Dos siglos de dramaturgia regional en Yucatán – VI

By on octubre 8, 2021

VI

Álvaro Brito Fraire

 

Casita de paja

Comedia melodramática

 

Aspecto escénico: El patio de una casa de paja. -Al fondo se verá ésta. – En el lateral derecho una albarrada con puerta del centro.

 

Personajes:             DA. CHARO            MARTINA

CELEDONIO           MARÍA ANTONIA

AURELIO                CECILIA

ALEJANDRO          MULATA

HUERA                   ARTURITO

PURITA                  ALFREDITO

TRANSEÚNTES 1 Y 2

 

La escena en cualquier parte del estado de Yucatán y en el interior de la república, si se quiere se puede adaptar las costumbres siempre que así lo crea conveniente el Director de Escena.

 

ESCENA 1

DA. CHARO Y MARTINA.

 

CHARO: (Con impaciencia) Pero qué pensará esta muchacha, desde que amaneció está metida en el vecindario, y lo malo es que ya debe de llegar su hermano Aurelio y le disgustará mucho no encontrarla aquí.

MARTINA: Aurelio tiene razón, Da. Charo; María Antonia está en la edad más peligrosa y hay que evitar a todo trance, esa mala costumbre que tiene de frecuentar esa casa de la esquina habitada por hombres solos.

CHARO: Uno de ellos es un tal Celedonio que es un mal bicho; ¿pero, ¿cómo evitarlo? ¿Martina?, si tú has visto que ni con azotes lo he podido conseguir. MARTINA: Pues entonces entréguela usted en alguna casa en donde puedan ponerle freno a su mula inclinación.

CHARO: ¡Ay, Martina, no sabes lo duro es para una madre desprenderse de una hija!

MARTINA: Sacrificio.

CHARO: Ya lo sé, llegado el caso no me quedará más remedio.

MARTINA: Tengo mis razones para creer que si él es quien, con insinuaciones maliciosas está despertando en ella el deseo del lujo y placeres, ya se habrá dado usted cuenta que no pasa un día sin que no reniegue de la pobreza.

CHARO: Dices bien, Martina; desgraciadamente lo que gana mi hijo Aurelio apenas alcanza para satisfacer lo muy indispensable.

MARTINA: Pero lo suficiente para ser feliz.

CHARO: Así pensamos, nosotros; pero la atolondrada de mi hija siempre está suspirando por vestirse elegante y divertirse como lo hacen los ricos.

MARTINA: Y lo peor es que el otro día declaró, que ya estaba cansada de la pobreza y que el día menos pensado remontaría el vuelo en busca de mejor vida.

CHARO: ¡Ay, Martina, no quiero ni pensar en eso; ¿qué sería de mí si llegara a realizar sus descabellados propósitos?

MARTINA: (Señalando por la derecha) Mírela usted, por allá viene ella y como siempre; con flores en la cabeza y un traje que no es el suyo.

CHARO: Si, ya lo veo, deja que entre; hoy estoy resuelta a ponerle punto final a sus locuras.

ESCENA II

Dichos y MARIA ANTONIA

MARIA ANTONIA: (Entra por la puerta de la albarrada, vistiendo muy elegante y con flores en la cabeza y peinada con coquetería) ¡Uf, qué calor hace! (Abanicándose con su pañuelo.).

CHARO: ¡Muy bien señorita, muy bonito; mientras tu cuñada y yo atendemos los quehaceres de la casa, tú pierdes el tiempo retozando en el vecindario muy satisfecha!…

MARÍA ANTONIA: ¿Y qué me dice usted de eso?

CHARO: ¡Como, qué, que te digo!… pero, ya has perdido hasta el último átomo de vergüenza, para responder con esa desfachatez, ¿no comprendes que no es propio de una señorita como tú, ese comportamiento que deja muy por los suelos tu reputación? ¿Qué dirá la gente de mí y de tu hermano al darse cuenta de los actos indignos que tú cometes?… ¡Contéstame!… ¿De quién es ese traje tan elegante que traes puesto?

MARÍA ANTONIA: Es un adorno.

CHARO: Una coquetería querrás decir; artificio que empleas para seducir a los hombres.

MARÍA ANTONIA: Sí, no es mal sastre el que conoce el paño.

