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Sombras para describir la esencia de su luminosidad

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Juan José Caamal Canul

El sol se halla a escasos minutos de sumergirse en la reflexión del ocaso.

Las sombras humedecen su rostro y la luz enaltece los pensamientos.

En lontananza, el mar dibuja una amplia sonrisa, y recuesta el sol su testa de rey decapitado.

Los pensamientos pasan, transitan y se deslizan. Los asumes y abordas; viajas en ellos.

Los claroscuros de una idea contrastan con el momento del día.

En el rostro, bella efigie mediterránea, hay cinco o seis pinceladas de iluminación que hacen sobresalir los rasgos de su carácter. Los relieves se manifiestan, aunque lo tierno y sensual está en el bajo relieve de lo que permanece en las sombras.

En el brazo se desliza una línea de luz que corre, avanza, y cae paralela a la extremidad. Hay, desde luego, tonalidades. Enseguida asciende, se precipita y entrecruza con los dedos de ambas manos, dispuestas sobre la cúspide de su rodilla. Entonces una línea más fina y delicada enmarca la sensualidad.

Las cimas escalonadas de los nudillos y las lunas del tropo se encienden o apagan.

En la mesa reposan las sombras solitarias y alargadas de un plato y un vaso. El bullicio de la hora de la comida se ha ido espaciando y apagando. Las mesas reciben y sostienen las sillas invertidas. Pareciera que todo emite o replica un brillo sonoro.

Las líneas que marcan la secta del barandal de la mesa se intercambian para ser continuidad del reflejo. Avanza e introduce en el cielo, el mar, la luz deslumbradora que desciende.

Ha permanecido bebiendo a sorbos pequeños las razones de la espera, aunque a estas horas ya no espera: algo ha concluido y otras permanecen en el interés y el mañana.

La infinita mirada se prolonga en el horizonte continuo.

Todo cabe en la mirada.

Plenitud que flota sobre las aguas de la vida.

El viento ondea las cortinas y mueve el fleco de las palmas. El insistente viento agita hebras doradas de cabellos rebeldes. La inconformidad ante lo injusto.

Es la hora. Es el momento que siempre le da alcance, que invita y convoca los recuerdos. Siempre ha sido así, y a la vez diferente.

En los límites de la tierra firme comienza el movimiento ondulante de las ideas. Es el mar de su rostro diáfano y tranquilo. Son las motivaciones sumergidas y, en un segundo plano, las que contienen emociones.

Isla poblada de elementos iniciales. Eres, estás unida al continente donde quedan espacios de presencias. Ecos y huellas de ausencias. Memoria de sonrisas.

Volverás. Nunca te has ido.

Todo permanece inmutable y renovado, puro, inocente y fiel.

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