Testimonios, Cuentos, Relatos y Otros Temas (XIII) – La Academia Mexicana de la Educación

By on septiembre 23, 2016

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Testimonios, Cuentos, Relatos y Otros Temas

XIII

La Academia Mexicana de la Educación

Con la experiencia obtenida por mi participación en los programas de formación docente del Politécnico, desarrollé un trabajo para mi ingreso en la Academia Mexicana de la Educación, que se tituló “La Formación de Profesores para la Educación Superior” y que presenté en 1976 ante un jurado presidido por el Prof. Ramón G. Bonfil, presidente de la Academia, y otros miembros de la misma entre los que menciono a quien también fue mi maestro en la Escuela Normal Rodolfo Menéndez de la Peña: el Prof. Max Molina Fuente.

Prof. Ramón G. Bonfil

Prof. Ramón G. Bonfil

Los propósitos de la Academia de la Educación son: investigar sobre asuntos educativos del país, emitir opiniones públicas al respecto y coadyuvar, por la acción académica de sus miembros, al mejoramiento de la educación en México. Es un organismo que permite a sus integrantes espacios de reflexión en los que el intercambio de ideas y el desarrollo de trabajos académicos es un constante ejercicio intelectual que permite la oportunidad de hacer aportaciones a la educación del país. Fue fundada en los años sesentas por el propio maestro Bonfil y otros destacados educadores como el Prof. Antonio Betancourt Pérez, ilustre yucateco, y María Lavalle Urbina, entre otros de renombre nacional

Prof. Antonio Betancourt Pérez

Prof. Antonio Betancourt Pérez

Poco después de mi ingreso, asistí a una cena de gala en la que nos fueron entregados diplomas y medallas de oro a los profesores que ingresamos en el período de recepciones correspondiente a aquel año de manos del Dr. Elí de Gortari, eminente filósofo y pensador mexicano cuyos libros de lógica y otros de filosofía había yo estudiado tiempo atrás, y a quien conocí en lo personal en esa ocasión, con el beneplácito de platicar con tan eminente maestro. Asistieron, además de los directivos de la Academia ya mencionados, otros educadores miembros de número de la misma: Profra. Odalmira Mayagoitia de Toulet, Prof. Julio Dante Silva Hernández, Profras. María Elena y Lucy King Betancourt, y Lic. Miguel Hugo Sevilla.

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La Academia organizaba periódicamente eventos educativos con el fin de estudiar la problemática educativa de México y hacer llegar conclusiones colegiadas a la Secretaría de Educación Pública.

Participé en las reuniones de Chetumal, y en la de Mérida cuando la reunión de educación con el candidato del PRI a la presidencia de la República Miguel de la Madrid Hurtado. También en el congreso de San Luis Potosí. En estos encuentros o bien se llevaban propuestas colegiadas, o se analizaban con los profesores de la región diferentes problemas educativos.

En alguna ocasión, con el fin de un intercambio de ideas sobre educación, la Academia invitó a un desayuno al Prof. Carlos Hank González, entonces regente de la ciudad de México. El profesor se disculpó porque le era difícil asistir a desayunos fuera de la sede gubernamental por limitaciones de tiempo y, en contrapropuesta, sugirió reunirnos en el comedor del palacio de gobierno en el zócalo de la ciudad de México a desayunar y platicar en privado.

Así fue.

Con un grupo de 30 miembros de la Academia, entre ellos el que esto escribe, inició el encuentro con la presentación personal de cada uno de los asistentes, concluyendo el profesor en la misma forma: “Carlos Hank González, profesor normalista especializado en Biología en la Escuela Normal Superior”. Los meseros procedieron a su tarea y, sobre la marcha, comenzó el intercambio de opiniones. Se plantearon diferentes problemas de la educación en México, en particular la problemática educativa del Distrito Federal, que el Prof. Hank acotaba con sus puntos de vista.

Prof. Carlos Hank González

Prof. Carlos Hank González

Al finalizar, el Profesor Hank hizo una larga exposición, primeramente, sobre los rechazos que sufrió por ser hijo “de un alemancito” –textual–, de lo que fue su trayectoria como maestro en Atlacomulco, de cuando lo rechazó la UNAM y entonces decidió estudiar para maestro normalista, y de las circunstancias que lo llevaron a la política, todo esto salpicado con numerosas anécdotas narradas con sentido humorístico.

Nos platicó de un momento muy dramático y difícil para él, cuando el Presidente Díaz Ordaz le encargó atender a unos invitados extranjeros muy importantes, pocos días después de los acontecimientos del 2 de octubre de 1968: “En el autobús que nos transportaba en el recorrido por la ciudad de México reinaba el silencio, apenas interrumpido por algunas explicaciones que necesariamente tenía que dar… Se sentía pesado el ambiente.  Hubiera preferido quedarme callado. Cuando terminó el recorrido pude respirar con alivio.”  Transmitía el dramatismo de ese momento vivido por él.

Volvió a tocar el asunto educativo y expresaba que su máximo ideal era fundar en su pueblo – Santiago Tianguistenco, Edo. de México – la Escuela Makarenko, con las orientaciones educativas del gran pedagogo de la revolución rusa, para cuando se retirara de la política y de sus asuntos privados, volver al origen, y con emoción nos invitó a acompañarlo en esa empresa futura.

A estas alturas de su discurso, todos estábamos en el clímax emocional que provocan los buenos oradores, y por supuesto nos comprometimos a ayudarlo para cuando se diera la ocasión, que nunca llegó. Realmente no sé si el Prof. Hank González cumplió su deseo, pues cuando se retiró de la política ya estaba muy enfermo y falleció, digamos, antes de tiempo.

Al término del desayuno, nos obsequió medallas conmemorativas del Distrito Federal, haciendo gala de su prodigiosa memoria al llamarnos por nuestros nombres, que se había aprendido con la sola presentación al inicio del evento, y con la familiaridad de colegas.

El profesor Ramón G. Bonfil permaneció algunos años más como presidente de la Academia Mexicana de la Educación, siendo reelecto varios períodos por su capacidad, su experiencia y su don de gente de bien. Hizo mucho por la educación en México desde sus primeros tiempos de maestro rural, supervisor de zona, hasta ocupar los más altos cargos en la Secretaría de Educación Pública del país, siendo el más relevante el de Subsecretario de Educación Básica y Normal de la SEP, en el sexenio del Presidente Echeverría. Por sus relevantes servicios educativos al país, se le otorgó la Medalla Belisario Domínguez, presea con la que el Senado de  la República reconoce a los ciudadanos distinguidos.

En una reunión de carácter educativo con el Dr. Ernesto Zedillo en los Pinos, al ver el Presidente a Bonfil, se le acercó afectuoso, y con un fuerte abrazo le saludó: “Maestro querido, como está.” Para entonces la salud de Bonfil se había deteriorado y se le veía muy anciano. Poco tiempo después rindió tributo a la naturaleza. Su presencia en la educación de México fue de gran trascendencia.

[Continuará la próxima semana]

César Ramón González Rosado

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