Métodos y Diatribas

By on mayo 17, 2018

BCM_1

José Juan Cervera

Las fluctuaciones de la vida anímica, y la impresión que plasman en el sentido que atribuimos a las relaciones sociales, traen dentro de sí un elemento que algunas veces se hace constante, de manera especial cuando sale a flote un nombre envuelto de una carga simbólica que las creencias han venido amasando en silencio hasta desplazar los frutos del raciocinio para imponer un velo, una maraña de prejuicios acompañada de simplificaciones grotescas y de una complacencia pueril.

El bicentenario del natalicio de Karl Marx ha convocado plausibles reflexiones sobre el significado de su obra, pero desató también iracundas invectivas que pretenden desacreditarla con una actitud que nada tiene de novedosa, porque se ha repetido puntualmente con el paso de un siglo a otro.

El descrédito con que se busca ensombrecer su legado filosófico responde más bien a directrices doctrinales y a fijaciones político-ideológicas que no se proponen estimular un conocimiento profundo de sus formulaciones para discernir su contenido, sino inspirar su rechazo fundándose en las viejas tácticas de los censores que niegan legitimidad a las expresiones de quienes consideran sus enemigos, perturbadores de un mundo idílico que, no obstante, desgarran inmisericordes las contradicciones cotidianas.

Achacarle a Marx las deformaciones en que incurrieron los que se han asumido como herederos suyos en distintos contextos y matices es un despliegue de mala voluntad, un obcecado arrebato que extrapola hechos sociales para distorsionar su significación histórica. Un sistema de pensamiento está por encima de las interpretaciones sesgadas que se le puedan adjudicar, porque se trata de un modelo explicativo que, por definición, no puede dar una respuesta pormenorizada a cada interrogante que planteen los hechos concretos, porque exigen la concurrencia de otros componentes que escapan de las formulaciones conceptuales.

Abundan los ejemplos de quienes encarnan ese afán de enturbiar la memoria de alguien cuya inclinación disciplinada al estudio le acarreó penurias y sinsabores, pero que de este modo logró forjar los méritos que ningún juicio arbitrario puede disputarle. Para este efecto, es representativo el caso del columnista mexicano que en la arrogancia de una gacetilla comete el desatino de equiparar al filósofo alemán con Hitler.

Otros dicterios proliferaron en conmemoraciones parecidas, como cuando se cumplió el centenario de la muerte del autor de El Capital. En 1983, con motivo de tal efeméride, en Mérida se convocó a un certamen de oratoria en el que participaron jóvenes que cursaban estudios profesionales; varios de ellos, pertrechados de una retórica intolerante, acudieron de manera concertada a exhibir en ese concurso la estrechez de su criterio. La prensa doctrinal yucateca de más rancia y duradera estirpe describió a los oradores como jóvenes gallardos que saltaron a la palestra a defender sus convicciones ante la embestida de un enemigo feroz y sanguinario. No debe olvidarse que, en decenios anteriores, un exaltado grupo de derecha –denominado Corporación de Estudiantes, que veía en la universalidad de las ideas una amenaza a sus intereses encubiertos– se infiltró en los recintos universitarios bajo la dirección de un clérigo extranjero. Así surgieron otros más.

La valoración simbólica que confiere atributos de héroe a los portadores de un discurso agresivo no representa un medio que propicie el cotejo argumentado de ideas cuya sustancia no recae en imágenes alegóricas sino en contenidos que se forman en un trabajo fundado en el razonamiento, anteponiéndolo a la subordinación ciega a cualquier figura de autoridad. Lo contrario de ello es la anulación del espíritu crítico.

El pensamiento de Marx no es un oráculo ni un catecismo. Propone, ante todo, un método de conocimiento que, como tal, exige una compenetración escrupulosa en sus fundamentos, acepta el valor de la experiencia y proclama la expansión creativa de sus postulados; no reside en la inmovilidad de un dogma que obture los caminos para indagar la verdad, por tortuosa y evasiva que ésta resulte entre las búsquedas genuinas de la humanidad.

2 Comments

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.