MARTINA: Niña, ¿qué grosería es esa?… ¡Fíjate con quien estás hablando!… MARÍA ANTONIA: Y tú, ¿de qué te entremetes?

MARTINA: Si no dieras motivos, claro que no; pero ya abusas demasiado del cariño de tu mamá y de la bondad de tu hermano

MARÍA ANTONIA: Eso a nadie le importa.

CHARO: Basta tú, ya ni mi presencia respetas.

MARIA ANTONIA: Es que ustedes me quieren tratar como una criada, como a una esclava, y a mí me gusta la libertad.

CHARO: ¡Hija mía, la libertad dentro del orden es muy hermosa, porque hay una cadena que a todos nos esclaviza!

MARÍA ANTONIA: ¿Cuál?…

CHARO: Nuestros deberes. El que no cumple con ellos, no es libre, sino libertino. MARÍA ANTONIA: Los consejos son muy bonitos, pero a mí no me convencen; yo solo entiendo por libertad, hacer lo que a uno le dé su real gana.

CHARO: Grave error de fatales consecuencias, si en realidad así piensas.

MARÍA ANTONIA: Bueno, yo ya no tolero tus sermones a cada rato: yo soy como me dé la gana, ¿le gusta a usted?… Si no también….

CHARO: Espérate, mentecata, ya que no entiendes a razones… entenderás a golpes. (Pegándole) ¡Toma malcriada!…

MARÍA ANTONIA: Pégueme usted cuanto quiera, ya que pronto se le acabará ese gusto…

MARTINA: Por Dios, María Antonia, ¡no disgustes a tu mamá!…

CHARO: ¿Con que pronto se me acabará… no? Pues antes que eso sea, voy a romperte la boca, grosera. (Le pega.)

ESCENA III

Dichos y AURELIO por la puerta del fondo.

AURELIO: Pero ¿qué pasa aquí, mamá?… ¿A qué se debe que casi siempre al venir de mi trabajo me encuentro con esta escena desagradable?

CHARO: Es por culpa de esta sinvergüenza que le gusta mucho la vagancia: se pasa todo el día metida en el vecindario y a lo mejor se presenta con trajes y adornos que quien sabe de dónde proceden. Mírala; hoy nada menos tiene puesto uno que no es de ella.

AURELIO: Sí, ya lo veo.

MARTINA: Aurelio, es necesario que tú intervengas y le pongas freno a la mala inclinación de tu hermanita.

MARÍA ANTONIA: A ti te deberían poner mordaza. ¡Habladora!…

AURELIO: Si tienes razón; el vecindario me ha dado malos informes de su conducta.

CHARO: Pues hijo, cumple con tu deber llevándola al buen camino con toda energía.

AURELIO: Primero lo intentaré por las buenas. Ven acá, Marucha. (La toma entre sus brazos.) ¡Hermana mía, si hay en esta cabecita de pájaro un poco de inteligencia y en este corazoncito sentimientos nobles, escucha la voz del solo desea bien! ¿Por qué disgustas a la pobre de mamá, por qué das lugar a que hablen mal de ti la gente?… ¿Por qué reniegas de la pobreza siendo tan grato vivir de nuestro trabajo?…

MARÍA ANTONIA: Aurelio, tú sueñas; la pobreza nada proporciona y únicamente piensan como tú los que tienen vocación para santo.

AURELIO: Te equivocas, hermana mía: piensan como yo, los que ya no se engañan con los oropeles del mundo. ¡Te parece bien que un individuo se vista elegante para pegar un sablazo; crees tú que haces bien con ponerte ese traje que no está al alcance de nuestra fortuna; esas flores y esos arrecifes que empleas; no son más que galas artificiales que al despojarse de ellas delante del hombre con quien te cases, le proporcionaran el primer desengaño!

CHARO: Muy bien dicho, Duro con ella por la perversidad y…

AURELIO: Piensa, Marucha, por esta casita de paja legada por nuestros abuelos y el fruto de nuestro trabajo, constituyen en nuestra tierra nuestro paraíso terrenal. Prométeme que desde hoy serás buena y obediente con mamá: prométemelo por la memoria de nuestro querido padre…

MARÍA ANTONIA: ¡Está bien, como tú quieras!…

AURELIO: Ya lo oyes, mamá, ¡desde hoy María será una buena hija!

