El ‘Pato’ Javier González Rubio

By on octubre 21, 2022

Colonia Yucatán

Llegué a una casa del barrio de San Sebastián una calurosísíma mañana de abril de 2022: el termómetro marcaba 42º. Me invitó a pasar a la sala Francisco Javier González Rubio, uno de los tres patos que vivían en la Colonia Yucatán: el popular “Pato González”, acompañado de su esposa Josefina Díaz Aguilar, oriunda de Tinum, a quien desde los 6 años sus papás, José Díaz Castillo y Paulita Aguilar Cordero, llevaron a vivir a la Colonia Yucatán.

En la Colonia estudié toda la primaria, en la escuela que estaba al lado de la Iglesia, porque estaban construyendo la otra cuando llegué en 1950. Tenía 8 años de edad. Me entregaron en el 2º grado con la maestra Aida Luz Medina, su esposo era de apellido Cervera; las otras maestras que recuerdo son Minerva Paredes, Bety Vadillo. A esta nuuunca la voy a olvidar ya que ella me puso mi apodo: ‘Pasa a la pizarra, hijo,’ me dijo; me levanté y me encaminé. ‘¡Más lindo!,’ dijo, ‘qué chistoso caminas, hasta pareces un patito.’ Y así se me quedó, dice ante la sonrisa de su esposa, quien le anima dile, dile… Es que además era yo muy nalgón, dice entre apenado y alegre. Sonoras carcajadas acompañan al comentario. Eso sí, apenas llegues a la Colonia enseguida te ponen tu apodo.

Minerva Paredes, creo era de Umán y fue esposa de Acrelio Carrillo, aquel que compuso la famosa canción “Reconciliación”; otra fue la profesora Elsy, pero no recuerdo su apellido.

Estaba en 5º grado cuando llegó Armando Conde, primero llegó él y luego sus hermanitas Bety y Lupita, pero no tardaron, es que muchas iban, pero no se quedaban.

Fíjate que yo tenía una particularidad: yo no deletreaba. Desde muy chico aprendí a leer con el Diario, cuando llegué a la Colonia yo ya sabía leer, y al poco tiempo, cuando se inauguró la escuela grande de madera, recuerdo que cruzamos uniformados el parque rumbo al majestuoso edificio con nuestros uniformes verde y blanco, comenta alegre el papá de Pepe y Abraham al tiempo que doña Finita nos sirve un refrescante vaso de Jamaica. Yo inauguré la escuela de madera, esa que tiraron hace poco, no recuerdo el mes pero fue en 1950. Era una belleza esa escuela, única en su tiempo; tenía, no sé si te acuerdas, su sala de proyección donde nos pasaban ¡bueeenaaasss películas!, de aventuras de esa época. Don Felipe Burgos era el proyectista,

Continúa con su plática pacientemente, de manera fluida y ordenada, el que fuera un gran deportista en su juventud.

La escuela tenía su reglamento. Cada salón tenía su jardín cercado, parecido a los cercos de las casas. Estaba prohibidísimo entrar al salón de actos, y los recreos eran precisamente en esos jardines. Cuidadito hagas algo allá. Al salir al recreo te ibas al jardín de atrás del salón, era reglamento también.

Boda de Francisco Javier -el Pato- González y Finita Diaz; en la foto aparecen Antonio -Zorri-Carrillo, Norma Cetina, los novios, Crucita Contreras y Eduardo Cárdenas.

Mis compañeros de la primaria fueron, que yo recuerde: Felipe Poot, Armando Rosado, quien era cuñado de Darío Ceballos el tornero; Teresa y Carmen Martin Castillo, hermanas de Víctor y Manuel; Chary Ávila, esposa de Ramón Tello; Belem Álvarez y Pech, Manuel Lara, hermanito de Luis al que le decían la Pava (+);  Manuel Arjona, Raúl Kuyoc, que era de la Sierra; Manuel Aguilar, el Pinole (+); Pilar Trejo, el wixón Javier Cetina(+) era el más grande del salón, de edad y de cuerpo, era mi vecino.

También estudié con uno que le decíamos 7 buches, porque tenía los labios grandes, delgados y abultados; otro de apellido Interián; Rosalinda, Tachi –Eustaquia Alcocer Cetina– y  su hermanito Tuti –José Inés– que cuando lo conocí le decían minuto y se molestaba, era muy agresivo, se molestaba que lo vacilen, agarraba piedra o lo que sea y te la tiraba, no le gustaba que le digan así porque era chaparrito.

Este José Inés en todas las veladas que organizaba la escuela actuaba, y actuaba muy bien, junto con una niña de apellido Vales. Patricia Rodríguez, hija del Tigre, mi hermanito Raúl. Recuerdo que había un niño de Tizimín, Edgardo Novelo, a quien le apodamos Chispas porque en ese tiempo había unas historietas del “Super Ratón” que tenía un villano, el aceitoso, porque puras maldades hacía, y así le decíamos a él. Desde que lo veas sentado estaba pensando a quién bromear. Cuando estábamos en sexto año este Chispas le hacía bromas al profesor Conde. Le ponía cosas en su asiento… Cuando vine una vez acá a Mérida, que en ese tiempo tenía su propio Cuerpo de Policía, lo vi uniformado, haciendo guardia en el Ayuntamiento y le hablé: ‘Chispas,’ le dije, ‘Juuummm… de la Colonia…’  dijo, y me puse a conversar con él… ‘¿Ya no haces travesuras?’ Solo se empezó a reír.

Continuará…

L.C.C. ARIEL LÓPEZ TEJERO         

vicentelote63@gmail.com

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