allá recuerdo a Pedro Arias, Pepe Cetina, Amado López, un tal Canito, Aguiñaga, Don Libo Núñez y don Block, el papá de Techi. Eran los años ‘70s.

En la fábrica conocí a don Acrelio Carrillo, hermano de don Cleofas; trabajaba en Triplay y fue el que compuso la canción “Reconciliación”, que hicieran famosa las “Hermanitas Núñez”. A ellas no las conocí, pero sé que iban mucho a la Colonia: eran sobrinas de Charito, del “Charol” y Fausto Núñez.

Acrelio también compuso otra canción muy bonita llamada “Repítemelo”. El padre Andrés ponía música todas las tardes y se escuchaba en las bocinas que están en el campanario de la iglesia, recuerda con alegría el fiel admirador del músico poeta, a quien escuchaba en la caseta de don Bon Mukul en el programa “La hora Azul” de la XEW radio de la ciudad de México.¡Hasta ahora conserva los recortes del periódico del día que dieron la noticia de la muerte del flaco de oro! También escuchábamos cantar a don Pedro Vargas. ¡Qué bonito cantaba!

Continuará…

L.C.C. ARIEL LÓPEZ TEJERO            

vicentelote63@gmail.com

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