CHARO: ¡Dios lo quiera, hijo mío!

AURELIO: Bueno, vámonos para adentro porque aquí hace mucho sol…

CHARO: Si, vámonos, que ya es hora de que yo ponga la mesa para almorzar. (Mut. Fondo)

ESCENA IV

MARIA ANTONIA sola.

MARÍA ANTONIA: Este mi hermano cree que con dos palabritas cariñosas ya me convenció. Se figura que porque a él no le gustan las diversiones yo también me voy a privar de ellas, eso que ni lo sueñe; yo necesito gozar de la vida; bailar, cantar, reír y disponer de mucho dinero para satisfacer todos mis caprichos. ¡A cuenta de qué voy a pasar mi juventud encerrada en esta casa tan vieja y tan ridícula!…

ESCENA V

MARIA Y DON CELEDONIO.

CELEDONIO: (Desde la puerta de la albarrada.) ¡Muchacha, muchachita!… ¿estás sola nenita?

MARÍA ANTONIA: Sí Don Celedonio, pase usted adelante.

CELEDONIO: Mira que traigo reina; una cajita de polvo, un frasquito de perfume y un abanico. Todo esto te lo manda Don Alfredito que está loco por ti. Esta es una oportunidad para que salgas de la pobreza; es millonario y tú puedes disponer de él y de su dinero a su antojo.

MARÍA ANTONIA: Así como usted ve, estoy por decidirme.

CELEDONIO: Pues hija, de una vez; es una proposición tan brillante que debes aceptar inmediatamente, ah, y no vayas a interpretar de mala manera el interés que me tomo por tu felicidad, yo solo lo hago por deporte y además porque aprecio a Don Alfredito y sé que él te hará feliz, pero no vayas a creer que yo soy un ALCA… al cabo es mi amigo.

MARIA ANTONIA: Ya lo sé Don Celedonio, usted lo hace porque es muy bueno y gracias a usted muchas muchachas hoy son dichosas.

CELEDONIO: Pues eso mismo deseo hacer contigo.

MARÍA ANTONIA: Pero, ¿quién me asegura que Don Alfredito me quiere…

CELEDONIO: Yo, que estoy enterado de sus secretos, además, ¿cómo quieres que no esté enamorado de ti, siendo tú preciosa mujer, capaz de dejar a obscuras a una cabeza de cerillo?

MARIA ANTONIA: ¡Qué buen pasteleador es usted. Don Celedonio!… CELEDONIO: Claro, por algo soy titulado.

MARÍA ANTONIA: Titulado, ¿de qué?

CELEDONIO: Caray, ya metí la pata. Pues de que ha de ser, de venenoso, es decir, de que sé agradar a las mujeres.

MARIA ANTONIA: Con razón he visto que tiene usted un gran partido entre el bello sexo.

CELEDONIO: Eso se debe a la facilidad que tengo para convencerlas. Hombre, y a propósito, me dijo la mulata que le prometiste ir a pasar el día con nosotros a la quinta.

MARÍA ANTONIA: Sí, pero francamente yo tengo un poco de miedo.

CELEDONIO: ¿Miedo?, ¡de qué!… tonta, si nos vamos a divertir mucho en compañía de Don Alfredito, y quien sabe si no será una ocasión para que realices de una vez tu felicidad.

MARÍA ANTONIA: Bueno, pues si, tiene usted razón; iré en cuanto se vaya mi hermano…

CELEDONIO: Entonces en la esquina te esperamos en un automóvil. (Aparece AURELIO en la puerta del fondo.)

ESCENA VI

Dichos y AURELIO.

MARIA ANTONIA: (Fijándose en AURELIO.) ¡Dios mío, mi hermano!

AURELIO: ¿Quién es este caballero, María?….

MARÍA ANTONIA: Es Don Celedonio; un amigo que nos quiere mucho.

CELEDONIO: Si, joven, soy un buen amigo de ustedes.

AURELIO: Me alegro mucho en saberlo. ¿Y a que debemos el honor de su visita? CELEDONIO: Pues nada. Se me ocurrió traerle unos regalitos a Maruchita y nada más.

AURELIO: Y con qué fin hace esos regalitos a mi hermanita…

CELEDONIO: Pues por nada. Como sé que ustedes son pobres…

AURELIO: Basta, no diga usted eso, si pobre se le dice al que como yo se gana su vida trabajando, es un título muy honroso que yo bendigo.

MARÍA ANTONIA: No tienes razón de tratar a Don Celedonio con tanta dureza. CELEDONIO: Claro que no.

AURELIO Yo sé lo que hago, conozco muy bien al tal Don Celedonio, y si le trato de caballero es que quiero insultarlo con alguna finura.

CELEDONIO: ¡Maare, este es un toro matrero, le va al bulto

AURELIO María, devuelve todo eso a nuestro buen amigo Don Celedonio y dile que el precio de tu honra no es una caja de polvo y otra de perfume sino la vida del que intente robártela.

MARIA ANTONIA: Si, es que…

AURELIO: Obedece y calla.

MARIA ANTONIA: Está bien. Tome usted Don Celedonio.

CELEDONIO: ¡Que se le va a hacer, hija!, yo te lo había obsequiado con muy buena intención: pero ya que tu hermano es tan delicado, paciencia.

AURELIO: Ahora señor mío, esa es la puerta; salga usted por ella y no piense más en esta casa.

CELEDONIO: Está bien, me voy; pero conste que me ha tratado usted en una forma que no merezco. ¡Hasta luego, joven iracundo!…

AURELIO: Buen viaje…

CELEDONIO: (A MARIA con disimulo) No olvides que en la esquina te esperamos.

MARIA ANTONIA: Ahora iré más pronto. (Mutis, CELEDONIO) Eso que has hecho con Don Celedonio, es una grosería.

AURELIO: Cumplí con mi deber y no me hace falta tu consejo y si te vuelvo a ver con él te medio mato… Ya lo sabes. (Mutis Izquierda)

ESCENA VII

MARIA ANTONIA sola.

MARIA ANTONIA: ¡Ea, pues basta ya de soportar este yugo tan tirano; basta ya de privaciones y tener por cárcel esta maldita casa; me voy a donde me espera la alegría, a disfrutar de la verdadera vida. Mi madre y mi hermano que se queden aquí con su soberbia y su pobreza, algún día tendré el gusto de verlos humillados a mis plantas. (Mutis Derecha)

ESCENA VIII

DA. CHARO y luego AURELIO.

CHARO: Pero donde se habrán metido estos muchachos. ¿No sentirán hambre? Cuanto hace que serví la mesa y ellos sin presentarse. (Llamando.) Aurelio, María, vengan almorzar…

AURELIO: ¿Qué quieres, madre?

CHARO: Vamos a almorzar hijo, ya es tarde…

AURELIO: Sí, vamos.

CHARO: Y tu hermanita, ¿dónde está?

AURELIO: Hace un momento la dejé aquí y por cierto que por culpa de ella tuve un disgusto con Don Celedonio, como usted me recomendó.

CHARO: ¡Qué, acaso estuvo aquí ese hombre?

AURELIO: Vino a traerle unos obsequios a María que yo rechacé con toda dignidad.

CHARO: Hiciste muy bien hijo mío, eso es lo que se merece.

ESCENA IX

Dichos y luego CECILIA.

CECILIA: (Por la derecha) ¡Ay, seña Charo!… a ¿dónde va María Antonia?

CHARO: ¿Cómo, a donde va?

CECILIA: Sí, la vi salir precipitadamente de aquí y en la esquina se metió en un automóvil en compañía de dos hombres y una mujer que dicen es de mala cabeza.

AURELIO: ¿Pero estás segura de lo que dices? ¡No la habrás confundido con otra?

CECILIA: No, señor, es María Antonia, la vi muy bien. (Mutis Fondo.)

CHARO: Si, no hay duda, es el ladrón que la lleva. Aurelio, ve por ella, sálvala porque antes de verla perdida soy capaz de todo. Corre Aurelio, que es mi vida la que se roban estos bandidos, más si solo la muerte la libra de caer al fango, mátala hijo, mátala, que ante el tribunal de Dios, esa será la prueba de cariño más grande que ofrece el corazón de una madre.

 

TELÓN.

Fernando Muñoz Castillo

Continuará la próxima semana…

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